‘El futuro que uno está planeando’: migración forzada Centroamérica-México y el Síndrome de Ulises

Segunda época, número 11, enero-junio 2021, pp. 12-28.

Fecha de recepción: 10 de agosto de 2020.
Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2020.

Autora: Itzel Eguiluz1

Resumen

Esta investigación cualitativa es un análisis secundario que se enfoca en la relación entre la migración por violencia, la salud mental y el género. Se basa en once entrevistas semiestructuradas, la escala del síndrome de Ulises y el cuestionario PhQ-9. Participaron cuatro mujeres y siete hombres de entre 21 a 44 años de edad que migraron desde Honduras, El Salvador y Guatemala hacia México o Estados Unidos, debido a la violencia en su país de origen. Las mujeres sufrieron acoso sexual, violencia y coerción. Además, como forman parte de una familia, son víctimas de extorsión o amenazas para que continúe, por ejemplo, un negocio familiar. Mientras que los hombres se ven obligados a formar parte del crimen organizado, pueden ser amenazados, perseguidos y sufrir intentos de asesinato. La mayoría de los participantes manifiestan resiliencia, los hombres tienden a reportar menores niveles de depresión que las mujeres.

Palabras clave: migración forzada, violencia, salud mental, Síndrome de Ulises, México.

‘The future I am planning’: Forced migration from Central America-Mexico and the Ulysses Syndrome

Abstract

This qualitative research is a secondary analysis that focuses on the relationship between migration due to violence, mental health, and gender. It is based on eleven semi-structured interviews, the Ulysses Syndrome Scale, and the PhQ-9 questionnaire. Four women and seven men between the ages of 21 to 44 participated. All of them migrated from Honduras, El Salvador and Guatemala to Mexico or the United States, due to violence in their country of origin. Women suffered from sexual harassment, violence, and coercion. Furthermore, as they are part of a family, they are victims of extortion or threats to be allowed to continue, for example, with the family business. Men are forced to become part of organized crime, they can be threatened, persecuted, and suffer murder attempts. Most of the participants show resilience, men tend to report lower depression levels than women.

Keywords: forced migration, violence, mental health, Ulysses Syndrome, Mexico.

Introducción

“Porque uno tenía estos pensamientos de hacer una vida y que estas personas vengan
 y le arrebaten de la noche a la mañana
 el futuro que uno está planeando…”
Daria (M35S).

Este estudio se enfoca en analizar cómo se entrelazan las violencias que viven las personas que migran de manera forzada entre el norte de Centroamérica, México y los Estados Unidos de América con la salud mental y el género. Para ello se realizó el análisis de entrevistas semiestructuradas, el síndrome de Ulises (Achotegui, 2005; 2012) que busca estresores y vulnerabilidades durante el proceso migratorio, y el cuestionario de salud del paciente PhQ 9 (Huang et al., 2006).

El reporte de tendencias globales del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) indica que en 2017 se alcanzó a un número récord de 68.5 millones de personas desplazadas en el mundo (ACNUR, 19 de junio de 2018), mientras que para el año 2017 se calculaban alrededor de 25.4 millones de personas refugiadas en el mundo (OIM, 19 de octubre de 2009). Sin embargo, conocer el número exacto de personas migrantes entre los países del norte de Centroamérica[1] (en este caso Honduras, El Salvador y Guatemala), México y Estados Unidos es complicado debido a los flujos migratorios mixtos que se presentan en la región. Estos flujos contemplan movimientos complejos que pueden incluir a quienes migran como personas refugiadas, solicitantes de asilo o a personas que migran por situaciones económicas, entre otros grupos (IOM, 2004). En el informe se subraya el aumento del número de solicitantes de asilo de los países del norte de Centroamérica en países como Estados Unidos, Belice, Costa Rica, Panamá y México. En el año 2017 se recibieron 331,700 solicitudes de asilo sólo en Estados Unidos (ACNUR, n.d.-c). En México, por ejemplo, según datos de la Secretaría de Gobernación de México (SEGOB), las solicitudes de la condición de refugiado procedentes de ciudadanos de El Salvador pasaron de 2,285 en 2017 a 3,533 en 2018, para el periodo enero-septiembre (Boletín Estadístico de Solicitantes de Refugio En México, 2018).

El ACNUR define la migración forzada como “el término general que se utiliza para describir un movimiento migratorio en el cual existe un elemento de coerción, se incluyen amenazas a la vida o a la forma de sustento, puede deberse a causas naturales o por otro ser humano” (IOM, 2004: p. 25). En este caso nos referimos a la migración forzada debida a la violencia que origina procesos migratorios en los países del norte de Centroamérica. Si bien es El Salvador el país en el que de forma histórica se han desarrollado pandillas y grupos violentos, como las maras desde los años de la década de 1970 y 1980, la violencia debida a los grupos organizados ha crecido en toda la región (Álvarez, 2015; Castañeda y Del Carpio Ovando, 2017; González González, 2016; Willers, 2016).

La relación entre la migración forzada y el crimen organizado en México y Centroamérica ha sido estudiada en diversas investigaciones (ACNUR, n.d.-a, n.d.-b; Cantor & Johnson, 2016; Clemens, 2017; Piña Camacho, 2015), sin embargo, hay pocas investigaciones sobre su relación con la salud mental de las personas migrantes o de las diferencias por género que se presentan.

Las violencias que viven las personas migrantes forzadas se sitúan, en este caso, entre las violencias de todos los días o violencias cotidianas descritas por Nancy Scheper-Hughes (1992) y la violencia descrita por Bourgois (2001), en donde lo micro de las violencias cotidianas se relaciona con lo macro que se observa en la violencia estructural. Estos conceptos nos permiten discernir entre las violencias cotidianas, que por lo general son normalizadas, y las violencias excepcionales de las cuales habla Elena Azaola (2012), que discute el caso específico de la violencia en México, lugar en el que las personas migrantes de este estudio, también, viven violencia. Por otro lado, las violencias que se viven son complejas, para este trabajo estudio al género como un determinante y con ello encontramos que dentro de la violencia simbólica las mujeres migrantes podrían vivir dos tipos de violencia: la primera la que tiene que ver con las relaciones de poder en la sociedad de origen y receptora; la segunda, la violencia de género, para lo cual es útil referirse al análisis que realiza Fernández (2005) sobre la noción de la violencia simbólica.

Los procesos migratorios pueden, entonces, tener consecuencias en la salud mental de las personas migrantes. Si bien en muchos casos el proceso migratorio conlleva una decisión previa que puede detonarse por motivos económicos o por la realización de estudios u oportunidades laborales, la migración siempre conlleva cambios drásticos en las vidas de las personas. Estos cambios implican, según Achotegui (2012), procesos como el duelo migratorio que se encuentra descrito a través de los estresores y las vulnerabilidades a las que se enfrentan las personas migrantes.

En el año 2000, Joseba Achotegui comenzó a describir los diversos duelos migratorios (2000). A partir de este trabajo explicó el conjunto de estresores sociales que desarrollan las personas migrantes y que pueden afectar su salud mental. A lo largo de los años la relación entre la migración, los duelos y los diversos estresores que causan este síndrome, como el conjunto de sintomatologías que afectan la vida de las personas antes, durante y después de migrar se ha vuelto más clara y determinante para el estudio de la salud mental de las personas migrantes. A partir de 2004 se conoce como el Síndrome de Ulises o Síndrome del inmigrante (Achotegui Loizate, 2004) al conjunto de estresores que viven las personas que migran, sobre todo, en condiciones extremas.

Los duelos que pueden vivir las personas migrantes pueden categorizarse en siete tipos: a) la familia y seres queridos; b) pérdida de la lengua; c) la separación de la cultura; d) la tierra o el terruño; e) la pérdida del estatus social; f) la pérdida del grupo de pertenencia y g) los riesgos físicos (Achotegui, 2005). El duelo puede disminuir o aumentar de acuerdo a la combinación de diversos factores, como la violencia antes, durante o después de migrar. Lo cual observamos en Vilar y Eibenschutz (2007), quienes indican que, si bien es posible que “la migración por sí sola no es causa directa de deterioro de la salud mental; es la situación del empleo, las condiciones de vivienda, los acontecimientos traumáticos antes, durante y después de la migración, los motivos suficientes para conducir (por lo menos) a la angustia psicológica”, para fines de esta investigación nos enfocamos en la situación de la violencia vivida antes, durante y después del proceso migratorio, así como en las experiencias de pérdida asociadas con ésta.

Las experiencias de estos duelos y procesos migratorios son distintas para hombres y mujeres. Debe comprenderse la diversidad de formas en que impacta este fenómeno y no sólo centrarse en mostrar la llamada feminización de la migración, sino integrar al género como una categoría de análisis que nos permita desarrollar políticas en las que se considere al género como un determinante de la migración. Sobre este tema encontramos el trabajo “La Odisea de Penélope. Feminización de las migraciones y derechos humanos” (Roldán Dávila et al., 2017) que aborda la discusión desde perspectivas que relacionan a la migración de las mujeres como un acto transgresor y en los que se analizan los diversos riesgos y vulnerabilidades a las que se enfrentan las mujeres migrantes en el país de origen, durante el tránsito y el país de destino.

Las políticas migratorias deben, entonces, integrar al género como parte fundamental de sus procesos, asimismo los estudios sobre migración deben ser analizados por género, no sólo por sexo, es decir, que la intención no es incluir a mujeres y hombres dentro de las personas participantes en los estudios de investigación, sino comprender y analizar sus construcciones sociales (Berger et al., 1968; Feldman-Bianco et al., 2011) y experiencias.

Por ello el objetivo de este estudio fue analizar la relación entre las violencias que viven las personas que migran de manera forzada entre el norte de Centroamérica, México y los Estados Unidos de América el género y la salud mental.

Metodología

En esta sección se explica en un primer momento la metodología del estudio primario del cual forman parte las entrevistas analizadas de forma secundaria para este artículo, así como los instrumentos utilizados para el levantamiento de datos y a continuación se describen la muestra y forma de análisis para este artículo.

Estudio primario

El objetivo del estudio primario fue “identificar experiencias psicosociales que afectan a las y los migrantes” (Moya et al., 2016). Dicho estudio, fue exploratorio y transversal con métodos mixtos. Se utilizaron tres instrumentos para la generación de datos en el estudio: entrevistas semiestructuradas, la escala del síndrome de Ulises y el cuestionario PhQ-9.

Todas las personas que participaron tenían más de 18 años de edad, se entrevistaron hombres y mujeres que al momento del estudio vivieran en alguna de las tres ciudades seleccionadas, El Paso, Ciudad Juárez y Ciudad de México, y que hubieran migrado desde México, Guatemala, El Salvador u Honduras en los siete años previos al estudio, es decir entre 2007 y 2014, por razones económicas o políticas.

La muestra se seleccionó con un muestreo a propósito (Teddlie & Yu, 2007), las personas se encontraron mediante bola de nieve o muestreo en cadena y el contacto inicial se realizó mediante las redes de las investigadoras del proyecto. Las entrevistas se realizaron en español y contaron con una guía de entrevista, la cual se piloteó de forma previa para contar con el mejor instrumento posible.

La investigación contó con 100 entrevistas semiestructuradas con una duración de entre una hora y dos horas. Las entrevistas se realizaron en números iguales en dos ciudades de México: Ciudad de México y Ciudad Juárez; y una ciudad en Estados Unidos: El Paso, Texas. Las entrevistas semiestructuradas se organizaban mediante una sección de datos sociodemográficos, un apartado que profundizó sobre la historia de vida y el viaje, es decir, la migración o migraciones que la persona ha realizado, sus causas y aspectos psicosociales.

Del mismo modo la escala del síndrome de Ulises se integraba dentro de la entrevista. Dicha escala se compone de una serie de preguntas que tienen como finalidad explorar los diversos estresores que pueden tener las personas migrantes, como: la soledad forzada, el fracaso del proyecto migratorio, la lucha por la supervivencia y el miedo (Achotegui, 2012).

Por otro lado, el cuestionario PhQ-9 sobre la salud del paciente busca “detectar sintomatología depresiva leve, moderada o severa, y ha demostrado ser un eficiente instrumento de diagnóstico” (Baader M et al., 2012) y su confiabilidad es aceptable.[2] El instrumento está validado y se compone de nueve preguntas o ítems los cuales nos indican según la sumatoria el nivel de depresión que una persona puede tener, los resultados son los siguientes: ninguno (0-4), mínima o leve (5-9), moderada (10-14), moderadamente severa (15-19) o severa (20-27).

Con base en los resultados de estas herramientas: el cuestionario PhQ-9; la herramienta del Dr. Joseba Achotegui, la cual mide duelos con sus respectivas vulnerabilidades y estresores; y las entrevistas semiestructuradas, se buscó comprender mejor las experiencias migratorias de las personas migrantes e identificar algunas recomendaciones para la mejora, diseño e implementación de servicios y programas de salud mental para personas migrantes.

En cuanto a la ética del estudio, éste se realizó con un consentimiento informado y fue aprobado por el comité de ética de la Universidad de El Paso. Del mismo modo, todas las personas que realizaron el levantamiento de datos realizaron el curso ‘NIH Web-based Protecting Human Research Participants’. Por otro lado, en el caso que alguna de las entrevistadoras detectara a alguna persona con altos niveles de depresión se le canalizaba a terapia, la cual fue pagada por el estudio y realizada con alguna de las organizaciones que acompañaron esta investigación.

Análisis secundario

Este estudio es un análisis secundario, el cual según Heaton (2004) es el análisis que utiliza datos existentes para responder diferentes preguntas de investigación. De este modo, se realiza un supra-análisis, el cual implica, en este caso, que se utiliza una nueva perspectiva teórica.

Se analizaron 11 entrevistas que fueron seleccionadas por ser de personas que migraron por razones directa o indirectamente relacionadas a la violencia en su lugar de origen, es decir su migración fue forzosa. La autora de este análisis secundario participó en todo el proceso de diseño, recolección de datos, transcripciones y análisis en Ciudad de México y redacción de resultados del estudio primario en las tres ciudades (Ciudad de México, Ciudad Juárez y El Paso).

Las 11 entrevistas semiestructuradas se realizaron en Ciudad de México a 4 mujeres y 7 hombres de entre 21 y 44 años de edad, que habían migrado o estaban en tránsito desde Honduras, El Salvador o Guatemala a México o Estados Unidos (cuadro 1).  En este caso, la violencia puede vivirse por diferentes eventos: acoso, extorsión, amenaza, persecución o secuestro, ya sea de forma directa o no, pero siempre siendo la razón principal de la decisión de migrar.

Cuadro 1. Características sociodemográficas de las personas participantes
Nombre Clave Edad Sexo País de origen Tiempo de haber migrado Edad al migrar Razón principal para migrar
Alberto H21S 21 Hombre El Salvador 3 años 18 Violencia (acoso)
Bruno H22H 22 Hombre Honduras 2 años 19 Violencia (extorsión y amenazas)
César H23H 23 Hombre Honduras 2 años 21 Violencia (persecución personal)
Daniel H31S 31 Hombre El Salvador 2 años 29 Violencia (Acoso)
Ernesto H32S 32 Hombre El Salvador 2 años 30 Violencia (Extorsión)
Fabián H40G 40 Hombre Guatemala 5 años 35 Violencia (extorsión)
Tomás H44H 44 Hombre Honduras 2 años 42 Violencia (física)
Alejandra M21H 21 Mujer Honduras 2 años 19 Violencia (extorsión)
Brenda M27S 27 Mujer El Salvador 2 años 25 Violencia (extorsión, secuestro, violencia física)
Cecilia M33G 33 Mujer Guatemala 4 años 29 Violencia (extorsión)
Daria M35S 35 Mujer El Salvador 5 años 30 Violencia (extorsión y amenazas en El Salvador y en Guatemala)
Fuente: elaboración propia.

Las personas participantes tenían la siguiente distribución por sexo y lugar de origen: dos mujeres y cuatro hombres de El Salvador, tres hombres y una mujer de Honduras, un hombre y una mujer de Guatemala. Excepto una, todas las mujeres tenían pareja estable, al contrario de los hombres quienes eran, excepto uno, solteros. Asimismo, ocho de las personas entrevistadas tenían una religión, dos hombres se declararon “sin religión”. Algunas personas habían migrado antes a otros países, en este caso se tomó el último proceso migratorio hacia México como el principal, evitando los retornos o deportaciones dentro del análisis de la narrativa de la migración por violencia.

Para el análisis se utilizó una clave para identificar a la persona entrevistada. La misma se compone del sexo (H-hombre o M-mujer), la edad y el lugar de origen de la persona (S-El Salvador, H-Honduras, G-Guatemala). Del mismo modo, se asignó un nombre ficticio aleatorio para fines de una mejor lectura del texto.

Para el análisis de las entrevistas se realizó un análisis del discurso a través de matrices de investigación con la técnica RADaR (Watkins, 2017). Dicha técnica de análisis para datos cualitativos permite tener resultados de forma rápida sin perder la calidad y la profundidad de los resultados. Se considera el proceso de transcripción como una parte importante para el análisis y se recomienda para muestras pequeñas, es decir de alrededor de 12 entrevistas. El proceso se compone por una serie de pasos: la transcripción detallada, el vaciado a una primera matriz con categorías de análisis, dos fases de reducción de datos, al final se encuentra una tabla con temas o categorías reducidas para el uso de los datos en la discusión o reporte.

Del mismo modo se analizaron los resultados de la escala del síndrome de Ulises y los del cuestionario PhQ-9 para complementar las historias de vida y procesos migratorios de cada una de las personas participantes en este análisis.

Discusión y resultados

Los resultados que se presentan a continuación surgen de la triangulación de las fuentes (Merriam, 2009; p. 215) señaladas en la sección anterior: las entrevistas semiestructuradas, la escala del síndrome de Ulises y los resultados del cuestionario PhQ-9.

La mayoría de los participantes presenta síntomas y duelos relacionados con el síndrome de Ulises. Uno de los duelos recurrentes en este estudio es el que se genera por los riesgos a la integridad física, que en este caso está presente en todas las entrevistas. En el cuadro 2 se muestran los resultados del cuestionario PhQ9, sobre los posibles niveles de depresión que reportan las personas entrevistadas, como referencia para los resultados de esta sección.

Cuadro 2. Resultados del Cuestionario PhQ9
Nombre
 ficticio
Clave Total
PhQ9
Nivel probable de
 depresión
Alberto H21S 10 Moderada
Bruno H22H 6 Mínima o leve
César H23H 9 Mínima o leve
Daniel H31S 25 Severa
Ernesto H32S 9 Mínima o leve
Fabián H40G 5 Mínima o leve
Tomás H44H 27 Severa
Alejandra M21H 21 Severa
Brenda M27S 24 Severa
Cecilia M33G 17 Moderadamente severa
Daria M35S 26 Severa
*Nivel probable de depresión: ninguno (0-4), mínima o leve (5-9), moderada (10-14), moderadamente severa (15-19) o severa (20-27).
Fuente: elaboración propia.

Los hombres tienden a reportar niveles de mínimos a moderados en la escala PhQ-9, solo uno de ellos manifestó depresión severa, Daniel originario de El Salvador. El caso de Daniel es relevante porque tiene una historia de violencia desde su nacimiento, su padre fue guerrillero y desaparecido, su preferencia sexual marcó su historia de vida experimentando diversas formas de violencia, siendo la perpetrada por su hermano la que le hace tomar la decisión de migrar y viajar a México para solicitar asilo:

[Qué le motivó a migrar] El temor a la muerte, bueno el temor a que me mataran y que fuera mi hermano, porque digo, como activista estás expuesto a que te maten, te golpeen y todo eso, pero a fin de cuentas sabes a lo que te expones y estás consciente, pero que sea una persona de tu familia que haga eso por odio, por homofobia (Daniel, H31S).

En el caso de las mujeres todas muestran signos de depresión de moderadamente severa a severa, lo cual pudiera explicarse debido a que todas las mujeres vivieron acoso, violencia y fueron amenazadas, en ocasiones por sus parejas, así como para volverse parte de los grupos del crimen organizado. Tanto hombres como mujeres viven violencia estructural y extorsión, sin embargo, adicionalmente ellas viven diferentes formas de violencias por ser mujeres, lo cual puede leerse bajo la intersección del concepto de violencia cotidiana y violencia simbólica.

Las personas participantes tenían entre dos y cinco años de haber migrado. Algunas personas como Daria y Ernesto, de El Salvador, migraron en dos fases, en la primera de ellas intentaron asentarse en Guatemala y Honduras, de manera respectiva. Al no lograrlo, por enfrentarse a violencia y amenazas similares de las que huían, llegan a México. Sin embargo, en Ciudad de México viven discriminación, que inicia cuando las personas locales detectan la diferencia en el acento al hablar o reconocen que no son locales. Cualquiera que sea la situación la discriminación en la vida diaria se percibe al solicitar un trabajo o al relacionarse con los habitantes de una colonia.

R: Eso sí. Yo he sentido de que hemos sido, como le comentaba, cuando llegamos acá una señora nos echó la policía porque dijimos que éramos del Salvador, andábamos buscando un albergue y yo pues es una discriminación porque no le estábamos haciendo nada daño a la señora sólo porque les dijimos que éramos de allá, de hecho a los vecinos que tenemos actualmente no les decimos de dónde somos, no saben, ellos saben que somos de Chiapas, si no tratamos de decir que somos de allá es la verdad y pues que sentimos que nos pueden discriminar (Daria, M35S).

En este mismo sentido encontramos la discriminación ejercida con base en el acento, en el lenguaje, forma parte del concepto de violencia simbólica de Bourdieu, el cual Fernández explica que funciona como violencia debido a la intimidación verbal al no utilizar “la lengua oficial autorizada por algún grupo, una lengua reconocida comúnmente como legítima, sin intención deliberada o aceptación de una norma, tanto por los que hablan como por los que escuchan” (Fernández, 2005: p. 19). Sin embargo, no debemos perder de vista que esta violencia es una “violencia de todos los días”, que bien puede pasar desapercibida y diluirse en lo cotidiano. Al mismo tiempo, estas violencias se relacionan con la pérdida del grupo de pertenencia que Achotegui (2012) describe en el síndrome de Ulises como el estrés que se presenta al perder al grupo social que se conoce e insertarse en uno nuevo que puede llegar generar xenofobia por el desconocimiento del “otro / la otra” y los prejuicios que se generan.

Daria presenta uno de los dos niveles probables de depresión más severos de la muestra, no sólo del análisis secundario, también de la investigación principal. Su historia, como la de otras personas, no sólo incluye procesos complicados al llegar a México e intentar crear una nueva vida, sino que sufre violencia después de su primera migración a Guatemala y es por ello que decide migrar a México:

Fue muy bien feo, fue bien difícil y yo todavía en ese tiempo no sabía que ya estaba embarazada de mi niño, de mi niño varoncito, y ya luego mi esposo se vino, me dejó con la mamá, fue bien difícil esos momentos pues es como decían “tú debes recordar” porque uno tenía estos pensamientos de hacer una vida y que estas personas vengan y le arrebaten de la noche a la mañana el futuro que uno está planeando, es bien difícil para nosotros que tuvimos que casi huir de nuestro país verdad. Más para mí porque vengo desde El Salvador también huyendo y luego me enfrento a estas dos situaciones y ya más lejos, más lejos y ahora ya no tenemos regreso (Daria, M35S).

Los duelos descritos mediante el síndrome de Ulises en las migraciones forzadas por violencia no sólo se dan por dejar atrás la lengua, la familia o el terruño, ya que estas pérdidas no sólo se dan por problemas económicos, sino que son procesos migratorios no deseados detonados por la extrema violencia en la que viven las personas donde la migración es la única respuesta para conservar la vida. Dentro de estos duelos destacan los riesgos físicos que se viven antes de migrar, durante el viaje y en el destino, como se observa en el caso de Daria y su esposo.

En el caso de las mujeres, todas sufrieron de acoso, violencia y fueron amenazadas, en ocasiones por sus parejas, para volverse parte de los grupos del crimen organizado. Asimismo, esta violencia, ya sea de forma directa o a una mujer de la familia, desencadena el proceso migratorio. Este proceso conlleva la pérdida del futuro planeado y la frustración causada por lo que ya no puede ser.

P: Exactamente ¿por qué huiste del Salvador? R: Tengo una hermana que un pandillero la quiso matar y tuvimos que huir y por eso que huimos […] vivíamos tranquilos hasta que se formó esto de las pandillas y empezaron a hostigar a todas las muchachas, que ya empezaron con cosas, si ellas no querían andar con un pandillero, como le pasó a mi hermana, la intentaron matar fue bien difícil y duro para nosotros. Ay no, no quiero ni recordarlo, fue bien difícil (Daria, M35S).

Del mismo modo, al ser parte de una familia, y en ocasiones el pilar económico y social de la misma, las mujeres son víctimas de extorsión y amenazas para poder continuar con el negocio familiar, dichas amenazas, en ocasiones, implican a sus hijos o hijas.

P: ¿Fue víctima de algún crimen antes de migrar? R: Sí. Este, pues por las pandillas. Este, pues también en Honduras, ahí le tenemos que pagar los impuestos a las pandillas. Entonces, pues más por eso salimos huyendo. Pero yo ya estaba con mi esposo allá. Teníamos un negocio [un puesto de verduras] y pues ellos querían el 50 por ciento de lo que nosotros ganábamos. Entonces ellos nos quemaron la casa. […] Tuvimos que salir huyendo de Honduras (Alejandra, M21H).

Entonces tuvimos problemas con las pandillas, a mi esposo los dos lo querían, lo estaban extorsionando y a mi esposo le mandaron a decir que lo iban a matar. Un día nos fuimos a un cumpleaños de una sobrina de mi esposo cuando llegamos a nuestro negocio, ya nos habían robado todo y le dejaron una hoja a mi esposo “que si ponía una denuncia nos iban a matar” (Daria, M35S).

Otra de las razones para migrar que se relaciona con las mujeres y su maternidad es el miedo a que sus hijos e hijas sufran violencia y tengan futuros inciertos y vulnerables debido al crimen organizado. Eso se transforma en una de las principales razones para emprender el viaje. En el testimonio de Celia se puede observar la relación entre estas circunstancias:

Por mis niños porque quiero sacarlos de ese ambiente que repito otra vez. Guatemala es muy bonito, pero lamentablemente los países centroamericanos están llenos de pandillas y ya no es de que si quieres involucrarte, es de que te tienes que involucrar. No quiero eso para mis niños, son tres hombrecitos y no quiero eso para mis niños. Aunque así sea mi país, aunque así lo extrañe, primero están mis niños. No, no tengo planes para regresar (Cecilia, M33G).

En los testimonios de estas mujeres se observa la violencia que atraviesa a la familia, las amenazas a los esposos por el trabajo familiar o el miedo que produce que los hijos e hijas crezcan con la constante amenaza de ser reclutados por las pandillas para volverse miembros de las mismas, así como que las mujeres o hijas son seleccionadas por los miembros de las pandillas para ser sus “parejas”.

Las mujeres sufren procesos de aislamiento debido al cuidado de sus hijos e hijas que se da en contextos de violencia, a la situación de violencia extrema a la que se enfrentan y debido a los contextos sociales en los que se desenvuelven. Asimismo, cuando llegan a ser secuestradas o sufren intentos de violencia pierden muchas de sus redes sociales debido al estigma que conllevan estos sucesos.

Lo decidimos porque también yo pasaba todo el tiempo encerrada, o sea no teníamos una convivencia en familia que vamos a decir “vamos a ir a comer a tal parte”, “o vamos a ir a comprar a tal lugar, o vamos a ir a pasear”. Todo el tiempo era el miedo, todo el tiempo me sentía perseguida (Brenda, M27S).

No tuvimos paz en nuestras vidas y prácticamente no fue directamente que nosotros sufrimos el atentado, pero fue mi hermanita, pero como si hubiera sido a nosotros porque nos destruyeron nuestras vidas. Hasta robaron nuestro futuro, robaron nuestra, cómo le dijera, nuestra identidad, porque cuando uno sale de allá ya como que uno se murió, como que uno se murió porque ya con todo eso ya no puede regresar (Daria, M35S).

Las dos mujeres de los testimonios anteriores presentan niveles probables de depresión severa, sus historias denotan la violencia y la frustración de la pérdida de la libertad y del futuro. Asimilar que la vida planeada no existe y que cosas consideradas sencillas, como pasear por las calles, se vuelven prohibitivas y tienen posibles consecuencias en su salud mental. El aislamiento y la posterior distancia debido a la migración muestran relación a otro de los duelos del síndrome de Ulises en este caso la pérdida del grupo de pertenencia.

Esta idea de las maternidades en medio de la violencia coincide con el análisis que realiza Susanne Willers (2016) sobre las diferentes historias de las mujeres que son extorsionadas, amenazadas o que no pueden mantener a sus familias debido a los procesos violentos que viven en los lugares de origen. En el caso de las mujeres entrevistas por Willers estas razones también detonaron los procesos migratorios.

En ocasiones, como podemos observar en los testimonios, no son las mujeres o los hombres que migraron quienes sufrieron violencia de forma directa, sino personas cercanas que pueden o no poner en riesgo a la familia. En estos casos las redes sociales cercanas impactan de tal forma que desatan la decisión de migrar.

Salgo de Honduras porque llega una hermana de la mujer que tenía, que se metió a vivir con un narco, no, no se metió a vivir con él sino que ella tenía un novio y el narco se interesó por ella, le llamaba la atención. Entonces él mató al novio y la agarró, la secuestró y se la llevó a un hotel y la tuvo dos meses encerrada en el hotel, abusando de ella. Se escapó y me fue a buscar a mí para que yo me la trajera a México, para que la sacara del país. Decido yo salir con ella, decido salir, pero cuando veníamos para acá, nos agarraron en Tabasco, a ella la agarraron a mí no, cuando llegó la deportaron, pero se volvió a venir y vive en Puebla. Ella ya se casó y vive en Puebla y al país sólo ha ido una vez a visitar porque a ese hombre ya lo mataron. Yo cuando la dejo, yo seguí, a ver si llego al Norte y cuando me monté al tren, me subí me quede dormido y me quebré el pie, fue cuando me operaron (Tomás, H44H).

En este testimonio observamos cómo la violencia que vive una persona se traslada afectando a otras, a una red ampliada. La mujer que fue víctima de un secuestro y violencia de forma directa, buscó ayuda para salir con aquél que sabía contaba con experiencia migratoria. Las violencias que se viven en el mesosistema, es decir aquéllas que surgen de contextos en los que se relacionan diferentes microsistemas, son violencias que también conllevan a procesos migratorios.

Por otro lado, los hombres son forzados a participar en el crimen organizado, son amenazados, sufren intentos de homicidio y persecución. En estos casos existen amenazas a la red social de la persona, pero en ocasiones funciona al contrario que en el caso de las mujeres, siendo las amenazas a madres, padres, hermanos o hermanas.

P: ¿Fue víctima de algún crimen antes de migrar? R: Mmm, ¿de asaltos? P: Por ejemplo, sobre el cobro de cuotas. R: Ah bueno, eso sí, pero se toma como un asalto porque llegan a uno y le dicen: “tienes que dar esto, ya me dijeron cuánto ganas, tienes… el tanto por ciento va a ser para nosotros”. Eso siempre, cuando tratan de que uno se involucre con ellos, pues que tratan de meterlo y dicen “le vamos a hacer daño a tu familia si no te metes” pero más que nada es el temor que le metan a uno, para poder meterse ahí (Bruno, H22H).

Anteriormente me trataron de matar dos tres veces. Entonces este, bueno dije en esas dos veces que me intentaron matar “No, pues es tan grave, ha de ser equivocadamente” por eso no me hicieron nada. […] Este, yo pensé que todo estaba bien. Seguía trabajando normalmente, hasta que un día, temprano, como a las 5 de la mañana, llegó un tío, dice este que me había dejado una carta en su casa. Y le digo “¿de quién?” Dice “No sé, está firmada por la pandilla” dice. Y le digo “pues deje ver” entonces, ya me da la carta y la comienzo a leer. Y entonces en ese momento cuando yo pensé en mí, pensé en mi familia porque precisamente iba dirigida a eso. Si no me iba yo, peligraba la vida de mi familia. Entonces fue el momento decisivo, decir no pues, me voy mejor. No puedo estar aquí. Me voy a buscar en otro lado, lo que no tengo aquí, por eso decidí venir. […] Sí, leí la carta y dije, no pasaron ni 24 horas cuando decidí salir del país […] dos veces me ofrecieron, creo que fueron tres, me ofrecieron meterme a la pandilla. Y dije no, para que eso no me trae ningún beneficio a mí (Alberto, H21S).

En los testimonios anteriores la violencia en el microsistema se relaciona en lo macro como violencia estructural y violencias que se ejercen como violencias de todos los días. “Se toma como un asalto”, explica Bruno cuando narra las extorsiones y chantajes que sufre por parte del crimen organizado. Hay que reconocer, como dice Margold (1999), la capacidad de las personas para salir del ciclo de violencia, que probablemente a través de la normalización de la violencia y, en el caso de estas experiencias, enfrentar nuevos procesos durante el trayecto y al arribar a nuevos espacios.

Las decisiones para migrar en estos casos por lo general son rápidas, en ocasiones las personas tardan menos de 24 horas en salir de sus ciudades y países por temor a que las amenazas de muerte o daño a personas cercanas se cumplan. En este tipo de migración forzada se truncan los planes de vida, se abandonan los estudios, se rompen lazos familiares de forma casi instantánea. Este proceso migratorio inmediato coadyuva a que el duelo sea procesado de manera distinta, a que el viaje no sea planeado y al no haber un plan en su mayoría están más expuestos a riesgos y extorsiones durante el viaje. Algo que debe destacarse es que a pesar de las relaciones de género y las construcciones sociales (Berger et al., 1968) a las que se enfrentan y con las que conviven a diario todas estas personas han tenido la capacidad de decisión y resiliencia para decidir modificar su contexto a través del proceso migratorio.

Por otro lado, debemos considerar en los estresores y vulnerabilidades que contempla el síndrome de Ulises otros factores, como en este caso la violencia como causa de la decisión para migrar, lo cual se observa en las narrativas de las personas participantes en esta investigación, así como con los resultados del cuestionario PhQ-9. Muchas de las personas que migran por violencia al responder a preguntas que definen las razones de su salida indican que es por no tener un trabajo, pero no ahondan, en lo general, en las razones violentas por las cuales no tienen trabajo o han tenido que abandonar sus negocios. Asimismo, en las narrativas de hombres y mujeres no siempre son ellas o ellos quienes sufren la violencia que les obliga a salir del país de manera directa, sino sus parejas o familiares. Aunque en algunos de los discursos sí encontramos violencias descritas con detalle, y son extremas en muchos casos, existen ocasiones en que las personas no asimilan estos procesos de violencia como tales. Es posible que se deba a la urgencia de supervivencia en crear un nuevo proyecto de vida, así se presentan elementos resilientes. En este sentido se deben proveer las opciones y realizar entrevistas detalladas, sobre todo en caso de solicitud de asilo / protección internacional.

Este análisis es un primer esbozo de la necesidad de tener mayor claridad sobre la relación del síndrome de Ulises, la migración forzada por violencia y las posibles diferencias por género. Como se ha documentado, los estudios sobre salud mental y migración no suelen integrar al género ni en el marco teórico o en el análisis de resultados (Eguiluz, 2020; Sajquim de Torresa & Lusk, 2018), siendo este también el caso del Síndrome de Ulises. Es necesario que se integre una perspectiva de género a la escala y al análisis, ya que sabemos que por lo general las mujeres presentan más resultados positivos a las escalas y otras formas de diagnóstico para la  depresión, esta investigación no es la excepción, sin embargo la discusión sobre las formas de diagnóstico con perspectiva de género son importantes, ¿es que las mujeres vivimos con mayores malestares emocionales (Burín, 2010)?, ¿son las formas de diagnóstico las que deben ser revisadas de acuerdo al género (Jornada Género, Medicalización y Salud Mental, 2020) ?, ¿no estamos analizando los diversos determinantes sociales de la salud mental?

Es importante tener claridad sobre las diferentes causas de la migración, ya que tenemos indicios en la literatura del incremento en los últimos años de esta migración dentro de los llamados flujos mixtos y es muy probable que siga en aumento (ACNUR, n.d.-a, n.d.-b). Al seguir pensando este fenómeno como flujos mixtos se corre el riesgo de no proveer adecuada atención y seguridad a las personas migrantes forzadas, que en el contexto por la pandemia de COVID-19 tendrán mayores vulnerabilidades y riesgos ante los cierres fronterizos y deportaciones, entre otros.

También, se deben incrementar las posibilidades de atención a la salud mental de las personas migrantes en los lugares de destino y trabajar en colaboración con los organismos internacionales, la academia, los gobiernos de la región, las organizaciones de la sociedad civil y religiosas que atienden de forma directa a las personas migrantes para poder lograr que el duelo sea resiliente y que la oportunidad de una nueva vida con mejores condiciones en verdad sea posible. Esto para poder incidir en la mejor salud mental, sobre todo, de las personas que migran de manera forzada quienes se enfrentan a las más diversas violencias que pueden llegar a tener consecuencias en sus vidas futuras si estos duelos no son llevados de manera adecuada.

Las limitaciones de los resultados parten por ser un análisis secundario en el que se cuentan con datos limitados y una muestra para la cual no fue diseñado el estudio principal. Sin embargo, se cuenta con testimonios ricos y complejos sobre la migración forzada de las personas centroamericanas migrantes a México o Estados Unidos, no siempre reconocida.

Agradecimientos

Dedico este trabajo a la memoria de Julito César Campos. A todas las personas migrantes que nos abrieron sus historias. A la Dra. Leticia Calderón-Chelius por la confianza y el apoyo siempre. A la Dra. Eva Moya por todo el acompañamiento y el trabajo realizado. Al Dr. Joseba Achotegui y la Dra. Dori Espeso por sus consejos y trabajo en favor de la salud mental de las personas migrantes.

Referencias bibliográficas


[1] Para fines de este artículo se utiliza el término países del norte de Centroamérica, en lugar de Triángulo Norte de Centroamérica (TNCA) para mayor claridad sobre las diferencias culturales, económicas, demográficas, políticas e históricas que existen entre Honduras, El Salvador y Guatemala. Esta diferencia es fundamental para comprender de mejor forma las especificidades que tienen las personas migrantes provenientes de cada uno de estos países, sin perder por supuesto la importancia de la zona como región de estudio.

[2] El estudio de Baader et al. (2012) demostró una sensibilidad de 92 % y una especificidad de 89 % de la escala PhQ9 para detectar personas con depresión cuando se compara con la escala de Hamilton-D.


 

  1. Doctora en Migraciones Internacionales e Integración Social por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), España. Maestra en Ciencias de la Salud por el Instituto Nacional de Salud Pública de México (INSP), México. Profesora del Departamento de Ciencias Básicas del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM-Campus Ciudad de México), México. Investigadora Posdoctoral del Instituto de Investigaciones Económicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tutor Dr. Alejandro Méndez, becaria del programa de becas posdoctorales de la Coordinación de Humanidades. Líneas de investigación: migración y salud. Contacto: im.eguiluz@gmail.com.