“El retorno de los viejos”. Ausencias, ejercicios paternos, redes familiares y comunitarias de hombres mayores migrantes

Segunda época, número 13, enero-junio 2022, pp. 187-206.1

Fecha de recepción: 26 de octubre de 2021.
Fecha de aceptación: 27 de mayo de 2022.

Autoras: Angélica Rodríguez Abad,2 María Alejandra Salguero Velázquez.3

Resumen

La migración de retorno de los hombres mayores a sus comunidades es un área de interés para las ciencias sociales y los estudios de género de los hombres y las masculinidades. En esta investigación se exploran los motivos para migrar, las ausencias físicas, pero no económicas; los ejercicios de la paternidad transnacional y las redes familiares y comunitarias que entretejieron mientras vivían en Estados Unidos. Las experiencias narradas por los varones viejos permiten entrever que se mantuvieron como migrantes irregulares sin posibilidad de hacer una vida en el norte, sus retornos son ambivalentes, por un lado, están los que regresan por decisión tras lograr el sueño americano como hacer una casa, un comercio, pagar deudas o la educación de sus hijos/as y, por el otro, los deportados que vieron frustrada la meta. En ambos casos, al regresar, se tornan como agentes extraños para su familia, su comunidad y para sí mismos ante los cambios en sus lugares de origen.

Palabras clave: hombres mayores, migración de retorno, paternidad, ausencias, redes familiares-comunitarias.

«The return of the elderly”. Absences, fatherhood, family and community networks of migrant old men

Abstract

The return migration of elderly men to their towns is an area of ​​interest for Social Sciences and Male Gender and Masculinities studies. This research explores the reasons for migrating, physical absences but not economic ones; the exercises of transnational fatherhood and the family and community networks that they wove while they were living in the United States. The experiences narrated by elderly men allow us to see that they remained irregular migrants without the possibility of a new life in the United States. Their returns are ambivalent; here we have those who returned after achieving the American Dream such as building a house, running a business, paying debts and paying their children’s education; and the ones who saw their goals frustrated  because they were deported. Upon returning, they become like strange agents for their family, their community and even themselves due to the changes faced in their birthplace.

Keywords: elderly people, return migration, parenthood, absences, family-community networks.

Introducción

El objetivo del presente artículo es conocer las trayectorias y experiencias de la migración de retorno de hombres mayores a sus comunidades de origen y vincularlo con los estudios de género y las masculinidades. Estas dos áreas de interés nos permiten visibilizar las voces y los rostros de quienes migraron y que en una etapa de la vida regresaron tras cumplir o no el sueño americano.

De acuerdo con Martínez (2017), la vinculación entre la vejez y la migración es un tema poco explorado, que requiere una comprensión sobre cómo los hombres envejecen, más allá de una mirada biológica y médica, situada en relación con las condiciones estructurantes de vivir en un contexto migratorio. En este sentido, “el retorno de los viejos” implica preguntarnos ¿por qué estudiar a los hombres mayores migrantes de retorno en la vejez? Como señala Velasco y Coubès: “en comparación con los migrantes que van a trabajar a EU, los que regresan suelen ser de mayor edad, y presentan un mayor número de enfermedades. La problemática de salud de estos migrantes se relaciona con sus condiciones de vida y trabajo en EU, así como en algunos casos, con la detención y el retorno forzado a México.” (2013, p. 10). Ante esto, es necesario analizar las trayectorias de vida en retrospectiva de la experiencia de vida de los varones migrantes en cruce con la desigualdad, la precariedad, la migración irregular, la violencia, la explotación física-intelectual, las incertidumbres y las ausencias en los entornos familiares y comunitarios de origen.

El contexto de estudio de esta investigación, son los espacios rurales del oriente del estado de Morelos, principalmente porque es allí donde la precarización laboral y la búsqueda por el sueño americano sigue siendo un referente generacional para los varones, quienes durante las etapas de juventud y adultez migran hacia Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.  Por tanto, es en esos contextos rurales donde el regreso de los viejos es una realidad invisibilizada, que requiere no sólo documentar las experiencias de vida, sino problematizar los costos y los retos que sugieren los retornos: mirar al padre envejecido física e intelectualmente, el rechazo y la escasa convivencia, así como las ausencias de redes familiares y comunitarias. Mayoritariamente los varones migrantes de retorno en la etapa de la vejez se resguardan en sus hogares, no interactúan y se mantienen al margen de ser vistos por otros.

En este artículo retomamos la experiencia de cinco varones migrantes de retorno en la etapa de la vejez, que durante las etapas de juventud y adultez migraron por cuestiones laborales, de ocupación y empleo hacia Estados Unidos. De acuerdo con sus historias personales, su trabajo estuvo asociado al campo agrícola, y su economía dependía de los recursos ganados tras las cosechas, recursos que también fueron utilizados para la proveeduría económica de su familia en el lugar de origen. Se reconoció que, en esta zona de Morelos, quienes mayoritariamente migran son hombres, padres de familia que deciden migrar solos, sin parejas y sin hijos/as, con el objetivo de trabajar para ganar y enviar dinero (remesas) que se materializa en mejores condiciones económicas y patrimoniales.

Así, el oriente del estado de Morelos constituye un área para el estudio de la experiencia migratoria, particularmente de aquellos varones que retornaron en la etapa de la vejez a sus hogares y comunidades de origen. Los resultados indican que la construcción de la identidad masculina se hace presente en la etapa joven y adulta de los varones, quienes bajo los esquemas normativos deben cumplir aquellos mandatos asociados con la proveeduría económica, la vida en pareja heterosexual, la reproducción y el ejercicio de la paternidad, y que, ante las dificultades económicas y precarias de sus lugares de origen, pero también a través de otros modelos de ser hombres migrantes, buscan la materialización simbólica de un hombre exitoso, que se traduce en la creación de un patrimonio para su familia. A partir de ello, los resultados se agruparon bajo tres categorías centrales: a) el contexto migratorio y su inicio en el tránsito migratorio; b) los ejercicios paternos transnacionales; y, c) la construcción de las redes familiares y comunitarias.

Los estudios de género de los varones y las masculinidades

La incorporación de los estudios de género de los varones y las masculinidades en los estudios sobre migración de retorno en el envejecimiento y la vejez masculina, apertura una brecha significativa para comprender una coyuntura histórica importante en el fenómeno migratorio y el envejecimiento poblacional (Montes de Oca, et al., 2008; Velasco y Coubès, 2013; Martínez, 2018).

Desde  los estudios de género de los varones y las masculinidades, se ha documentado que la masculinidad se construye y cambia según la cultura y el curso de vida de los varones (Jiménez, 2015), en el que a partir de un modelo de masculinidad tradicional/hegemónica[1] existen una serie de mandatos o atributos masculinos ideales y arraigados culturalmente en sociedades occidentales como la fuerza, el poder, el vigor y la potencia, la invulnerabilidad y la autonomía, que operan de manera intra e intersubjetiva y socializadora de los comportamientos; referentes simbólicos e imaginarios de una identidad subjetiva. Es así, que la identidad será entendida como una “amalgama que se va fraguando —sin endurecerse— a lo largo del tiempo (de toda la vida) y de las experiencias vividas y que va asumiendo diversas formas por el propio movimiento de sus componentes personales, sociales, familiares, culturales, discursivos, políticos, etc.” (Leite, 2011, p. 114). Es así como los mandatos o atributos masculinos cruzan una serie de configuraciones de las prácticas relacionales de género en el que es importante comprender cómo se interceptan diferentes marcadores sociales como la clase, la raza, la etnia, la generación, la edad, la sexualidad, entre otras (Alves y de Oliveira, 2020).

En este sentido, si nos centramos en dos estapas cruciales de la masculinidad —la transición de la juventud a la adultez— nos otorga referentes importantes para comprender otras aristas asociadas no sólo en el plano sexual, sino económico y material. Fuller (2001) nombra este tránsito como la maduración de la identidad masculina, debido a las implicaciones de las preocupaciones, responsabilidades y disminución de la libertad; ya que si en la etapa de la juventud los hombres tenían un vínculo fuerte con sus familias y grupo de amigos, es en la adultez donde se debe de cumplir la normativa entre la vida laboral y familiar, ya que es un hombre aquel “que trabaja y acumula bienes y prestigio para proveer y asegurar a su familia. Adquiere, asimismo identidad pública al convertirse en el representante de su grupo familiar” (Fuller, 2001, p. 431). La paternidad, será considerada la consagración final de la masculinidad en su versión de hombría, la última prueba de la virilidad y culminación de los ritos de iniciación entre los hombres (Fuller, 2001; De Keijzer, 1997; Gilmore, 1994).

Por tanto, la adultez representativa desde la masculinidad va encaminada a la apropiación de bienes económicos que se traduce en la materialización de un inmueble (hogar, vehículo, comercio). Para los hombres el hacer implica demostrarse a sí mismos y a otros hombres que pueden lograrlo a través del esfuerzo físico y mental. Para ciertos contextos, existe un referente de masculinidad exitosa (tal es el caso, de los hombres que migraron hacia Estados Unidos), aquéllos que fueron capaces” de dejar a sus familias, hogares y trabajos en busca de mejores condiciones de vida. Durante sus ausencias, se transforman en presencias que otros pueden observar a través de la mejora de un patrimonio, el envío de dinero o la estabilidad financiera de sus familias. Por tanto, existe una obligatoriedad de la autonomía, de la proveeduría y del poder en el espacio público.

Aunque existen vacíos analíticos desde las masculinidades para comprender los significados del envejecimiento masculino, de acuerdo con la etapa cronológica, una persona es mayor cuando cumple los sesenta años, sin embargo, en ciertas sociedades puede ser entendida como el fin de un ciclo de vida laboral o familiar. Pero, más allá de la visión normativa del fin de un ciclo en la vida productiva y reproductiva de los varones, nos preguntamos qué sucede con aquellos varones migrantes que retornaron en la etapa de la vejez a sus comunidades de origen, y que al regresar enfrentan incertidumbre económica, de seguridad social, además de la incertidumbre de contar con sus redes familiares y comunitarias; qué notas experienciales nos pueden proporcionar las trayectorias de vida de los hombres migrantes de retorno en la etapa de la vejez.

Antecedentes de los estudios de la migración de retorno Estados Unidos-México

Desde hace varias décadas, el estudio de la migración México-Estados Unidos ha sido ampliamente abordado por diferentes disciplinas de las ciencias sociales que han aportado una aproximación teórica, tipológica y conceptual del fenómeno migratorio.  Tal es así, que las complejidades de la migración trasnacional han dado pie a las aportaciones teóricas, empíricas e históricas que han permitido caracterizar sus diferentes motivos: cambios climáticos, luchas políticas, conflictos violentos, cambios económicos (Fernández, 2013). Desde estas perspectivas en el estudio de la migración, ha sido posible comprender que la migración no es sólo un asunto meramente demográfico del desplazamiento físico de las personas, sino socio-antropológico que invita a caracterizar y recuperar las experiencias migratorias desde los rostros y las voces de las personas migrantes (Montes de Oca Zavala et al., 2008; Flores, 2010).

A inicios del siglo XX, las temáticas centrales en los estudios sobre la migración humana fueron: conceptualizar el fenómeno migratorio, caracterizar el perfil migrante, identificar los patrones de población migrante, analizar el impacto de la migración en temas de salud y bienestar, conocer las transferencias económicas e identificar los lugares de procedencia de quienes migraban de México hacia los Estados Unidos (Montes de Oca, et al., 2008; López y Mojica, 2013). Con el tiempo, se hace evidente un incremento en el estudio de la movilidad humana y es a finales de los años setenta y ochenta del siglo XX que el interés se hace presente con la intención de analizar por regiones el fenómeno de la migración (López y Mojica, 2013). De acuerdo con Valenzuela (2008), entre los factores que identificaron la relación migrante de mexicanos a Estados Unidos tiene que ver con la cercanía geográfica, las asimetrías económicas entre ambos países, la relación histórica por el territorio que alguna vez perteneció a México y las políticas migratorias (particularmente el Programa Bracero 1942-1964).

En 1942 Estados Unidos solicitó mano de obra bajo un sistema de contratación denominado enganche[2], que “ante la escasez de fuerza de trabajo, los empleadores del sector agrícola solicitaron a los políticos un acuerdo con México que les proveyese de un mejor acceso a la mano de obra mexicana: el Programa Bracero” (Torre y Giorguli, 2015, p. 14).  La mayor migración fue principalmente masculina. Sin embargo, estos acuerdos llegaron a su fin a partir de 1964, año en que iniciaron las restricciones para los inmigrantes mexicanos, lo que trajo consigo un incremento de la inmigración indocumentada (Torre y Giorguli, 2015).

A partir de ello, ser migrante transitó de la mano de obra solicitada a la indocumentada. Esto marcó un hito importante en la manera de concebir a la persona que migra hacia Estados Unidos en un acontecimiento de transgresión y criminalidad. Tal como señalan Torre y Giorguili (2015), de 1986 a 2011 la Ley de Reforma Inmigratoria y Control (IRCA, por sus siglas en inglés) implementó tres medidas para erradicar el problema de la inmigración indocumentada: sancionar a empleadores, fortalecer la frontera Estados Unidos-México y promover una amnistía para aquellas personas indocumentadas que probaran haber residido y trabajado los últimos cinco años (LAW) y un Programa Agrícola de Trabajadores Especiales (SAW). Pese a ello, la migración continuó, se fortalecieron las redes de inmigrantes indocumentados y se dispersó la inmigración mexicana por todo el territorio norteamericano.

En el año 1990 incrementó el control y vigilancia de la frontera EUA-México, no sólo se trataba de disminuir el ingreso de los inmigrantes al territorio norteamericano, sino que “el cruce sin la debida documentación ahora implica costos mucho mayores, tanto económicos como no económicos, lo que ha hecho que este tipo de inmigrantes se quede de manera más permanente en Estados Unidos” (Torre y Giorguli, 2015, p. 15). Asimismo, la duración de la estancia de los migrantes en Estados Unidos no es necesariamente permanente, sino circular:

[…] Lindstrom (1996), Massey y Espinosa (1997) y Massey Durand y Riosmena (2006), entre otros, muestran que en un número muy elevado los inmigrantes mexicanos pasan uno a dos años en el país vecino y regresan. No se quiere decir con esto que dicha movilidad sea definitiva: muchos de los que regresan, migrantes de retorno según la definición que se utiliza para este trabajo, son en un sentido más preciso migrantes circulares, es decir, a lo largo de su vida realizan diversas idas y venidas entre México y Estados Unidos (Torre y Giorguli, 2015, p. 13).

Los estudios sobre los que regresan a sus comunidades de origen son recientes (Fernández, 2013; Martínez, 2017) a pesar de que durante las primeras décadas del siglo XX el regreso de los migrantes se dio de manera forzada por medio del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), conocida como la migra (López y Mojica, 2013). La crisis económica y financiera de 2008 en Estados Unidos fue un parteaguas significativo de la nueva fase migratoria debido al incremento en el aumento de los retornados a consecuencia de los cambios en las políticas migratorias, la seguridad fronteriza, las medidas restrictivas de control migratorio y los efectos en el mercado de trabajo tras la recesión de la crisis global (Reartes, 2018).

En el periodo presidencial de Barack Obama incrementaron las detenciones y deportaciones de personas inmigrantes en Estados Unidos —principalmente de hombres centroamericanos— todo ello bajo un contexto de crisis económica que afectó el mercado laboral (Villafuerte y García, 2017). Por tanto, para el ICE una persona sin documentos en el territorio estadounidense era considerada un delincuente que ha violado las leyes norteamericanas además de una persona indeseable (Ríos, 2017; López y Mojica, 2013). A pesar de existir el “Programa de Repatriación Humana” del Instituto Nacional de Migración (INM), que tiene como objetivo apoyar a los mexicanos deportados —mayormente hombres con una edad promedio de 31 años—, esto no hace posible aminorar los riesgos de la población que retorna y recibir algún apoyo por parte del gobierno estatal o municipal (Velasco y Coubès, 2013).

Las personas que son deportadas frecuentemente deciden alojarse en los límites de México, en particular en “El Bordo de Tijuana”. Ríos (2017) documentó que las personas deportadas no regresan a sus lugares de origen, sino que se alojan en esta área con la idea de volver a cruzar la frontera.[3] Mientras eso sucede, se encuentran en situación de extrema vulnerabilidad, con pocas posibilidades de reinserción laboral, viven en situaciones inhumanas, miserables y de rechazo. Además, son percibidos por los mismos mexicanos como peligrosos, estigmatizados y como una amenaza social. La mayoría se dedican a actividades en el sector informal ante la falta de documentos de identidad que les permitan acceder a un empleo formal. Por lo tanto, las personas que habitan en “El Bordo” trabajan en actividades tales como: limpiar carros, separar verdura del mercado, reciclaje, ambulantaje, albañilería, inclusive pedir dinero (Velasco y Coubès, 2013).

Sin embargo, actualmente las investigaciones sobre migrantes de retorno se enfocan en estudiar a otros grupos de población, particularmente aquéllos que retornan en la etapa de la vejez. Como señala Martínez (2018), el panorama reciente da cuenta del aumento de personas con más de sesenta años de edad que retornan a México.

Muestra de ello es que entre 2000 y 2010 aumentó el retorno de adultos mayores en 158% lo que en números absolutos representa alrededor de 35 mil adultos mayores (García y Gaspar, 2016). Aun cuando no se pueden identificar las causas específicas del retorno, por medio de estimaciones censales se puede encontrar que la reunificación familiar, los problemas de salud o la falta de empleo son algunos de los motivos de retorno de los adultos mayores (Martínez, 2018, p. 130).

Ante este panorama es necesario estudiar a los hombres migrantes de retorno en la vejez, con el fin de comprender el regreso del migrante al lugar de origen y conocer los significados, las incertidumbres y las experiencias de regresar al lugar donde nacieron, crecieron y se ausentaron por largo tiempo de sus familias y la comunidad.

Metodología y contexto de estudio: observación participante y notas de campo en el estudio de la migración de retorno

Este trabajo de investigación retoma la metodología cualitativa con énfasis en la interpretación y el método biográfico-narrativo. Esta perspectiva permitió comprender a través de las voces de los actores los contextos en que viven y el sentido de las acciones propias y de otros actores (Reséndiz, 2003). El acercamiento de quien investiga y los sujetos de estudio son fundamentales porque no sólo se trata de recoger y analizar datos, sino de darle un sentido a la complejidad de la vida, de la acción humana y social. En este sentido, nos interesaba desde la aproximación cualitativa dar voz a los entrevistados en ese encuentro dialéctico generado a través de la charla y la relación empática donde surgen los relatos y las experiencias de quienes compartieron sus vivencias cotidianas.

El ingreso al campo en las comunidades del oriente del estado de Morelos se realizó de agosto de 2021 a enero de 2022, se contactaron a diferentes personas que nos permitieron identificar a informantes clave y participantes de la investigación. Conforme el rapport incrementó, fue notoria nuestra presencia, lo que permitió interactuar sin intermediarios con las personas de las comunidades. La estrategia fue conversar sobre su día a día, a fin de conocer de manera general la cotidianeidad, actividades, horarios y dinámicas de las comunidades. Poco a poco, logramos llegar a nuestros informantes centrales para ser entrevistados. Los criterios de inclusión de la muestra fueron por conveniencia: ser del sexo masculino, estar en el grupo etario de 60 a 80 años, ser migrantes que hayan retornado de Estados Unido, haber vivido varios años en aquel país, ser padres de hijos/as adultos/as, y ser originarios de las comunidades rurales del oriente del estado de Morelos.

El estado de Morelos se encuentra ubicado en la región centro sur del país, limita al norte con la Ciudad de México, al este con Puebla, al sur con Guerrero y al oeste con el Estado de México. De acuerdo con su regionalización el estado está constituido por 36 municipios integrados en cuatro grandes áreas específicas: a) Zona Norte: Cuernavaca, Huitzilac, Tepoztlán, Tlalnepantla, Totolapan, Atlatlahucan, Yecapixtla, Ocuituco y Tetela del Volcán; b) Zona Oriente: Zacualpan de Amilpas, Jantetelco, Jonacatepec, Tepalcingo y Axochiapan; c) Zona Sur Oeste: Tlaquiltenango, Jojutla de Juárez, Zacatepec, Puente de Ixtla, Amacuzac, Coatlán del Río, Tetecala, Mazatepec y Miacatlán; y d) Zona Centro: Temixco, Yautepec, Jiutepec, Emiliano Zapata, Ayala, Tlaltizapan y Cuautla (INEGI, 2013).

Las estimaciones del Consejo Nacional de Población (CONAPO) con base en los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Geografía (INEGI) indican que el estado de Morelos en 2010 presentó un alto grado de intensidad migratoria de tipo económico-laboral, particularmente en la zona oriente del estado.  En esta zona, la actividad productiva se sustenta a partir del trabajo agrícola en pequeños productores (ejidatarios, propietarios, medieros y rentistas), pero ante un clima atravesado por las crisis económicas y la disminución de políticas gubernamentales para impulsar la producción agrícola, los campesinos abandonaron sus tierras de cultivo en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias (Guzmán y León, 2005; Sánchez, 2008). Esto se ha traducido en la movilidad de personas de zonas rurales hacia otros estados (migración interna) y hacia Estados Unidos (migración externa), lo que representa cambios significativos e implicaciones en los ámbitos demográficos, económicos y sociales (CONAPO, 2012). De acuerdo con Guzmán y León (2005, p. 104):

[…] el panorama de la migración rural es sumamente complejo, con variaciones de acuerdo con las condiciones de cada región, localidad y unidad familiar. Estos movimientos de población implican grandes transformaciones tanto en los lugares de procedencia como en los de llegada y en los procesos de traslado; se establecen cambios sociales y culturales en los distintos ámbitos que participan directa o indirectamente, es decir, entre los migrantes, en los pueblos, en las ciudades, en las relaciones y organizaciones familiares, en las dinámicas comunitarias, en los procesos de identidad, en las relaciones laborales, etc.

A partir de los datos del CONAPO y el material bibliográfico reunido nos permitió conocer los aportes teóricos-conceptuales sobre las tres aristas de interés: migración, retorno, vejez masculina. Además de conocer las épocas de la migración[4] y cómo ésta dota de posibilidades para que en un inicio la mano de obra de hombres mexicanos fuera solicitada “legalmente”, pero que posteriormente emergiera un cambio en las políticas migratorias, construyéndose el perfil del migrante indocumentado.

El trabajo de campo inició con la observación participante en las comunidades del oriente de Morelos. Se identificó que existe una mayor presencia de mujeres, niños/as y personas mayores. A través del contacto con los lugareños, se supo que en el caso de los varones se encuentran ausentes de manera temporal del lugar. Algunos, por motivos de trabajo en el campo, acuden durante el día a los terrenos agrícolas para preparar sus parcelas. Otros, son contratados como jornaleros para trabajar en municipios aledaños en el corte de ejote, maíz, frijol, cebolla o jitomate. Y finalmente, aquellos varones que migraron hacia Estados Unidos o Canadá y regresan a las comunidades en determinadas temporadas: por finalización del contrato, fiestas decembrinas (navidad y año nuevo), fiestas patronales o eventos significativos de carácter familiar.

A partir de las notas de campo, se identificó que en los últimos años han retornado de manera definitiva hombres mayores, que en la etapa de la juventud y adultez emprendieron su trayecto migratorio. Ante ello, nos interesó saber quiénes eran, por qué todas las tardes y noches se encontraban sentados en sillas, banquetas o piedras a observar las solitarias calles de las comunidades del oriente de Morelos. Nuestro transitar en localidades rurales inició con preguntas generales ¿quiénes son las personas mayores que se encuentran fuera de sus hogares? ¿qué historias de vida nos pueden compartir sobre quiénes fueron en otras etapas de su vida, quiénes son actualmente y qué proyectos de vida tienen?

El acercamiento hacia una de las personas mayores se dio de manera espontánea, saludamos y preguntamos si era posible sentarnos por un momento para dialogar. La persona afirmó con un pequeño movimiento de cabeza y nos invitó a sentarnos en la orilla de la banqueta. Le preguntamos cómo iba su día, nos relató que todo tranquilo, que se encontraba descansando mientras observaba a los niños correr por las calles del pueblo. Sonreímos y afirmamos. Comenzamos a dialogar sobre la cotidianeidad de la localidad, acerca de cómo atardece y cómo poco a poco las luces se encendían a las afuera de las casas. En ese momento, inicia una historia interesante, se trata de un hombre que retornó de Estados Unidos, que regresó porque lo expulsaron en un momento inesperado, en el momento en que aún le faltaban proyectos por terminar.

Le preguntamos ¿cuáles proyectos?, y comentó:

[…] trabajé por muchos años en el gabacho, me fui cuando tenía treinta años, cuando mis hijos estaban por ingresar a la secundaria y yo, siendo campesino no podía pagarles una carrera universitaria, así que tuve que migrar para darles una casa y pagar sus estudios […] (Roberto, entrevista, 2021).

La historia dota de una etapa importante de la vida de la persona y respondió sin preguntar por qué decidió migrar, pero lo que nos interesó saber fue ¿por qué dice que le faltaban proyectos por concluir? La respuesta fue:

[…] regresé con la cola entre las patas, regresé en el momento en que aún no lograba terminar mi casa, mis hijos no concluyeron sus carreras porque no quisieron y ahora que he regresado viejo y cansado, mis hijos ya no están y mi mujer no me reconoce (Roberto, entrevista, 2021).

Este testimonio nos invita a imaginar quién era ese hombre migrante que en la edad adulta se fue hacia Estados Unidos y que, a su regreso, se asume como una persona ajena a su comunidad, a su familia y a sí mismo. La narrativa fugaz y superficialmente compartida por Roberto dio paso para preguntarnos sobre quiénes son las personas mayores que se encuentran en las comunidades rurales, qué historias pueden contarnos, qué trayectorias han vivido y qué impacto ha tenido la migración sobre sus propias vidas, sus relaciones familiares y comunitarias.

A continuación, presentamos las narrativas de cinco varones mayores (véase cuadro 1) que retornaron de Estados Unidos, quienes comparten similitudes y diferencias de la experiencia migratoria. El retorno se torna distinto, lo que nos lleva a preguntarnos sobre el ejercicio de paternidad tras su regreso, cómo se reincorporan a su vida familiar y comunitaria.

Cuadro 1. Datos sociodemográficos de los varones migrantes de retorno en la vejez
Identificador Estado       civil A qué se             dedica Hijos/as Comunidad de origen Ciudad de

destino

José Luis, migrante de retorno 71 años Casado Campesino 4 hijos

3 mujeres

1 hombre

Tepalcingo, Morelos Minneapolis
Roberto, migrante de retorno, 76 años Separado Campesino 6 hijos

4 mujeres

2 hombres

Jonacatepec, Morelos  

Los Ángeles California

 

Medardo, migrante de retorno, 68 años Casado Campesino-jornalero 3 hijos

2 mujeres

1 hombre

Tepalcingo, Morelos Los Ángeles California
Fidel, migrante de retorno, 64 años Unión Libre Campesino 4 hijos

1 hija

3 hijos

Axochiapan, Morelos Minnesota
Epifanio, migrante de retorno, 69 años Viudo Comerciante 3 hijos

2 hijas

1 hijo

Axochiapan, Morelos Nueva York

Fuente: elaboración propia con información de trabajo de campo, 2021.

La invitación a los varones a participar se hizo de manera verbal, las primeras visitas se iniciaron con una entrevista semiestructurada donde se abordaron las siguientes  temáticas: experiencia migratoria (motivos de la migración, edad en que migró, tiempos que vivió en otro país, tipos de empleos), relación familiar (ejercicio de la paternidad transnacional, comunicación con pareja e hijos/as), retorno (motivos del regreso, caracterización del tránsito migratorio de retorno) y redes sociales y comunitarias (durante su ausencia, migración circular y el retorno definitivo). La duración de las entrevistas varió y con algunos participantes las entrevistas requirieron dos o tres sesiones. Posteriormente, se transcribieron las entrevistas a fin de identificar vacíos temáticos, palabras que no se comprendían y que impedían seguir con claridad la narrativa. A pesar de la solicitud de los entrevistados de que sus nombres reales fueran mencionados en el trabajo de investigación, tomamos la decisión de utilizar seudónimos.

Hallazgos

A continuación, compartimos las narrativas de los cinco varones mayores entrevistados. Se decidió agrupar la experiencia migratoria de retorno, bajo tres aristas particulares:

  1. El contexto migratorio y su inicio en el tránsito migratorio: se ilustran los motivos de la migración, las edades en que migran y las condiciones que se presentan el cruzar la frontera
  2. Los ejercicios paternos transnacionales: ante las distancias físicas, se comparten las experiencias, estrategias y ausencias de los hombres sobre su paternidad.
  3. La construcción de las redes familiares y comunitarias: las relaciones a distancia o durante la estadía por los retornos paulatinos con la familia y la comunidad.

En cada arista, compartimos las narrativas que hacen alusión a la comprensión de lo que sucedía en ese momento de la trayectoria de vida del hombre migrante, que ante su ausencia hace presencia (no necesariamente física, sino económica, material o simbólica) en el ejercicio de la paternidad, las relaciones familiares y comunitarias. O bien, los casos en que la ausencia se hace presente durante todo el tiempo que se encontró en los Estados Unidos.

Los retornos de los hombres migrantes en la etapa de la vejez

Los retornos (en plural), permiten comprender que los regresos de mujeres y hombres a sus lugares de origen no se dan en las mismas circunstancias, lo que otorga experiencias heterogéneas. En este apartado hablaremos sobre los retornos (eje central sobre el cual se entretejen las otras aristas) con la intención de comprender las trayectorias de los hombres migrantes. Se inicia la historia de la trayectoria migrante a partir del presente en retrospectiva con el pasado. Tal y como refieren Porraz y Hernández (2019, p. 80) “entender el retorno es también entender el origen, analizar las condiciones en las que sucede el fenómeno migratorio”.

“El retorno de los viejos”, una frase que dice mucho sobre la percepción que las personas habitantes de las comunidades tienen sobre las personas mayores que regresaron a sus lugares de origen posterior a su estadía en Estados Unidos. Sin embargo, las formas de concebir los regresos no siempre son a favor del migrante de retorno, primero ante la concepción de que tras años de ausencia física no hay un reconocimiento de la persona que se fue y la que regresó (cuerpo envejecido), influye también la manera en cómo regresaron (por decisión o por deportación) y, finalmente, si los migrantes no mantuvieron una relación de contacto con los habitantes de la comunidad son vistos como agentes extraños.

Aquellos hombres viejos que fueron deportados y regresaron a sus comunidades de origen son señalados por sus vecinos al considerarlos como personas que “fracasan en el intento” y regresaron en condiciones de miseria, marginación y desempleo. A esto se suma que “son vistos con temor por representar un riesgo para la comunidad” (Porraz y Hernández, 2019, p. 76), como agentes extraños y tras el rechazo, no forman parte de las actividades que se realizan entre vecinos en la comunidad como reuniones ejidales, eventos religiosos, culturales o deportivos. Es así, que los migrantes deportados, viven una doble discriminación, por el país receptor y las autoridades, pero también por el país expulsor y todos aquéllos que conocieron su retorno forzado.  Los hombres mayores que fueron “agarrados por la migra” y deportados, nos llevan a otras experiencias que necesitan documentarse. Y es que la migración forzada se da cuando los migrantes son detenidos por “las autoridades de los países receptores en las fronteras, al momento del cruce o ya en país receptor, en calidad de migrante irregular” (Porraz y Hernández, 2019, p. 79).

El sueño de regresar se ve frustrado por los problemas con la justicia, porque para ellos quedaron “vetados, señalados, inclusive marcados para entrar hacia Estados Unidos”. Así que no sólo fueron expulsados por las autoridades estadounidenses, sino que los lugareños cuestionan los motivos sobre cómo se presentaron los casos para ser regresados. Finalmente, “no cumplieron con el objetivo que promueve el imaginario de la migración (los bienes materiales, la casa, el carro)” (Porraz y Hernández, 2019, p. 87). En sintonía con lo documentado por Porraz y Hernández (2019), los hombres mayores que retornaron a sus comunidades de origen viven experiencias de frustración, miedo y soledad, principalmente cuando son señalados y criticados por no lograr el sueño americano.

Así, entendemos que los retornos son diversos, esto se traduce en comprender las experiencias de los retornos desde dos ópticas centrales (al menos desde las expresadas por los informantes): aquéllos que regresaron contra su voluntad, debido a que fueron agarrados por la migra, sin posibilidad de regresar tanto por la desmotivación, así como por el cansancio que se hace manifiesto en su cuerpo, planes y sueños. Pero también, de aquellos que regresan por decisión, tras cumplir y materializar en un patrimonio el sueño americano tras varios años de ausencia de sus familias y comunidades, pero con redes sociales solidas tanto con sus parejas, hijos y personas de la comunidad. Son los migrantes de retorno que son vistos como personas exitosas, que lograron los objetivos planeados y materializados, mismos que se encuentran a la vista de las personas de la comunidad. Para generaciones adultas y jóvenes, los hombres mayores que retornan a sus comunidades de origen son vistos con admiración y respeto. Algunos los llaman “hombres de verdad, leales y responsables”, y tras el retorno ocuparon un lugar prestigioso en la comunidad.

El contexto migratorio y su inicio en el tránsito migratorio

En las comunidades rurales, la migración forma parte de la historia y vida cotidiana de las personas. En cada hogar, hay vidas interconectadas generacionalmente sobre quienes migraron, algunas narrativas hacen alusión a quienes se fueron y regresaron, pero también hacia los que murieron en el intento por cruzar la frontera. Se sabe que existen familias que la única opción para trabajar y obtener recursos económicos es a través del envío de remesas, ya que el campo mexicano es desvalorado por las escasas ganancias que se generan.

Es interesante encontrar entre las narrativas de los varones mayores entrevistados, que la idea de la migración tiene una influencia previa con otros hombres que decidieron emprender la búsqueda del sueño americano. Recuerdan que, durante sus infancias, sus progenitores hablaban de los hombres que se habían atrevido a dejar sus tierras para irse al norte, los describían como “hombres fuertes, valientes y fregones”, porque se habían arriesgado a irse con desconocidos, algunos por contratos directos para trabajar en los campos agrícolas o como ferrocarrileros; y otros, pese a desconocer lo que harían, emprendían el camino en busca de otras formas de vida. Ante esa imagen del hombre migrante, las pocas posibilidades de empleo en la comunidad y la construcción del imaginario social de lo que representa migrar hacia Estados Unidos ha permanecido generacionalmente entre los hombres, quienes emprenden el trayecto migratorio en alguna etapa de su vida.

Esa imagen del hombre migrante representó para los entrevistados un ejemplo de masculinidad, a pesar de que a algunos de ellos no los volvieron a ver por la comunidad, otros regresaron y continuaron con su vida en el campo; mientras los que hicieron cambios en las comunidades, tras el envío de remesas, forjaron un patrimonio propio, cambiaron los materiales para la construcción de casas, la pavimentación de calles y el alumbrado público. Este cambio en la imagen de la comunidad rural generó en los varones entrevistados un rechazo a las actividades que sus progenitores realizaron como jornaleros, campesinos, obreros o albañiles.

La construcción del imaginario social del hombre migrante es uno de los primeros motivos para tomar la decisión de migrar. No obstante, más allá de la visión romántica del migrante, éstos enfrentan situaciones que se hacen presentes en la etapa productiva y reproductiva. Desde su identidad masculina, la responsabilidad exclusiva de la proveeduría económica que gira en torno al sostenimiento de la familia, el nacimiento de los hijos/as, el pago de deudas económicas y la búsqueda para la construcción de un patrimonio, son los motivos centrales para decidir migrar.

Decido irme con un hermano, él es mi sobrino, pero se crió como un hermano de mi familia. Ya tenía tiempo por allá y vino, le platiqué de mi situación y más que nada le pedí apoyo y me dijo que sí. Y me decía “es más fácil que pagues tu cirugía estando allá, que estando acá”. Me dice “yo arreglo y vámonos” y fue como me fui (José Luis, migrante de retorno 71 años, 2021).

Cuando yo me fui al norte, mis hijos estaban pequeños todavía. Yo no les dije nada, sólo le dije a mi mujer que me iba a Estados Unidos y eso fue un día antes. Es decir, hoy se lo dije y mañana me fui. O sea que no fue una despedida de días, sino que hoy se lo dije en la tarde y al otro día me fui a las cuatro de la mañana. Entonces la reacción que se siente es fea, pero hay que enfrentarlo, porque uno va con la idea de una mejor vida, de lograr cosas materiales que no lograríamos aquí (Medardo, migrante de retorno, 68 años, 2021).

Me tuve que ir por el deseo de salir adelante y hacer mi casa. Porque antes cuando me junté pues me traje a mi esposa a un cuartito que solo era de adobe y de lámina. Cuando me fui al norte nomás les eché la bendición y me despedí de mi esposa. Se siente bien gacho, pero tenía que hacerlo, ya era una determinación que tomaba y pues no podía voltear atrás. Son emociones encontradas, mis hijos estaban durmiendo. Pero me fui con el anhelo de tener mi casa, mis cuartitos arreglados y luché siempre por eso. Me fui pensando en salir adelante, pero por ellos, porque esa era mi meta (Fidel, migrante de retorno, 64 años, 2021).

Las historias cruzadas de los varones entrevistados traen consigo recuerdos de dolor ante la ausencia de despedirse de su pareja en el momento antes de partir y de salir mientras sus hijos/as dormían. Para ellos, representó una forma de aliviar el dolor de partir ante un lugar desconocido, pero en mente la idea de construir un patrimonio para sus familias. Ante ello, cruzar la frontera se da en el contexto en el que los acuerdos para solicitar mano de obra de Estados Unidos a México se habían terminado. Es así, que cruzaron la frontera como irregulares, en un tránsito complejo.

Para cruzar la frontera me tomó quince días, porque allá estaba un grupo grande para cruzar. Porque antes se cruzaba por multitud, pasaban de cuarenta o cincuenta juntos, y ahora no, ahora son grupos chiquitos, y ya solo pasan unos cuantos. Separan a uno y antes no, antes si te ibas con alguien de acá, pasábamos juntos, si no, no pasábamos. Ahora no, ahora está muy difícil (José Luis, migrante de retorno 71 años, 2021).

El coyote nos dejó en el desierto y nomás nos dijo “caminen”. Y miré que los otros empezaron a correr y correr. Corrí con ellos, no sé cuántos días dilaté para llegar. Pero no, a mí cuando me dijeron que todo era bonito allá, pues me la creí y me animé. Pero la verdad, estando allá, te das cuenta de que no, que no es como te lo pintan, que no es fácil la vida allá, que tienes que estar escondiéndote, que tienes que andar corriendo y pues no, no es vida […]  (Medardo, migrante de retorno, 68 años, 2021).

El inicio de la migración para los varones representó la búsqueda del sueño americano, pero implicó en ellos un cambio de paradigma en torno a la visión construida del migrante y las dificultades que representó ser migrante irregular. Tras ello, comparten que llegar a Estados Unidos trajo consigo nuevos retos: el lugar donde habitarían (algunos en casas de familiares), la búsqueda del empleo (en lugares que fuera posible debido a la irregularidad) y confinados en un pequeño espacio.

Llegué a vivir a Minneapolis, llegué a vivir con mi hermano. Dormíamos en un apartamento, eran pequeñas habitaciones. Ahí dormíamos alrededor de seis en un solo cuarto, algunos en una cama otros en el piso […] (José Luis, migrante de retorno 71 años, 2021).

Vivíamos en un apartamento, en un mismo cuarto vivíamos como doce personas. Eran dos recámaras, la sala y la cocina y allí todos amontonados, unos en el piso y los que podían en la cama, sobre todo los que rentaban la recámara. Nosotros en el piso o sofá, donde nos acomodáramos. Allí estuve ocho meses, después me fui con mi hermano a Los Ángeles y allí empecé a trabajar pegando azulejo, pero siempre vivíamos todos amontonados, donde podíamos dormíamos […] (Fidel, migrante de retorno, 64 años, 2021).

Nos dieron una recámara y una cama amplia y dormíamos con otros hombres. Allí amontonados […] (Medardo, migrante de retorno, 68 años, 2021).

La decisión de migrar trae consigo una serie de situaciones que enfrentan ante los riesgos, temores e incertidumbres por la constante posibilidad de ser retornados debido a ser migrantes indocumentados. En un territorio en el que se apegan hasta intentar cumplir los sueños y metas que los acompañan desde el primer momento que inician su trayecto migratorio.

Los ejercicios paternos transnacionales, ausencias y presencias

La paternidad se entiende como un proceso sociocultural, en el que los varones asumen y desempeñan el ejercicio paterno que, desde un orden de género dota de esquemas normativos a la identidad masculina asociada al rol de proveedor sin tiempos para la presencia física, afectiva y lúdica, otorgando una serie de prácticas, significados y vivencias. Están esas otras paternidades ausentes, aquellas que, por motivos laborales, de migración están allí “trabajando, dando […] proveyendo” (Salguero, 2006; Salguero, 2020), además de desarrollar prácticas y estrategias para mantener su relación desde el otro lado de la frontera con sus familias que permanecen en los lugares de origen (Nájera, 2020).

Desde la experiencia del ejercicio de la paternidad de los hombres migrantes de retorno en la vejez, ser padre estuvo asociado con la visión de responsabilidad exclusiva de proveer. Asimismo, aprendieron que ser hombre en la comunidad representaba la idea del migrante exitoso, de aquellos que “la supieron hacer” porque lograron edificar una casa, dar estudios universitarios a sus hijos y nunca dejaron de enviar dinero para comer. Para ellos, el hombre de éxito se caracteriza por lograr materializar el sueño americano, que tras años de esfuerzo, ausencia y sufrimiento logró tirar aquella “casita vieja con paredes de adobe y techo de lámina de cartón”. Y que, con el paso de los años, su pareja e inclusive sus padres, lograron cimentar un patrimonio, una “casona chingona”, que irrumpe con el escenario rural del contexto. Un hogar construido al centro de un gran terreno (a veces heredado, otras adquirido), con grandes ventanales que permite mirar en su interior paredes pintadas de blanco, habitaciones distribuidas entre la estancia, la sala, la cocina y las recamaras. Por fuera, pintadas de colores llamativos, naranja, verde o amarillo; alrededor todo bardeado tan alto que sea imposible brincarse. Al centro un gran portón.

Tras esos otros modelos de ser hombres y de ser padres, están las historias de los varones migrantes entrevistados sobre cómo fueron los ejercicios paternos durante su estadía en Estados Unidos, lo que nuevamente permanece es la idea del compromiso económico con sus parejas e hijos/as. Ante sus ausencias, implementaron estrategias de comunicación a distancia, en un contexto en el que las redes sociales tales como el uso de WhatsApp, Facebook o Messenger no eran una opción.

Me comunicaba con mi familia por teléfono. No teníamos teléfono en casa, entonces llamaba a casa de un vecino. Durante ese tiempo, le llamaba principalmente a mi esposa, para decir como estaba todo y decirle que estaría enviando el dinero (José Luis, migrante de retorno 71 años, 2021).

Para hablar con mi familia, le llamaba por teléfono a la casa de mi suegra. En ese entonces se compraba una tarjeta y ya me comunicaba con mi mujer y mis hijos (Medardo, migrante de retorno, 68 años, 2021).

Sin embargo, también se encuentran las narrativas de aquellos varones que decidieron no dialogar con sus hijos/as, sólo con sus parejas a quienes les indicaban asuntos meramente económicos como el envío de remesas, la adquisición de material para construcción o para exigir que impusieran su autoridad sobre sus hijos/as.

Por muchos años nunca me comuniqué con mis hijos, no les hablaba a ellos. Ahora sí, que todo el trato era con mi mujer, y ya le decía que les impusiera autoridad a los hijos para que no se descarriaran. Entonces yo no conviví con ellos esos años, ahí sí que no estuve para nada para ellos (Epifanio, migrante de retorno, 69 años, 2021).

Muy pocas veces me comuniqué con ellos, porque no había tiempo, todo el tiempo era trabajar y trabajar […] (Roberto, migrante de retorno, 76 años, 2021).

Ante las experiencias migratorias y el ejercicio de la paternidad, influirán las redes familiares que los varones migrantes hayan desarrollado durante sus estadías en Estados Unidos. Algunos, no sólo trataban de comunicarse por teléfono, sino también enviar cartas con fotografías impresas a fin de compartir con su familia su imagen física situada en un momento y espacio específico. Y otros, retornaron por periodos cortos con el objetivo de visitar a sus familias, pero también para hacerse presentes físicamente para que familiares, amigos o vecinos presenciaran los cambios físicos ante las largas ausencias.

La construcción de las redes familiares y comunitarias

Las redes familiares con sus parejas e hijos/as dependen de las relaciones de comunicación que desarrollaron mientras estuvieron en Estados Unidos. En algunos casos esperan con júbilo la llegada del padre migrante a quien reciben después de varios años de ausencia física, pero no económica. Para las familias, el retorno representa la llegada de ese padre, a quien brindan agradecimiento, respeto y acompañamiento.

El haberme ido a Estados Unidos hizo que tuviera mi casa, que este terreno ya fuera mío. Le di todo lo que pude a mis hijos, ellos disfrutaron un poco lo que les mandaba. Y mientras yo estaba en los Estados Unidos, yo soñaba que al regresar estaría junto a mi familia, estar siempre con mi familia y apoyarles en todo lo que se pudiera. A pesar de que nos juntamos muy chamacos, nunca nos hemos dejado. Que dijeras ya se fue, pero no, aquí seguimos en la pobreza y en la riqueza hemos seguido juntos (José Luis, migrante de retorno 71 años, 2021).

Otros relatan que sus retornos no fueron como se imaginaron:

El recibimiento con mis hijos fue leve, porque ya se estaban preparando porque se iban a ir a un baile, nada más fue el abrazo y vámonos, porque ya se iban […] (Medardo, migrante de retorno, 68 años, 2021).

Sin embargo, la comunicación que tanto José Luis como Medardo sostuvieron con sus familias hizo posible que a su regreso a sus hogares se mantuviera la presencia ante la familia y sus hijos e hijas. Señalan que la etapa de la vejez ha sido una etapa de aprendizaje para relacionarse e integrarse ante el desconocimiento de las dinámicas de su familia, así como para reconocerse como padre ante sus hijos/as adultos/as y aprender a conciliar las normas construidas durante sus ausencias. Por supuesto, están esas otras relaciones parentales con sus hijos/as, que ante la falta de comunicación impidió que su familia continuara con ellos. Las separaciones tras años de ausencia generaron la ruptura familiar como en el caso de Roberto.

Las redes comunitarias que los varones migrantes de retorno en la vejez construyeron durante sus ausencias físicas traen consigo una serie de experiencias sobre sus retornos y recibimientos a partir de: a) aquéllos que sostuvieron un contacto cercano a través de llamadas telefónicas con vecinos, amigos o compadres para conocer lo que sucedía en la comunidad y en la ciudad donde radicaban como migrantes; b) aquéllos que no se comunicaron, no colaboraron con la comunidad e inclusive “se esfumaron” por décadas. Y es que, una vez que el migrante finalizó su estadía en Estados Unidos, ya sea por decisión o por deportación, trajo consigo una serie de dificultades para el recibimiento y aceptación en sus lugares de origen. Algunos casos se dan ante la ruptura del sueño americano y por no cumplir con las expectativas propias y familiares del migrante, por lo tanto, tras “la ruptura de proyectos de vida en ese país, y con mucha frecuencia un regreso a México con pocas o inexistentes redes sociales de apoyo” (Velasco y Coubès, 2013, p. 2).

Previo a los retornos definitivos, los hombres mayores expresaron que a lo largo de su trayectoria migratoria tuvieron la oportunidad de regresar por algunos meses, inclusive años con su familia y su comunidad. Algunos de ellos, por motivos de fiestas patronales, periodos vacacionales, fiestas decembrinas, cumpleaños o fallecimiento de algún familiar. Ante ello, se denomina que su retorno fue ocasional (retorno circular), que se trata de estadías cortas del migrante por un tiempo relativamente breve (Porraz y Hernández, 2019). Por ende, sus relaciones sociales y comunitarias se mantuvieron pese a los periodos de ausencia física en las comunidades. Tras el retorno definitivo en la etapa de la vejez, señalan que ocuparon algún cargo público.

Inmediatamente que regresé, la gente me eligió para ser ayudante del comisariado, durante ese tiempo me tocó ayudar a techar las canchas de basquetbol y limpiar el panteón municipal. La verdad regresé muy contento, porque aquí me puedo relacionar con mucha gente, aquí vivimos tranquilos, convivimos. Es raro que uno tenga problemas aquí. Aquí nos conocemos todos. Y allá no. Allá es muy diferente […] (Fidel, migrante de retorno, 64 años, 2021).

Otros indican que su retorno definitivo a su comunidad de origen les ha dado mayor libertad y convivencia con sus vecinos. O bien, la posibilidad de continuar con el trabajo en el campo, pero esta vez con la tranquilidad tras lograr materializar un patrimonio.

Aquí la vida es muy diferente, aquí es mucho muy diferente. Allá es de la casa, al trabajo. Siempre la misma rutina, ahora sí que todo es igual y solo a trabajar. Y aquí en el pueblo pues anda uno libre, anda uno en el campo, en las calles de la comunidad, visitando y saludando a los vecinos. Y allá no, allá usted tiene que trabajar más de doce horas de ley. Y aquí, si ya tiene usted para su siembrita, pues usted se manda, usted sabe cómo se organiza para tener todo listo. Aquí usted no tiene patrón, y allá sí y hasta te gritan, te exigen y te tratan hasta mal. Tenemos horario de entrada y salida, nos traen así [truena los dedos]. Aquí uno está tranquilo, a la hora que quiere se va a trabajar y allá no. La vida como que se vive más a prisa allá. Es como la ciudad de México, así de rápida. Así es allá. Siempre hay tráfico, mucho tráfico (Fidel, migrante de retorno, 64 años, 2021).

Cuando regresé de Estados Unidos me volví a incorporar al campo, ahora sí que regresé a mi tierra. Y regresar a la vida tranquila, de ganar mi dinerito de mis cosechas. Ahora sí que lo poquito que cosecho, pues lo invierto para los años que me quedan. Ahora nada más cosecho para guardar y tener qué comer cuando no hay temporal o no hay cosechas. Ahora sí que solo se va para comprar cosas para la casa, sobre todo para la comida y algunos medicamentos (Medardo, migrante de retorno, 68 años, 2021).

Finalmente, se encuentran los casos de los que retornaron en contextos de deportación y que ante la carencia de relación con sus familias y vecinos son vistos como extraños. Los hombres mayores de retorno por deportación regresan con emociones encontradas, al enfrentarse nuevamente a su lugar de origen y mirar que aquella idea de hacer algo en su pueblo se ha esfumado. Desde sus propios imaginarios y metas centrales, está siempre presente el hacer, que se traduce en la construcción de un inmueble. Ya que esto representa para ellos el éxito. Tras el regreso de “los que no la hicieron”, ahora su presencia en la comunidad se hace fugaz y esporádica. Desde los testimonios, es claro identificar que los varones se refugian en sus hogares, algunos en obra negra. Para ellos, pasar desapercibidos es lo mejor, a fin de no ser molestados o buscados, se sabe que están allí porque durante las noches encienden la luz de alguna parte de su hogar. Algunas otras veces, se miran circular por las calles mientras compran de comida en tiendas cercanas, pero para seguir trabajando salen durante la madrugada a ofrecer su mano de obra o para dirigirse a sus terrenos agrícolas. Tal y como señala Ríos (2017), les avergüenza haber regresado a sus lugares de origen, sin ahorros o sin propiedades. Salen sólo por alimento, para trabajar como albañiles o como peones agrícolas. Después de su día, se ocultan tras paredes para evitar el contacto con el otro, para ser cuestionados o señalados.

Tal y como relata Epifanio:

[…] pensaba estar más años, pero me aventó la migra. Que me encuentra y que me regresa […] me dejaron en un desierto bien grande y caminé y caminé. No sé ni a donde llegué, ya unos compas me compraron un boleto de camión y que me vengo a mi pueblo. Cuando llegué aquí, la gente ya sabía que me habían expulsado de allá, porque no llevaba papeles. Y desde allí, pues no platico cómo me fue, porque es más que obvio cómo me fue […] (Epifanio, migrante de retorno, 69 años, 2021).

Cada narrativa es reflejo de vidas conectadas, que tras las trayectorias migrantes hacen referencia sobre los costos, las ausencias y las dificultades enfrentadas durante su estadía en Estados Unidos. Algunos, lograron el objetivo central que motivó sus ausencias: un patrimonio. Otros, se vieron frustrados tras ser identificados como migrantes irregulares y retornados a México. Tal es así, que los retornos son diversos, complejos y contrarios. Por lo tanto, los estudios de la migración dotan de insumos necesarios para comprender y visibilizar a quienes regresan en condiciones difíciles ante las ausencias de redes familiares y comunitarias, incluso en casos en que la enfermedad se manifiesta en los cuerpos envejecidos de los migrantes de retorno. A pesar de que en este artículo no se profundizó sobre el tema de la salud física y mental de los hombres en la etapa de la vejez, sí hacemos hincapié en la necesidad de continuar documentando estas experiencias narradas desde la voz del migrante envejecido.

Conclusiones

Conocer las experiencias de los hombres migrantes de retorno en la etapa de la vejez, implica mirar desde una visión en retrospectiva que otorga el método biográfico-narrativo para comprender los contextos desde donde migró, los retos, las ausencias y los ejercicios de paternidad, relación con su pareja y con la comunidad mientras estuvo ausente físicamente pero no económicamente de su lugar de origen.

En particular, esta investigación recoge las narrativas de hombres mayores, quienes vivieron por años e incluso décadas en Estados Unidos, pero que no buscaron nacionalizarse en el otro país, no vivieron con sus parejas e hijos durante su tiempo como migrantes, visitaron de manera esporádica o nula sus hogares de origen, y el objetivo principal que tenían en mente fue “trabajar, ganar, enviar dinero y hacerse de una casa, un terreno, una camioneta, dar de comer y pagar estudios”. Por lo tanto, las historias de éxito o de fracaso, dependerán de lo que hicieron o no hicieron mientras se mantuvieron ausentes de sus localidades y de sus familias, por lo que su retorno se muestra incierto, sobre todo cuando la comunicación fue limitada y la relación con sus parejas e hijos fue sólo económica. Mientras en los casos de deportación, ésta marcará un punto de inflexión que impidió concluir sus proyectos de vida que ellos denominan: “vivir mejor”.

A través del cansancio y horas de trabajo, los hombres migrantes de retorno en la etapa de la vejez recuerdan que el dinero se ve materializado en lo construido. Comparan sus recuerdos, cómo eran las casas que dejaron antes de partir, casas que construyeron siendo campesinos, obreros o albañiles. Describen sus hogares con paredes de adobe, pisos de tierra, techos de lámina de asbesto o cartón y letrinas. El logro de tirar esa casa y construir “desde sus cenizas” hace posible la emoción de ver que ahora es un hogar con cimientos fuertes, hecha de ladrillos, blocks, cemento y castillos reforzados, con grandes ventanales, baños diseñados con pisos cerámicos y patios adoquinados, algunos con jardines de pasto y rosales. Para ellos, la colocación de grandes portones “donde pueda entrar un tráiler” les da sentido de pertenencia, tanto porque imitan las casas que miraron en “en el otro lado” y su colocación les da un sentido de poder, dominación y masculinidad.

Con respecto al ejercicio de paternidad, la ausencia física que se traduce en presencia a través del envío de recursos económicos. Así como también a través de las charlas con las parejas, quienes se quedan a cargo de los hijos e hijas, y quienes dan el sentido de autoridad del padre migrante haciéndolo presente en sus pláticas, comentarios, y en ocasiones por medio de imágenes fotográficas. La presencia del padre es importante aun en la ausencia, ya que en los casos donde no se construyeron lazos de afecto con la familia, los hijos e hijas, incluso con los miembros de la comunidad, ese hombre construye su ausencia de manera que cuando se encuentra de retorno, paradójicamente, aunque esté físicamente presente, se encuentra ausente.

Finalmente, con respecto a las redes comunitarias, éstas dependerán de la convivencia, comunicación, interacción e integración del hombre migrante en diferentes momentos de retorno físico a la comunidad. Sin embargo, ante la ausencia física envían una parte de las remesas para las fiestas patronales como una forma de hacerse presentes y reflejar a sus vecinos, familiares o lugareños que lo logrado en Estados Unidos lo regresan como donación para la comida, el vestido del santo o la virgen o para el arreglo floral de la iglesia. En estas comunidades es frecuente mencionar a la persona que es el anfitrión de la fiesta patronal, reconociéndose como mayordomía. Tal es así que, tras el retorno, se insertan con mayor facilidad a la comunidad, ya que a través de las historias son reconocidos por otras generaciones.

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[1] Connell (2003 y 2015) menciona que existe un modelo normativo que es impuesto conforme la sociedad espera que se comporte el hombre como masculino o la mujer como femenino. Sin embargo, para el caso de los varones no existe una masculinidad hegemónica que se desarrolle por igual en los varones, sino que existen múltiples masculinidades: negro y blanco, clase trabajadora y clase media.

[2] Durand (2007) señala que el Programa Bracero se caracterizó por ser un modelo de explotación, debido a que se trató de un negocio en manos de particulares. Es así como no había un control legal entre el salario, las cargas de trabajo y las condiciones de vida de los migrantes.

[3] Entre los motivos para que las personas deportadas no regresen a sus comunidades de origen está la falta de oportunidades laborales, pero también porque la mayor parte de sus familiares y amigos radican en Estados Unidos (Ríos, 2017).

[4] Se toma en cuenta las épocas de la migración que documentan Torre y Giorguli (2015): Época, programa bracero, 1942-1964; pre-IRCA, 1965-1985; o post-IRCA, 1986-2011.


  1. Este artículo se realizó gracias al apoyo otorgado por el Programa de Becas Posdoctorales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para el proyecto de Investigación Posdoctoral (2021-2022) “Paternidad, migración y vejez. Las ausencias, los ejercicios y los costos de ser padre-migrante de retorno en la etapa de la vejez”.

  2. Mexicana. Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), México. Actualmente es Investigadora-Posdoctoral en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México. Profesora de Tiempo Completo en la Facultad de Ciencias para el Desarrollo Humano, Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT), México. Integrante del Cuerpo Académico UATLX-CA-240 “Ciencias del Envejecimiento”. Líneas de investigación: masculinidades, familias, paternidades y vejez. Contacto: arodrigueza_fcdh@uatx.mx.

  3. Mexicana. Doctora en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México. Actualmente es Profesora-Investigadora en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México. Líneas de investigación: masculinidades, paternidades, familias. Contacto: alevs@unam.mx.