Segunda época, número 14, julio-diciembre 2022, pp. 16-33.
Fecha de recepción: 15 de abril de 2022.
Fecha de aceptación: 19 de septiembre de 2022.
Autora: Adriana Saldaña Ramírez.1
Resumen
En este artículo se analizan las estrategias de reproducción de hogares de apicultores de una comunidad morelense para explicar el papel que cumple la migración hacia Canadá. A través de datos obtenidos en trabajo de campo y examinados por el método genealógico, se comparan dos generaciones de apicultores entre las que se encuentran importantes diferencias, pues mientras que para unos la migración es un “recurso estratégico” que ha permitido continuar con la producción agropecuaria y acrecentar su patrimonio en su lugar de origen, para otros, es una “táctica de subsistencia”, con mayor dependencia de los ingresos por esta vía. Este análisis ilustra una historia continua de proletarización de los hogares desde mediados del siglo XX.
Palabras clave: apicultura, migración, PTAT, estrategias de reproducción, hogares.
Mexican migration to Canada in household reproduction strategies: the case of beekeepers in Tepoztlán, Morelos
Abstract
This article analyses the household reproduction strategies of a beekeeper community in the State of Morelos to explain the role of migration to Canada in these communities. Through fieldwork data collection examined by the genealogical method, we compared two beekeeper generations where significant differences were found. While for some, migration is a “strategic resource” that allows them to continue their agricultural production and increase their family patrimony in their place of origin, for others, it is a “survival tactic” with a higher dependency on income. All of this illustrates a continuous history of proletarianization of households since the middle of the 20th century.
Keywords: beekeeping, migration, SAWP, reproduction strategies, households.
Introducción
Este artículo analiza el papel que cumple la migración hacia Canadá en las estrategias de reproducción de los hogares de apicultores de una comunidad del municipio de Tepoztlán, Morelos, que abastece de mano de obra a aquel país a través del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México–Canadá (PTAT). Se pone atención en el estado de Morelos, en el centro del país, pues su participación se ha incrementado de manera significativa en dicho programa en la última década, posicionándose como una de las diez entidades que más personas trabajadoras aporta.[1] Respecto a la apicultura, Morelos se coloca como uno de los principales expulsores de trabajadores para la producción de miel en Canadá.[2] A nivel municipal, hombres y mujeres migran anualmente desde Tepoztlán para participar en diferentes actividades, entre ellas, la apicultura.
La investigación se realizó con un grupo de hombres que se dirigen en su mayoría a Alberta en Canadá, donde se contratan en granjas apícolas. Se trata de trabajadores que cuentan con conocimientos técnicos en la producción de la miel y otros derivados apícolas, así como del comportamiento de los insectos, dispuestos a recibir picaduras y a utilizar trajes especiales para desarrollar la actividad. Éstos, una vez que retornan a la comunidad de origen, suelen incorporarse a la apicultura en su propia producción o como ayudantes en las de otros, a los que se vinculan a través de relaciones de parentesco principalmente. Lo mismo que en diferentes actividades asalariadas en la región.
Dos generaciones de apicultores se han insertado en la misma actividad en Canadá, entre las que se encuentran importantes diferencias respecto al papel que cumple la migración en las estrategias de sus hogares. Mientras que, para la primera generación ésta ha sido un “recurso estratégico” (Michel, Prunier y Faret, 2011), que ha permitido acrecentar su patrimonio y continuar con la producción agrícola y apícola en el lugar de origen; para la segunda ha sido una “táctica de subsistencia” (Michel et al., 2011) con mayor dependencia de los ingresos por la migración. En este sentido, este análisis ilustra una historia continua de proletarización de los hogares desde mediados de siglo XX.
Metodología y referentes teóricos
Los datos que se muestran en este artículo se obtuvieron durante el trabajo de campo en San Andrés de la Cal en el municipio de Tepoztlán en Morelos, México, durante el periodo 2019-2022, con interrupciones en los momentos más agudos de la pandemia por COVID-19. Se realizó observación participante en las tareas desarrolladas en la apicultura en el lugar de origen, así como entrevistas a hombres, miembros de cinco hogares con experiencia en la apicultura en Morelos y Canadá, y dos mujeres apicultoras que nunca habían migrado. Todos ellos están unidos por lazos de parentesco y forman parte de un mismo grupo familiar. Se complementó esta información con una encuesta aplicada a once apicultores de la localidad en 2020.[3]
La información se analizó a partir del método genealógico[4], que posibilitó reconstruir un diagrama que incluye a 85 miembros distribuidos en cuatro generaciones. Éste permitió identificar las estrategias de los hogares en diferentes generaciones, el inicio de la migración internacional en el grupo familiar y la comunidad, así como la prevalencia y especialización del oficio artesano del apicultor, la transmisión de conocimientos, entre otros datos más.
Para dar cuenta de las estrategias de reproducción encontradas en los hogares de apicultores fueron sugerentes las propuestas de Elsa Guzmán y Arturo León (2014), quienes han realizado estudios en grupos campesinos del estado de Morelos, particularmente en la región del norte y de los Altos que interesan en este artículo. Para los autores, las estrategias de reproducción son un conjunto de actividades, recursos y organización que contemplan decisiones culturales tomadas por los hogares frente a las condiciones, restricciones, necesidades y potencialidades de estas agrupaciones, que permiten avanzar hacia donde se puede y quiere continuar (Guzmán y León, 2014, p. 184). De esta manera los hogares se adaptan a los cambios globales de la sociedad a partir de sus necesidades y posibilidades.
Las estrategias de reproducción tienen dos componentes:
- Componente de seguridad, en el que se incluyen las labores reproductivas realizadas por las mujeres en sus hogares (alimentación, cobijo, aseo de la casa y ropa, cuidado, entre otras); actividades de autosustento y autoabasto ejecutadas en el traspatio como la producción de plantas y animales para consumo propio, el intercambio con otros hogares o como forma de ahorro; y, la producción de la milpa, de la que obtienen productos para su consumo y venta en pequeña escala.
- Vinculación con el mercado, a través de la venta de productos o de mano de obra en contextos urbanos y rurales. En esta articulación con el mercado, hay una relación desventajosa para los hogares, quienes tratan de contrarrestarla a través del conjunto de actividades de la estrategia.
La noción de “estrategia”, de acuerdo con Fitting (2016, p. 3), permite destacar la agencia de los sujetos. En su estudio sobre residentes del Valle de Tehuacán, Puebla, señala que el uso que hace de la noción de “estrategia” es intencional, pues considera que los productores y los trabajadores no son pasivos a las condiciones estructurales, toman decisiones sobre cómo administrarlas e incluso desafiarlas.
Por otro lado, se recuperan los estudios de Michel et al. (2011) en la región de Tehuantepec, Oaxaca, sobre las reacciones de las familias rurales a nuevas movilidades, particularmente las afectaciones en sus funciones de reproducción económica y de transmisión intergeneracional de las familias. En ese sentido encuentran que, para ciertas familias, la migración constituye un “recurso estratégico”, cuando las remesas se invierten en una actividad local rentable. Mientras que para otras es una “táctica de subsistencia”, pues la movilidad se inserta en una lógica de dependencia de un mercado de trabajo fluctuante.
Finalmente se retoma el estudio de Rodolfo Hernández (2019), Proletarización y desposesión de los trabajadores mixtecos: orígenes de la migración indígena en Nueva York, que analiza la articulación de la migración de mixtecos de la Montaña de Guerrero hacia Estados Unidos, a formas de proletarización previas, tales como su inserción como jornaleros agrícolas en el noroeste del país, la destrucción de la agricultura de subsistencia, la penetración del narcotráfico en la región de origen y la puesta en marcha de políticas neoliberales. El autor entiende la proletarización como “un proceso por el cual los campesinos indígenas son sometidos paulatinamente a la dependencia del trabajo asalariado” (Hernández, 2019, p. 20).
A la luz de estas propuestas se analizan los datos recogidos durante el trabajo de campo y los hallazgos encontrados a partir del método genealógico, para entender el papel de la migración hacia Canadá en las estrategias de hogares de apicultores.
La apicultura y la migración internacional: dos respuestas a una misma crisis
San Andrés de la Cal, lugar donde se ha centrado la investigación, se ubica en el municipio de Tepoztlán, al norte del estado de Morelos, enclavado en el Parque Nacional “El Tepozteco” y colindante de la reserva ecológica de “El Texcal” y la Sierra del Tepozteco (Gutiérrez, 2010), con flora y fauna de selva baja caducifolia y bosques de encinos (Juárez, 2010).
Se trata de una localidad de alrededor de 1 600 habitantes, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2020), su origen es nahua, aunque en las últimas décadas ha perdido de forma paulatina la lengua náhuatl. Su cercanía al centro turístico Tepoztlán “Pueblo Mágico” ha alentado la llegada de personas de la Ciudad de México y del extranjero para establecer ahí su residencia.
Las actividades agropecuarias son desarrolladas por la población, se encuentra extendida la producción de la milpa para la subsistencia y la venta de masa de maíz nixtamalizado, maíz (mazorcas), hojas para tamales, calabazas, pinole, tortillas, entre otros, en la localidad y en el centro de Tepoztlán; la siembra de sorgo para alimentar al ganado y para la venta en la región; así como el desarrollo de la apicultura en producciones propias o como trabajadores en las de parientes y vecinos. Para algunos hogares, la producción de traspatio sigue siendo significativa, pues ahí siembran algo de maíz, se mantienen árboles frutales y animales como gallinas y guajolotes.
No obstante, desde las dos últimas décadas del siglo XX la población se ha insertado en actividades terciarias en la región (transporte, servicios turísticos, entre otros), al mismo tiempo que se ha consolidado la expulsión de hombres y mujeres para desarrollar actividades agropecuarias en otros países, destacando la cosecha de tabaco en la Costa Este de Estados Unidos y la apicultura en la provincia de Alberta, en Canadá.
Estas transformaciones fueron alentadas en gran parte por la crisis de la producción jitomatera presentada en la localidad. En las regiones norte y Altos de Morelos se introdujo la producción de la hortaliza entre las décadas de 1950 y 1960, en el marco del proceso de modernización[5] del campo morelense para abastecer de productos frescos a las ciudades, principalmente a la de México.
Ésta era desarrollada por campesinos con pequeñas parcelas comunales sin infraestructura de riego[6], por lo que se aprovechaba la temporada de lluvias (mayo–octubre). Los jitomates eran vendidos directamente en la Ciudad de México y, en menor medida, en los mercados regionales de Cuernavaca y Cuautla. Se cosechaba por la tarde, se iba a vender a las plazas en la madrugada y se regresaba al pueblo con la ganancia, cuando le “pegaban al precio”.
[…] cuando ya estaba la fruta, él (su papá) se iba a México a vender la fruta. En una ocasión le fue re’te bien y nos compramos una camioneta de tres toneladas y ya la fruta la llevábamos con la camioneta, aprendí a manejar, pero después ya no nos dio, por los precios y el mal tiempo (Juan Martínez, entrevista, San Andrés de la Cal, 2020).
A pesar de la introducción de la agricultura comercial, no se dejó de lado la milpa, más bien los hogares alternaban recursos y tiempo entre ambas, desarrolladas en la misma temporada, lo que les permitía no estar tan expuestos a los vaivenes de los precios del jitomate, pues siempre había maíz y otros productos para su consumo y para la venta. Quienes no lograban sembrar la hortaliza trabajaban como peones con sus vecinos, al mismo tiempo mantenían sus terrenos con maíz. Así aprendieron nuevas técnicas (como el envarado y alambrado), el uso de agroquímicos, el control de las plagas con fungicidas e insecticidas (Guzmán y Guzmán, 2017).
Sin embargo, para finales de la década de 1970 e inicios de la de 1980, la mayoría de los campesinos dejaron de sembrar jitomate por la volatilidad de los precios en el mercado y los nulos apoyos del Estado, lo que trajo como consecuencia tener más pérdidas que ganancias. Al mismo tiempo reportan que en los últimos años de la siembra las lluvias, granizadas y plagas afectaron una gran parte del producto. En toda la región el cultivo de jitomate fue disminuyendo (Guzmán y Guzmán, 2017). Actualmente en la entrada de San Andrés de la Cal se pueden ver algunos invernaderos con la hortaliza, pertenecientes a unas cuantas familias de la localidad vecina de Santa Catarina, que capitalizaron las ganancias. Los caleros buscaron otras fuentes de ingreso, entre las que destacaron la migración internacional y la apicultura, pero manteniendo la producción milpera en sus parcelas.
[…] cuando los jitomates ya no rindieron, ya no dieron las tierras, se plagaron, ya casi nadie sembró jitomate, les daba una plaga que nomás crecía tantito y se ponían amarillas, ya ni jitomates había. Dije: “chin… ¿cómo le hago?” (Juan Martínez, entrevista, San Andrés de la Cal, 2020).
La producción apícola: inicios y situación actual
La producción apícola moderna fue vista como una salida a la crisis del jitomate. Nava (2010) ha señalado que la apicultura rústica era una actividad llevada a cabo por los miembros de la localidad con anterioridad, quienes tenían “colmenas criollas” en sus patios, es decir, abejas en troncos de árboles donde extraían un poco de miel y cera para consumo propio. Se trataba de colmenas en troncos huecos de cazahuate que sellaban con majada de res y ramas.
De acuerdo con la información recabada durante la investigación, la apicultura moderna, desarrollada en cajas, se inicia en la década de 1970, pero es hasta la siguiente década que se extiende en la localidad a través de programas gubernamentales de desarrollo económico dirigidos a mujeres, que se agruparon para participar en ellos. Así se formó un grupo de alrededor de veinte mujeres llamado “Atzopetl” (Nava, 2010, p. 78).[7]
Esta agrupación desapareció años después por problemas de organización, situación favorecida también por la “africanización” de las colmenas.[8] Por ello, las abejas de las pioneras fueron vendidas o regaladas a familiares y vecinos, que se encargaron de ellas, capacitados por estas mujeres y en talleres que otorgaron diferentes instituciones.[9] Así más mujeres y hombres adultos, con apoyo de familiares, comenzaron a trabajar las abejas.
En la localidad se habla de dos momentos de la apicultura, tienen como punto de quiebre la “africanización”. Los primeros años los apicultores “post africanización” se las ingeniaron para fabricar implementos que facilitaran el trabajo, por ejemplo, los hermanos Juan y Francisco Martínez (octubre 2019) relataron sobre el diseño de su primer extractor construido con un tambo (un bidón de metal), una banda de hule y una “estrella” de bicicleta. Poco a poco compraron herramientas para desopercular[10] y extractar[11], así como tanques de decantación[12], con apoyos gubernamentales, las ganancias de las ventas de miel y las remesas.
Los apicultores actuales realizan la actividad en pequeña escala en apiarios fijos, es decir, no llevan a cabo la trashumancia apícola[13] como en la región de los Altos de Morelos (municipios de Ocuituco y Yecapixtla). Venden sus productos en los centros urbanos de Tepoztlán y Cuernavaca, particularmente a extranjeros; aunque también hay compradores que llegan a la localidad buscando adquirir cubetas de miel para revender. Algunas veces, han contactado con compradores que complementan pedidos de otras regiones para exportar.
En los últimos años se ha diversificado la oferta de productos, pues además de miel, cera y tintura de propóleo, se han elaborado cremas y jabones para el cuidado de la piel (Nava, 2010) y uno de los apicultores se ha capacitado para dar apiterapias. También se allegan de miel de otras regiones (como la de mezquite y miel mantequilla), apreciadas por los consumidores urbanos, así como polen y dulces de propóleo (paletas y pastillas) para la reventa.
La apicultura moderna, como fuente de ingresos y complemento a la actividad agrícola, fue resultado de la intervención del Estado (a través de programas de capacitación y subsidios), del apoyo entre familiares, cursos y experimentaciones. Es importante subrayar el capital social de los apicultores como elemento central para el éxito de esta actividad, como ha sido reportado por Vélez et al., (2016) y Flores (2011). En este apoyo familiar se ha dado la transmisión de conocimientos, lo que ha formado nuevas generaciones de apicultores.
La migración internacional
La migración internacional en Morelos se inicia con fuerza en la década de los ochenta del siglo XX, junto con otras entidades que conforman lo que Durand (2007) llamó la “región central”.[14] En este periodo incrementan las salidas de hombres y mujeres de San Andrés de la Cal hacia Estados Unidos, alentadas por la crisis de la producción de jitomate.
La migración internacional de los caleros tiene sus orígenes en un grupo de hombres que participó en el Programa Bracero (1942–1964) en la década de los cincuenta, que viajaron por algunos años para contratarse como jornaleros en los campos agrícolas de Estados Unidos. Empero esta temprana participación en la migración internacional no resultó en la salida de más personas, pues se considera que la articulación entre la producción jitomatera comercial y milpera de subsistencia en la localidad permitió contener a la población durante algunas décadas.
Es hasta finales de los años setenta cuando se empiezan a tener las mayores pérdidas por la producción de jitomate, lo que motivó la salida de hombres y posteriormente mujeres para trabajar en Estados Unidos. Hubo dos posibilidades de hacerlo. La primera de manera “ilegal”, concentrándose en California y otros estados cercanos a la frontera. La segunda posibilidad, con visa temporal, por medio de enganchadores encargados de reclutar a personas trabajadoras con visas H2A[15] para las asociaciones de productores de tabaco y otros productos en la Costa Este, destacando Virginia y Carolina del Norte.[16] Se enganchaban en la región morelense o en el estado de Guerrero, y desde ahí se trasladaban vía terrestre hacia Monterrey o Tijuana, para tramitar su visa de trabajo temporal ante el Consulado General de Estados Unidos.
A mediados de la década de 1980, la migración legal se diversificó, pues ya “acostumbrados” a salir del pueblo de manera circular, escucharon del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México–Canadá (PTAT)[17] de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y unos cuantos hombres se insertaron en éste animando a otros familiares y paisanos a tomar la decisión de dejar su lugar de origen.
Años después de que los primeros trabajadores migraron a Canadá para las cosechas de frutas y hortalizas, se abrió la posibilidad de insertarse en la apicultura, actividad en la que tenían algo de experiencia por la historia ya relatada, y los que no, buscaron ser capacitados por parientes y paisanos, para lograr reclutarse. Para la apicultura se migró a la provincia de Alberta, donde se desarrolla la actividad apícola más importante del país.[18]
En un inicio los que comenzaron con la apicultura moderna en el pueblo (los apicultores “post africanización”), fueron los que se dirigieron a la apicultura canadiense. Ellos señalan que tuvieron muchas facilidades para integrarse al programa por su experiencia: “entré sin requisitos, pues estaban pidiendo apicultores, ¡urgían apicultores!” (Juan Martínez, entrevista, 2019). Años después, fueron los hijos de éstos los que se integraron al PTAT.
La migración de los apicultores caleros se concentró en la provincia de Alberta, la cual tiene la producción más importante de miel y el mayor número de núcleos de abejas.[19] Son pequeñas empresas familiares las que desarrollan la apicultura entre los meses de marzo y octubre, para lo que requieren trabajadores extranjeros (entre 5 y 15) con los que tienen contacto directo durante las labores (no hay mayordomos) y fuera de la temporada se comunican vía mensajería instantánea en la aplicación para teléfonos móviles, Whatsapp, para notificarles cuándo serán solicitados nuevamente.[20]
Los trabajadores extranjeros desarrollan actividades como construir “colmenas de primavera”, alimentar insectos, destapar enjambres, tratar a las abejas con antibióticos, identificar colmenas fuertes y débiles, revisar y sustituir a las abejas reinas, cosechar enjambres y preparar las cajas para el invierno.[21] Las tareas mencionadas requieren de conocimientos previos de técnicas y del comportamiento de los insectos, por lo que los apicultores de San Andrés de la Cal y de otras localidades morelenses resultaron ideales.[22]
Cabe señalar que entre 2015 y 2019 Morelos ocupó el primer lugar a nivel nacional como entidad aportadora de apicultores a Canadá, a través del PTAT con 20%, periodo en el que también ha disminuido su participación, de 71 a 27 apicultores.[23] En 2020, en el contexto de la pandemia por COVID-19, ocupó el tercer sitio, después de Campeche y Yucatán, recuperándose en 2021 que fue la segunda entidad (con 28 trabajadores).[24]
Para San Andrés de la Cal esta historia ha resultado en más veinte años de migración temporal de hombres apicultores hacia Canadá (Nava, 2010). Algunos de los primeros apicultores han dejado de participar en el PTAT, para seguir con su producción apícola y agrícola en la localidad; otros continúan, alternando su participación en el programa y sus propias actividades productivas en origen. Sin embargo, son los hijos de estos primeros apicultores los que han ocupado los espacios dejados por sus padres y otros familiares.[25]
Diversificación de las actividades en las estrategias de reproducción de hogares apicultores
Los hogares de apicultores en San Andrés de la Cal han diversificado sus actividades para lograr su reproducción, desarrollando diferentes estrategias que incluyen la actividad agrícola de subsistencia y comercial (sorgo), la apicultura, la migración internacional con visa a Estados Unidos y Canadá y los empleos urbanos en las ciudades cercanas.
Como han señalado Guzmán y Madera (2017), los productores de pequeña escala tuvieron dificultades para participar activamente en el mercado, por lo que modificaron su estrategia hacia una multiactividad para hacer frente a las presiones. Una primera transformación, de acuerdo con los autores citados, fue la diversificación de su estrategia productiva, pasando de ser campesinos maiceros a horticultores. Sin embargo, la competencia y las pérdidas recurrentes rebasaron su capacidad de inversión y sostenimiento, por lo que diversificaron sus actividades al interior (Guzmán y Madera, 2017).
En el caso analizado en este artículo se trataba de hogares que producían maíz para subsistencia, luego incorporaron la producción comercial de jitomate para la venta en las ciudades. Una vez que se vivió la crisis de la hortaliza en la región, incluyeron la apicultura y la migración internacional como fuentes significativas de ingresos. Así, las estrategias de reproducción cambiaron hasta tomar un carácter transnacional (Cordero, 2007).[26]
En la investigación se identificaron dos estrategias, con variaciones, desarrolladas por diferentes generaciones, una que incorpora la migración como un “recurso estratégico” que ha permitido la continuidad de la producción maicera y la apicultura en el lugar de origen; y otra, que toma a la migración como “táctica de subsistencia”, con una mayor dependencia a las remesas.
La migración como “recurso estratégico”
La primera estrategia corresponde a los hogares de iniciadores de la apicultura moderna en la localidad, que desarrollan la producción de miel y otros derivados apícolas.
Son pequeños apicultores con un promedio de 70 a 100 enjambres o cajas, que cuentan con bajo nivel tecnológico, no tienen grandes inversiones en equipo, sólo en las áreas de desoperculado de panal y extracción de miel. Hacen uso de la mano de obra de los miembros del hogar y su grupo familiar (como nietos y sobrinos) de acuerdo con su disponibilidad de tiempo, salvo en la temporada de cosecha que además contratan entre uno y tres trabajadores por dos o tres días.
En la localidad el trabajo apícola se desarrolla durante todo el año, inicia con la exploración de colmenas y la alimentación de las abejas. Luego se revisa la abeja reina de cada colmena. Esta hembra fértil es determinante para la productividad[27] y manejo (por el comportamiento dócil) del enjambre. Cuando esto no es así, los apicultores reemplazan una abeja reina por otra nueva que compran a productores especializados en esto.[28] Mes y medio antes de la primera cosecha se colocan cajas adicionales en la colmena, las cuales serán llenadas de panales de miel por las abejas. En noviembre y diciembre se llevan a cabo dos cosechas, aunque algunas veces también pueden tener miel en el mes de enero. Finalmente, se extrae, se envasa la miel y se preparan los bloques de cera para la venta.
Este conjunto de tareas permite que los miembros del hogar puedan destinar tiempo a otras actividades, por lo que también desarrollan la producción de la milpa, que tiene al maíz como producto principal, pero se acompaña de calabaza, frijol y chile de manera variada. Ambas actividades se combinan, la milpa comienza sus primeras cosechas en septiembre y se extienden hasta diciembre y los enjambres durante noviembre y diciembre.
En este esquema se ha incorporado la migración a Canadá para la apicultura, donde las actividades se concentran entre los meses de marzo y octubre. En ausencia de los hombres que viajan a la apicultura canadiense, son sus esposas e hijos los que se hacen cargo de la milpa y los apiarios, trabajando ellos mismos y a la vez “alquilando” peones para tareas específicas.
En este periodo las mujeres aumentan las tareas a desarrollar, pues ya no se ocupan únicamente de las labores reproductivas, atendiendo a los hijos, la casa y el traspatio (plantas y animales), sino también de las tareas productivas en las milpas y apiarios. Una vez que llegan los migrantes se incorporan a las cosechas de maíz y miel. Como señala Nava (2010, p. 33) la estadía de los apicultores en Canadá es temporal, lo que facilita que al retorno releven a sus esposas en las cosechas.
Actualmente algunos hogares que siguieron esta estrategia han dejado de enviar miembros a Canadá, después de más de una década de participar en el PTAT, por lo que se han concentrado en la producción agrícola y en la apicultura en el pueblo. Unos cuantos siguen migrando, pero han acortado su periodo de ausencia.
En esta estrategia los recursos obtenidos por el trabajo vía migración se invirtieron en buena medida en la producción de miel y en la milpa de subsistencia. De acuerdo con Nava (2010, p. 118), la expansión de la apicultura en San Andrés se debió a la migración temporal a Canadá, lo que a su vez permitió la capacitación de nuevas generaciones. La autora señala que la apicultura también fungía como una salvaguarda laboral para los migrantes, quienes retornaban y continuaban labores en sus apiarios lo que les daba estabilidad económica, a diferencia de aquellos que sólo llevaban a cabo una de las dos actividades.
Para estos hogares la migración a Canadá tenía como objetivo principal mantener la producción apícola y la milpa en el lugar de origen. Esto daba la oportunidad de tener ingresos corrientes que se podían invertir a su vez en la compra de terrenos, la construcción de la casa y la educación de los hijos. A la larga la estrategia dio posibilidades a los hogares de hacerse de un patrimonio y seguir propia producción agropecuaria.
Como ejemplo están los hogares de tres hermanos del grupo familiar investigado, los cuales iniciaron la apicultura en San Andrés de la Cal y fueron de los primeros apicultores en migrar a Canadá. Aquí sólo se mencionan dos casos.
El primero es el de Juan Martínez, quien migró por primera vez a California como “mojado”, luego tres veces más a Virginia con visa H2A, para el tabaco. Después se fue a Canadá como apicultor a la provincia de Alberta, lugar en el cual laboró por más de una década, mientras enviaba remesas para continuar con la milpa y los apiarios en el pueblo, donde se quedaban su esposa y sus tres hijos para atenderlos. Una vez que sus dos hijos mayores crecieron y salieron de la escuela, decidió dejar de migrar, pues “ya no tenía esa presión”. En ese momento contaba con la producción de maíz en un terreno que le había heredado su padre y otros dos que había comprado mientras estaba de migrante, así mismo, en la producción de miel en ocho apiarios (cada uno con un promedio de entre 15 y 24 cajas). Actualmente su hogar está compuesto por él, su esposa y su hijo más pequeño que ha acabado la universidad como arquitecto y que ejerce su profesión en un despacho de ingenieros en Cuernavaca a través de la beca “Jóvenes construyendo el futuro”.[29] Sus dos hijos más grandes se han casado y tienen su propia casa, éstos ahora son migrantes y una vez que regresan de Canadá, lo apoyan en las cosechas de miel, lo que a veces genera tensiones.
En un caso similar se encuentra su hermano, Francisco Martínez, otro de los iniciadores de la apicultura en el pueblo, el cual lleva más de 27 años migrando como apicultor a Canadá (22 años con el mismo empleador), pero que mantiene en el pueblo su producción de milpa, de la que obtiene maíz para su consumo y para el de su madre viuda; y sus apiarios (75 cajas), en los que se emplea cuando no migra. Su esposa trabaja en una oficina gubernamental en Cuernavaca y sus tres hijos aún son estudiantes (universidad, preparatoria y secundaria, respectivamente). En su ausencia son ellos los que están al pendiente de la producción agropecuaria de la familia, de acuerdo con los tiempos disponibles y con la contratación de peones pagados con las remesas recibidas. Si bien Francisco no ha dejado de migrar porque sus hijos se encuentran estudiando, ha acortado su estancia en Canadá y ha decidido contratarse sólo por cuatro meses, ya que cuenta con la posibilidad de tener recursos en San Andrés.
Esquema 1. Ciclos productivos de la miel y la milpa en México y Canadá
Fuente: elaboración propia basada en la información recabada en trabajo de campo.
La migración como una “táctica de subsistencia”
En otra situación se encuentran los hogares que pertenecen a una segunda generación, es decir, de los apicultores que aprendieron el oficio apoyando a sus padres cuando eran niños y adolescentes en sus propios apiarios. Éstos también constituyen la segunda generación de apicultores migrantes a Canadá, quienes, a diferencia de sus padres, se integraron al PTAT más jóvenes y con mayor experiencia.
Se trata de una generación de hombres entre los 25 y 39 años, que cuentan con mayores niveles de escolaridad. La mayoría se incorporó en las “farmas” canadienses como recomendados por sus padres, tíos y paisanos.
Los hogares de estos apicultores se han concentrado en la migración a Canadá como actividad principal para obtener ingresos, en el periodo de marzo a octubre. Al retorno, se contratan en “jales” (labores) en bandas de viento, pintura de casas, albañilería, transporte y otras actividades, esperando a que los patrones canadienses les llamen para la siguiente temporada.
A diferencia de la generación que les precede, no tienen producción de milpa ni apiarios en la localidad, aunque sí participan en la apicultura como apoyo a familiares en las tareas de cosecha de la miel (desoperculado y extracción). Esto último causa tensiones, pues algunos ya no están dispuestos a seguir trabajando en las abejas fuera de la temporada en Canadá.
Han utilizado las remesas para comprar algún terreno, construir su casa, hacer locales para rentar en el pueblo y pagar los estudios de sus hijos; han preferido también el consumo de bienes como automóviles, celulares, ropa y zapatos de plazas comerciales y visitas a restaurantes ubicados en Cuernavaca, lo que no es aprobado por sus padres y otros familiares, que califican estos gastos como innecesarios. Por ejemplo, están los hogares de Nazario e Iván Martínez, ambos hijos de Juan.
Nazario ha migrado a Alberta como apicultor por 13 años, de los cuales 11 han sido con el mismo empleador. Aprendió el oficio con sus padres desde que estudiaba la secundaria, pues se incorporaba al trabajo de la apicultura (y la milpa) cuando su padre migraba. Terminó la universidad, pero nunca consiguió un empleo que le permitiera mantener a su esposa e hijo, así que con su experiencia en las abejas fue recomendado por su tío a su empleador.
Actualmente se ausenta de marzo a octubre y a su retorno se emplea como músico, principalmente, y como pintor de casas. Su esposa es artesana, hace figuras tejidas que vende a través de Facebook y en los bazares y tianguis turísticos que se organizan en Tepoztlán durante los periodos vacacionales. Sus tres hijos son estudiantes en diferentes grados (secundaria, primaria y kínder, respectivamente). Su hijo más grande, desde hace varios años apoya a su abuelo apicultor los fines de semana, por lo que está aprendiendo el oficio con la intención a migrar en un futuro a Canadá.
En un caso similar se encuentra el hogar de Iván, quien tiene alrededor de 13 años migrando a Canadá (10 años con el mismo empleador). Se incorporó al PTAT por recomendación de su padre.[30] A su retorno se contrata como músico en las bandas de viento regionales. Su esposa labora en la oficina del Ayuntamiento de Tepoztlán y revende miel de la producción de sus suegros para allegarse de algunos recursos extras. En el hogar hay dos menores, uno, hijo de ella de un matrimonio anterior, y la hija de ambos, que estudia la primaria en una escuela particular en la ciudad de Cuernavaca. Las remesas son utilizadas para el pago de un automóvil, la compra de un terreno, la construcción de dos locales comerciales y la escuela de la hija más pequeña.
Esquema 2. Hogares de Juan, Nazario e Iván Martínez
Fuente: elaboración propia con información obtenida en trabajo de campo.
Discusión
Retomando la propuesta de Cordero (2007, p. 74-88), las transformaciones en las estrategias de reproducción de los hogares analizados deben ser vistas como resultado de procesos que suceden a distintas escalas temporales y espaciales, así como de las acciones de las personas que con sus recursos e imaginación los moldean. Plantea que, para comunidades campesinas ubicadas en el centro del país, que iniciaron con una migración internacional reciente y sostenida, como el caso que nos ocupa, fueron significativos procesos macroestructurales como la aplicación de ajustes neoliberales del Estado mexicano que han afectado la subsistencia rural; y los modelos de capital flexible que estructuran nuevos mercados laborales. Por otro lado, en una escala diferente están la creación de redes sociales, familiares y de amistad, que han facilitado la inserción a los mercados de trabajo y la organización familiar de acuerdo con valores y patrones culturales de relaciones de género, implicando solidaridades y subordinaciones.
En San Andrés de la Cal, los hogares campesinos iniciaron una diversificación de su estrategia productiva a mediados del siglo XX, cuando introdujeron cultivos comerciales en sus parcelas, al mismo tiempo conservaron la producción de maíz para subsistencia. La política agrícola nacional de entonces convirtió regiones campesinas en abastecedoras de productos frescos a las ciudades en crecimiento. La complementariedad de cultivos fue importante para los hogares por más de veinte años, hasta que los ajustes estructurales de las políticas neoliberales redujeron sus posibilidades de seguir sembrando, al mismo tiempo que las plagas y las afectaciones del clima los llevaron a reorientar la estrategia.
Se dejó de lado la producción agrícola comercial, permaneció la milpa y se introdujeron actividades desarrolladas en contextos urbanos; la migración internacional a Estados Unidos y Canadá, países en los que nuevos mercados de trabajo se configuraron en la misma época, atrayendo mano de obra para diversos sectores, entre ellos el agrícola; y la apicultura, actividad que algunos en la localidad desarrollaban para consumo propio, pero que se llevó a una escala mayor a partir de programas del Estado dirigidos a mujeres. Así se diversificaron las estrategias, al mismo tiempo que tomaron un carácter transnacional (Cordero, 2007).
Aquí interesa centrarse en las estrategias de reproducción de los hogares de apicultores de dos generaciones. En la primera generación analizada se encuentran articulados los dos componentes de la estrategia reconocidos por Guzmán y León (2014). En primer lugar, el componente de seguridad está dado por la propia producción agropecuaria desarrollada en pequeña escala, es decir, la milpa y el traspatio. Mientras que la vinculación con el mercado es a través de la venta de productos apícolas en la región y de mano de obra especializada a las granjas apícolas en Alberta, Canadá.
Los ingresos por el trabajo vía migración se utilizan para mantener la milpa y los apiarios, de los cuales obtienen recursos para el autoconsumo y la venta a través de canales cortos de comercialización. Esto no hubiera sido posible sin la participación de las mujeres-esposas que permanecen en la comunidad mientras los esposos migran, lo que resulta en una mayor carga de tareas, pues se encargan de las reproductivas (tradicionalmente desarrolladas en el hogar) y las productivas en las milpas y los apiarios. Las mujeres resultaron centrales en el vínculo de los hogares con el mercado y el Estado, participando como beneficiarias de programas, como iniciadoras de la apicultura moderna y el sostenimiento de la actividad; así como de la producción de maíz.
A lo largo del tiempo la articulación de estas actividades resultó en un mayor margen de maniobra para esos hogares, así como en el anclaje en el lugar de origen. Algunos de los miembros de estos hogares dejaron de migrar o disminuyeron los tiempos de ausencia, lo cual también ha dependido del momento del ciclo de desarrollo en que se encuentren (por ejemplo, la presencia o no de hijos en edad escolar). Los ingresos de la venta de mano de obra en Canadá permitieron invertir en las actividades productivas de la localidad, así la migración se constituyó como un “recurso productivo” (Michel et al., 2011).
Mientras que en una segunda generación se encuentra una estrategia en la que se observa una menor importancia del componente de seguridad respecto a la primera generación, pues ya no hay producción de milpa ni de miel, incrementando así la vinculación con el mercado, a través de la venta de fuerza de trabajo a las granjas apícolas canadienses y en otros mercados laborales regionales. Ello ha sido resultado de múltiples factores tales como la condición de minifundio, que ha derivado una aguda subdivisión de las parcelas por herencia reduciendo cada vez más su extensión; las pocas oportunidades laborales (y su precarización) para las nuevas generaciones en la región y también un cambio en las expectativas de los más jóvenes que rompen con la continuidad de la producción agropecuaria propia. Aquí se encuentra que la migración es una “táctica de subsistencia” (Michel et al., 2011), pues hay mayor dependencia a los ingresos obtenidos por esta vía, respecto a la primera generación analizada.
No obstante, esta generación sigue participando en la producción apícola en la localidad como apoyo a familiares, no sin tensiones como ya se ha mencionado.
Se observa una mayor segmentación y diferenciación entre los hogares de apicultores que se dirigen a Canadá: por un lado, una primera generación de semiproletarios que parece haber logrado capitalizar algo de las ganancias de su participación en el PTAT, para sostener la producción agropecuaria y apícola que les permite contratar de manera restringida trabajadores locales; por otro, una segunda generación de mano de obra sin vinculación a la producción agropecuaria, que depende completamente de sus ingresos de la venta de su fuerza de trabajo. Se observa lo que Fitting (2016, p. 91) señalaba sobre el impacto de las diferencias de los beneficios de la migración en la ampliación de las distinciones de clase entre los residentes de una comunidad.
Pese a los contrastes encontrados en el papel que cumple la migración a Canadá en las estrategias de estas generaciones, se ilustra claramente una historia continua de proletarización de los hogares apícolas de San Andrés de la Cal, iniciada en la segunda mitad del siglo XX, con una prolongada y sostenida vinculación al mercado, primero como productores de hortalizas comerciales para abastecer a las ciudades, como productores de miel y otros derivados apícolas en la región y como mano de obra barata y especializada para abastecer mercados laborales transnacionales, en Estados Unidos y más recientemente en Canadá.
En este proceso el Estado fue fundamental, a través de la puesta en marcha de la política neoliberal que implicó el desmantelamiento de apoyos dirigidos a la producción agrícola, para concentrarse en políticas focalizadas; así como la apertura de la frontera al mercado agrícola a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que priorizó la producción de exportación y la importación de alimentos básicos (Guzmán, 2009, p. 29); y el establecimiento de programas de migración controlada de trabajadores temporales. Se alentó la migración de miles de campesinos, la cual, de acuerdo con Sandoval (2007, en Hernández, 2019, p. 32) es resultado de “grandes proyectos políticos de clase”, al indicar que la clase dominante mexicana veía a este semiproletariado como un segmento no funcional o como reserva de mano de obra.
Conclusiones
Los apicultores son trabajadores especializados con saberes y conocimientos técnicos en la producción de miel —y otros derivados— y del comportamiento de los insectos, que han sido adquiridos en sus propias producciones familiares, los cuales son transferidos a la apicultura canadiense, en su beneficio. Morelos se ha destacado desde hace varios años como una de las fuentes de expulsión más importantes de este tipo de trabajador que viaja a Canadá a través del PTAT.
En este artículo se analizaron las estrategias de reproducción de hogares de apicultores de una comunidad morelense, que aportan mano de obra a “farmas” canadienses, principalmente en la provincia de Alberta, desde la década de los noventa del siglo XX hasta la actualidad.
Se enfocó en el análisis generacional de estas estrategias, lo que ha permitido mostrar transformaciones significativas, que indican una mayor diferencia de clase al interior de la localidad, así como una historia continua de proletarización.
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[1] De acuerdo con datos del Servicio Nacional de Empleo (SNE) de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), en 2021 Morelos ocupaba el séptimo lugar en el PTAT, como entidad expulsora de mano de obra hacia Canadá con 979 personas trabajadoras. En 2010 esta entidad había aportado 783 trabajadores, aumentando en 2019 a 1 164. En 2020, en el contexto de la pandemia por COVID-19 que afectó al PTAT, sólo pudieron viajar 922 personas.
[2] Entre 2015 y 2019 Morelos destacó como la principal entidad expulsora de migrantes apicultores cuyo principal destino es Canadá a través del PTAT. En 2020, en el contexto de la COVID-19, se ubicó en tercer lugar después de Campeche y Yucatán; y en 2021, en segundo, sólo después de Campeche (SNE-STPS, 2022).
[3] En las referencias a las entrevistas se utilizan seudónimos.
[4] Davinson (2007, p. 168) señala que este método es una herramienta de recolección, representación y análisis de diferentes procesos sociales que se viven en una comunidad. Éste se expresa gráficamente en una genealogía, que muestra las conexiones familiares entre los entrevistados. En el caso de la migración, el método genealógico permite captar la complejidad de la movilidad de un colectivo, observando diferencias por géneros y generaciones, al mismo tiempo que reconocer las redes que sostienen esta movilidad (Lara, 2010, p. 184).
[5] La “modernización” se caracteriza por la acumulación de capital, la aplicación de la tecnología, la mecanización de actividades, la intensificación de la producción, el impulso urbano y la subordinación de la producción campesina a la industria (Guzmán, 2009, p. 23).
[6] De acuerdo con Se-gun Kim (1999, en Nava, 2010) en la localidad las parcelas son pequeñas, 60% de las propiedades miden menos de 2 hectáreas; 31.5% tiene menos de 1 hectárea y sólo 6.5% tiene más de 5 hectáreas.
[7] A nivel estatal el municipio de Tepoztlán no destaca como un productor importante de miel y otros derivados apícolas, más bien la actividad se ha concentrado en Yecapixtla, Ocuituco, Jonacatepec, Tetela del Volcán y Cuautla, al noroeste del estado. Esa zona también desarrolla la producción más significativa de fruta en la entidad, por lo que ambas actividades tienen una relación simbiótica (Flores, 2011, p. 27).
[8] Este proceso se dio en 1986 cuando en las abejas europeas se establecieron características dominantes de las abejas africanas. Uno de los aspectos más sobresalientes es su mayor agresividad hacia personas y animales (Véase: https://www.gob.mx/agricultura/es/articulos/que-es-africanizacion-de-las-abejas, revisado el 29 de marzo 2022).
[9] En la investigación no se encontró referencia de que la empresa Miel Carlota —establecida en Cuernavaca en 1943 por extranjeros alemanes después de la Segunda Guerra Mundial (Flores, 2011, p. 26)— haya influido en la producción de miel en la localidad. Empero, Nava (2010, p. 82) recupera el testimonio de una de sus informantes, que recuerda haber acompañado a su abuelo a vender miel a esta empresa.
[10] Ésta refiere a la acción de quitar los opérculos del panal, que es la cera con la que las abejas sellan cada celda (Flores, 2011). Se realiza manualmente con cuchillos calientes para facilitar la tarea.
[11] Se refiere a la extracción de miel por medio de la centrifugación, una vez que se ha desoperculado (Flores, 2011).
[12] Se trata de recipientes en los que se coloca la miel para que, por decantación, se acumulen pequeños desechos en la superficie (Flores, 2011).
[13] Hace referencia a la acción de movilizar colmenas, en diferentes temporadas del año, hacia lugares donde haya floración para mejorar la producción (Flores, 2011). Cabe mencionar que la actividad de trashumancia se refiere a una estrategia de movilidad que los apicultores utilizan en diferentes partes de México y el mundo, la cual está estrechamente ligada al ambiente y recursos naturales de las zonas implicadas que el productor utiliza para instalar sus apiarios, de manera que el conocimiento de la vegetación espacial y temporal es importante para planificar el manejo y movilidad de las colmenas (Luna et al., 2020).
[14] La región central denominada por Jorge Durand en 2007 se compone por la Ciudad de México, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Morelos, Tlaxcala, Guerrero, Hidalgo y el Estado de México (Durand, 2007).
[15] Las visas H2A permiten a productores estadounidenses importar legalmente mano de obra agrícola (Trigueros, 2015). Izcara (2012, p. 263) indica que se han convertido en un sistema de reclutamiento controlado, financiado y operado por empresas agrarias y enganchadores (mexicanos y estadounidenses).
[16] En los ochenta, surgieron nuevos mercados de trabajo en la Costa Este, en los sectores agrícola, industrial y de servicios, que fueron ocupados por población mexicana, si bien ya era una región que tradicionalmente recibía migrantes caribeños (Durand, 2007).
[17] Se trata de un programa de trabajadores temporales entre Canadá y México que inició en 1974 y continúa en la actualidad, basado en un Memorándum de Entendimiento entre ambos gobiernos (Verduzco, 2015). El PTAT está a cargo de la STPS, particularmente de la Coordinación General del Servicio Nacional de Empleo (CGSNE), que posibilita la colocación de trabajadores agrícolas en el extranjero de manera formal y ordenada (STPS – SNE, 2019).
[18] Alberta, como provincia demandante de mano de obra, se integró al PTAT en 1992 (Mir, Veraza, Carreño y Loyola, 2016).
[19] En 2019 Alberta contribuyó con 31% de la producción de miel en el país, seguida por Saskatchewan (25%) y Manitoba (23%). Éstas, en el mismo orden de importancia, concentran el mayor número de colonias de abejas en el país (Government of Canada, 2019).
[20] Binford (2002, p. 6) señala que el tamaño de la granja es inversamente proporcional a la relación entre empleador y empleado, es decir, entre más grande es la empresa menor contacto y viceversa. En ese sentido, las relaciones entre los apicultores canadienses y apicultores mexicanos son cotidianas. En el trabajo de campo se identificó que al menos tres empleadores canadienses han visitado San Andrés de la Cal. También suelen aportar recursos cuando sus trabajadores tienen percances fuera de la temporada, como sucedió en mayo de 2020 que un apicultor murió por COVID-19, para lo que su patrón envío una cantidad de dinero como apoyo a la familia para realizar la velación y el sepelio. Ello no significa que los apicultores mexicanos no sufran penurias en Canadá como otros trabajadores, las cuales han sido reportadas por diversos autores.
[21] Cuando los trabajadores llegan a sus “farmas” en Alberta, comienzan las labores en bodegas, haciendo cajas, pues la temperatura es muy baja. Una vez que se encuentran entre los 7 y 9 grados centígrados destapan parcialmente los enjambres que han quedado protegidos de la temporada anterior, los tratan con antibióticos y los alimentan. Después revisan la situación de las abejas reinas, lo que es determinante para el buen comportamiento del enjambre y repercute en la producción de miel. Luego cosechan y, finalmente, preparan las cajas con protección térmica para el invierno.
[22] Los caleros viajan también a otras provincias canadienses para desarrollar diferentes tareas que no tienen que ver con la apicultura; así mismo hay quienes van a Alberta para concentrarse en cultivos agrícolas. Además de los caleros, apicultores de otros municipios morelenses se dirigen a laborar en la misma actividad.
[23] No hay información disponible hasta el momento que permita explicar esta disminución, aunque se intuye que esto tiene que ver con la llegada de apicultores de otros países, como Nicaragua. Esta hipótesis deberá ser comprobada más adelante en la investigación.
[24] En 2021, 71% de los apicultores morelenses que viajan a Canadá en el PTAT, se concentraron en Alberta, el resto en Quebec y la Columbia Británica.
[25] La apicultura morelense y canadiense no sólo se han articulado por la presencia de trabajadores especializados y con conocimientos técnicos, sino también por la venta de núcleos de abejas, como fue explicado por Francisco Martínez en una entrevista (2019), para lo que conviene recordar a la empresa Miel Carlota. De acuerdo con este informante, la empresa ubicada en Cuernavaca (Morelos) vendía enjambres a los apicultores de Alberta, sin embargo, en los ochenta cuando llegó la “africanización” a las abejas morelenses, Canadá cerró las fronteras, por lo que ahora se abastecen de insectos en Estados Unidos.
[26] Para Cordero (2007, p. 87) el carácter transnacional está dado por la creciente importancia de la migración internacional como base de la subsistencia de las personas, así como por los nuevos modos de vida resultado de un tipo de migración intensivo y continuo, que conectan espacios más allá de las fronteras nacionales.
[27] La productividad se valora empíricamente por su “postura”, es decir, el número de huevecillos que pone.
[28] Generalmente introducen al nuevo insecto en la colmena, en una cajita que las abejas se encargarán de destruir en aproximadamente seis días, periodo en que la abeja reina es reconocida por el enjambre.
[29] Se trata de un programa dirigido a población de 18 y 29 años, para vincularla con empleadores (empresas, talleres, instituciones y negocios) para que desarrollen hábitos laborales y competencias técnicas con miras a mejorar sus posibilidades de empleabilidad a futuro (véase: https://jovenesconstruyendoelfuturo.stps.gob.mx/, consultado el 29 de marzo 2022).
[30] Iván entró al PTAT recomendado por su padre, debido a que ese año su empleador canadiense había importado trabajadores para la apicultura, pero finalmente los asignó para que le apoyaran en la construcción de su casa. Esto hizo que necesitara más apicultores para la producción de miel, por lo que solicitó cuatro trabajadores extras, uno de los cuales fue Iván.
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Mexicana. Doctora en Ciencias Agropecuarias y Desarrollo Rural por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex), México. Actualmente es Profesora-investigadora en el Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Estudios Regionales (CICSER) de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), México. Líneas de investigación: mercados de trabajo agrícola, migraciones laborales, asentamientos de población jornalera agrícola migrante. Contacto: asaldana@uaem.mx.