Del traslado al trasiego de la mano de obra: el capitalismo migratorio a través de “la industria de la migración” y “un balance crítico del programa bracero”

Segunda época, número 13, enero-junio 2022, pp. 51-68.

Fecha de recepción: 20 de septiembre de 2021.
Fecha de aceptación: 06 de abril de 2022.

Autor: Philippe Schaffhauser.1

Resumen

En la actualidad, el migrar no es sólo un acto de traslado humano de un lugar a otro, sino que se ha convertido en un trasiego de mano de obra como expresión del trabajo abstracto con base en las divisiones de su organización internacional y la configuración de los mercados laborales locales. La lengua en tanto que institución social no sólo rige las conductas lingüísticas de sus hablantes, sino refleja, también, las transformaciones políticas acaecidas en sociedades determinadas. Éstas no son sólo abstracciones sino más bien el resultado de la moldura que ejerce, a menudo, el capital sobre las prácticas sociales y, en este caso, las sociolingüísticas. Si bien lo anterior puede parecer exagerado abre, sin embargo, la posibilidad de una exploración teórica para indagar una de las numerosas relaciones de dominación e intromisión que comete el capital en la vida humana en movimiento. En este artículo, se pretende iniciar dicha exploración al acuñar el concepto de capitalismo migratorio y presentar sus principales aristas. Para conseguir este cometido, se entabla un diálogo crítico a partir de la obra de Marx (i.e. teoría de la crítica del valor) con dos textos de estudiosos de las migraciones acerca de la industria de la migración y de “un balance crítico del programa bracero”, así como se analiza un cartel que ilustra la historia de las migraciones a Francia.

Palabras clave: capitalismo migratorio, trabajo, estudios migratorios, Karl Marx, dominación.

From mobility to the transfer of working force: migratory capitalism through the “migration industry” and “a critical balance of the bracero program”

Abstract

Currently, migrating is not only an act of human mobility from one place to another but has become a transfer of labor as an expression of abstract work based on the divisions of its international organization and the configuration of local labor markets. Language as a social institution not only governs the linguistic behavior of its speakers, but also reflects the political transformations that have taken place in certain societies. These are not just abstractions but rather the result of the molding that capital often exerts on social practices and, in this case, sociolinguistics. Although the foregoing may seem exaggerated, it nevertheless opens the possibility of a theoretical exploration to investigate one of the numerous relationships of domination and interference that capital commits in human life in movement. In this article, it is intended to initiate this exploration by coining the concept of migratory capitalism and presenting its main edges. To achieve this fact, a critical dialogue is established based on the work of Marx (i.e. critical theory of value) with two texts by migration scholars about the migration industry and «a critical balance of the bracero program”, as well as an analysis of a poster that illustrates the history of migrations to France.

Palabras claves: migratory capitalism, labor, migratory studies, Karl Marx, domination.

Introducción

La lengua española establece una distinción semántica aparentemente muy clara entre los sustantivos “traslado” y “trasiego”. Así, una de las acepciones del primero hace referencia al desplazamiento de personas y seres vivos, mientras que el segundo remite a la circulación de objetos y mercancías, entre otros significados.[1] El capitalismo migratorio, cuya actual ideología descansa en el pensamiento neoliberal y cuya economía política estriba en el modo de producción capitalista, tiende a borrar dicha distinción. Hoy por hoy y desde la lógica del capital, la persona en situación migratoria (PSM en adelante) tiende a convertirse, a menudo, en una mercancía más incluida en la colección de mercancías que pueblan el mundo moderno tal como lo planteaba Karl Marx al iniciar el libro 1 de El Capital (1975 [1867], p. 39). En la actualidad, el migrar no es sólo un acto de traslado humano de un lugar a otro, sino se convierte en un acto de circulación de la mano de obra que constituye la expresión del trabajo abstracto[2] con base en las divisiones de su organización internacional y la configuración de los mercados laborales locales. Las migraciones no son un fenómeno “natural”, sino histórico que puede identificarse en varios episodios como el surgimiento del capitalismo industrial británico (Siglos XVIII y XIX) o el despegue de la industria automotriz en Francia en los años sesenta del siglo pasado. El capitalismo migratorio es un fenómeno histórico vuelto global que ha transitado por varias etapas y transformaciones.

Con ello, se abre la posibilidad de indagar una de las numerosas relaciones de dominación e intromisión que comete el capital en la vida humana en movimiento. En este artículo, se pretende acuñar el concepto de capitalismo migratorio cuya definición consistirá, a lo largo del texto, en la estrategia teórica de explorar algunas aristas que configuran las migraciones como objeto y problema de estudio, mediante un diálogo con el pensamiento crítico de Karl Marx. Para conseguir este cometido, se entablará un diálogo con dos textos de estudiosos de las migraciones: por un lado, el texto de Rubén Hernández León (2012) con relación a la industria de las migraciones; y por el otro, el de Jorge Durand (2007b) a través de un balance que establece en torno al programa bracero. Además, se analizará un cartel representativo exhibido en el Museo de las migraciones en París que es representativo de la historia de la inmigración en Francia.  Estas tres concreciones del capitalismo migratorio desvelan respectivamente tres niveles de análisis: histórico, teórico y simbólico. Conforman las aristas del capitalismo migratorio actual en tanto que producto del modo de producción capitalista, esto es, un proceso de transformación del trabajo, un proceso de enajenación intelectual acerca del mismo, y una ideologización de las migraciones como proceso natural de circulación de un país a otro por “seres humanos” que ejercen supuestamente su libre albedrío.

La bisagra intelectual para propiciar una transformación de la mirada teórica sobre las migraciones internacionales contemporáneas descansará en una lectura específica de la obra de Karl Marx conocida como “crítica del valor” e iniciada por varios autores, bajo varias latitudes, y entre los cuales destacan los alemanes Robert Kurz (2012) y Anselme Jappe (2017) y el canadiense Moishe Postone (2012). El esfuerzo implementado aquí por construir una visión alterna, o al menos distinta, se suma a otras labores que iniciaron autores como Sandro Mezzadra (2005), más el camino que se pretende abrir a partir de ahora habrá de bifurcar con respecto a los que han sido trazados por estos críticos de las migraciones y su respectiva fenomenología. Para interrogar críticamente y a partir de Marx el objeto migratorio es importante considerar que estudiar las migraciones es en realidad estudiar las migraciones en el capitalismo como constructo histórico del capital. En este artículo, no se trata de determinar si es “políticamente correcto” o no estar a favor o en contra de las migraciones, sino de elaborar una crítica, con cierto calado, sobre la relación contemporánea entre capitalismo y migraciones.

Algunas premisas sobre el capitalismo migratorio

Hoy día, la tematización política de las migraciones internacionales establece una línea divisora moral entre partidarios[3] y adversarios de éstas. Así, entre la postura humanista de políticos, militantes e investigadores que abogan por unas migraciones sin trabas, sin restricciones fronterizas y sin consideraciones nacionalistas, lo cual nutre una evidente relación con los tópicos del pensamiento neoliberal, por un lado, y otras voces soberanistas y xenófobas, que advierten los riesgos que representan las migraciones para la paz y la estabilidad de los Estados-naciones, lo cual expresa una forma antigua del capitalismo basado en el desarrollo industrial, la defensa jurídica y militar del mismo y la existencia de potencias o bloques nacionales, por otro, existe, no obstante, un continuum histórico que pone de relieve las transformaciones del modo de producción y acumulación capitalista y su ilustración a través de los conceptos marxistas de subsunción (dominación) formal y subsunción (dominación) real.

Asimismo, cabe aclarar que el capitalismo migratorio constituye uno de los tantos rostros actuales del capital. Éste tiene varias facetas históricas que han sido superadas por su propia dinámica de producción y acumulación. En este sentido, resulta crucial tener presente que el capitalismo migratorio es parte de la lógica del capital y por tanto es necesario tener presente la articulación teórica de sus características y formas con las de otras expresiones del capital. El capitalismo migratorio se ha complejizado al tejer sus formas con las de otros capitalismos. Está claro, que después del 11 de septiembre de 2001 y la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York, el mundo cambió brutalmente. Está claro también que con la pandemia por Covid-19 el gran reinicio de la economía mundial prometido por Klaus Schwab (2020), desde los Alpes suizos en Davos, implica también un gran reinicio del trabajo[4] y, por tanto, de las migraciones.

Así pues, el capitalismo migratorio en tanto que fenómeno global vino a compaginarse con el capitalismo de la vigilancia (Zuboff, 2019). El periodo posterior al 11/09/01, configura, a mi juicio, un parteaguas ya que culmina la fase del capitalismo migratorio industrial e inicia otra que consiste en un capitalismo migratorio de vigilancia. El trabajador migratorio se ha convertido, hoy por hoy, en un empedernido sospechoso y la migración ha venido a criminalizarle. De alguna manera esta transición corresponde a lo que Marx analiza como el paso de una subsunción (dominación) formal articulada en torno a la extracción absoluta de la plusvalía (a través del aumento del tiempo laborado o de la disminución del sueldo), a una subsunción (dominación) real sustentada en la plusvalía relativa (mediante la maquinización y tecnologización del trabajo). Está claro que está transición no termina de gestarse y se traslapa una forma de dominación con otra.

Una de las consecuencias de este proceso de mutación inconcluso para la inteligibilidad del fenómeno migratorio estriba en la coexistencia, a nivel internacional, de migraciones laborales con otras de refugiados de toda índole que el capital no requiere más para su propio crecimiento (Schaffhauser, 2019b). He ahí el tema de las múltiples expulsiones que produce el capital como trato antropológico dominante reservado al Hombre contemporáneo (Sassen, 2015) a quien se le arrebata la tierra donde vive, el trabajo que moldea su cuerpo y la conciencia que capacita su acción política y lúdica. Prueba de lo anterior es la firma del Pacto de Marrakech sobre “Migraciones Seguras, Reguladas y Ordenadas” en diciembre de 2019 cuyo resultado principal es la nueva delimitación institucional y legal entre migraciones deseadas y migraciones no permitidas.

De igual modo, la externalización de políticas migratorias de países hegemónicos involucra a otros países menoscabando su soberanía política, endilgándoles la responsabilidad de cuidar sus fronteras y convirtiéndolos finalmente en tercer país seguro. Así pues, la migración México-Estados Unidos “migró” hacia el sur, hasta el estado de Chiapas en donde se ha construido, en la actualidad, una barda de contención para detener flujos de migrantes procedentes de Centroamérica y Haití principalmente.[5] Lo anterior sólo se puede entender desde la perspectiva dominante de los países que concentran el poder económico y financiero. Sin embargo, algunos países no ratificaron dicho Pacto no-vinculante (es decir sin obligaciones formales para los gobiernos de los países firmantes) entre los cuales destacó los Estados Unidos, a través del gobierno de Donald Trump.

La articulación entre migración y vigilancia, cuyos antecedentes se cristalizan en torno a la ley IRCA[6] de 1986, dio pie a una nueva gobernanza acentuada por los atentados del 11 de septiembre, a través de la creación del poderoso departamento Homeland Security (Departamento de Seguridad Nacional) en 2002, en Estados Unidos.[7] Esta nueva configuración política fomentó una criminalización del migrante como agente encubierto del terrorismo internacional. Consiste hasta hoy día en dar rostro al enemigo y a disociar la doble problemática migratoria como resultado objetivo de la economía política (capitalista) y como replanteamiento antropológico de la relación con el otro en tanto que extranjero. Desde luego que el capitalismo migratorio se vincula con más expresiones contemporáneas del capital como por ejemplo el capitalismo del conocimiento a través por ejemplo de la fuga de cerebros de los países periféricos hacia los centros de acumulación del capital.

No basta decir que establecer las bases de una crítica del capitalismo migratorio no es criticar a los migrantes, sino enfatizar la situación demográfica y la condición social de las PSM. En este sentido, la defensa de los migrantes debe apuntar no a mejorar las condiciones migratorias, sino procurar la abolición de las migraciones y abogar por la libre circulación de todas y todos como lo plantea el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En otras palabras, no se trata de estar en contra de las PSM y sus legítimas aspiraciones sociales y económicas, sino de estar en contra de las migraciones en el capitalismo. El problema no es aquí un tipo de movilidad llamada “migraciones”, sino la organización capitalista de éstas.

Así pues, el capitalismo migratorio si bien es el resultado de un proceso histórico que convierte su forma industrial en otra que es de vigilancia, desvela también otras ramificaciones y articulaciones fenomenales. Una de ellas es la que problematiza Daniel Cunha (2019), a través de lo que el discípulo de Jason Moore denomina “capitalismo de frontera”. Según el autor, este capitalismo consiste en ampliar sus límites de producción y acumulación y, por tanto, se empeña en buscar nuevos territorios de extracción, trazar nuevas rutas migratorias y encontrar nuevas poblaciones para explotar su fuerza de trabajo, bien para que vayan incrementando el ejército de reserva o bien para expulsarlas de las regiones donde pueda ejercer su codicia. La frontera del capital es el cursor que desplaza sin fin hacia el modo de autoperpetuación del reino de la mercancía.

El renovar el ejército de reserva migratorio implica desplazar fronteras o crear nuevos confines. En este sentido a los Estados que inicialmente proveyeron a la migración mexicana a los Estados Unidos en tiempos del programa bracero (1942-1964-67) se sumaron nuevos, en la actualidad, como Veracruz o Chiapas. Lo anterior significa que el estudio, el análisis y la reflexión teórica sobre las migraciones contemporáneas han de entenderse como un punto de entrada para problematizar la fenomenología del capital en tanto que modernidad y proceso histórico de variada índole. Asimismo, implica volver a pensar la funcionalidad del capital como sujeto autómata salido del control humano y convertido en una ideología; esto es, una idea, una lógica y una programática que consiste en la acumulación sin fin del valor, lo que Marx llama la valoración del valor que resulta de la extracción de la plusvalía del trabajo humano y cristalizado en productos vueltos mercancías con valor de cambio. Bajo esta óptica, el capitalismo migratorio contribuye a la transformación del valor: a través de su fuerza, la energía de sus brazos e intelecto, el trabajador en situación migratoria tiende a convertirse en una mercancía más, una cantidad intercambiable con otra, en un mercado laboral globalizado; es decir, la expresión contemporánea de lo que Marx define mediante el concepto de trabajo abstracto.

El Capitalismo migratorio y su sombra en la literatura y la museografía especializada

Empezaremos por comentar el artículo de Rubén Hernández León (2012) titulado “La industria de la migración en el sistema migratorio México-Estados Unidos”. Se trata de una investigación cuya principal virtud es poner de relieve el despliegue de agentes y fuerzas que cooperan en un mercado migratorio, es decir, una ventana de oportunidades, para brindar, con afán de lucro, la logística para el cumplimiento del recorrido migratorio, a través de servicios de transportación, alimentación y hospedaje para las PSM, así como el envío de remesas y paqueterías diversas que establecen el vínculo objetivo entre lugares de origen y destino, contribuyendo a la autoperpetuación del proceso migratorio mediante la construcción de un mercado laboral que pone de relieve el papel de contratistas autorizados y otros clandestinos (polleros o coyotes). Esto es, la migración de otros es negocio para algunos.

“La industria de la migración” de Hernández León

Así, el artículo procura describir las múltiples aristas de este mundo que posibilita el acto migratorio y complementa, (e incluso en ocasiones sustituye), las estrategias de los propios migrantes para trasladarse a Estados Unidos y encontrar allí empleos y alojamientos, a través de sus redes sociales (familiares, comunitarias, compadrazgo, entre otras). Considera Hernández León que su trabajo contribuye a complementar el enfoque de redes sociales que caracteriza la perspectiva de investigación de Douglas Massey. Dicho sea de paso, según este estudioso estadounidense de las migraciones, las redes sociales que construyen los migrantes (o sea su capital migratorio), las tradiciones migratorias que unen a pueblos y regiones mexicanas con lugares de destino en Estados Unidos, así como las estrategias laborales y sociales que implementan y refinan los propios migrantes terminan por construir y definir el fenómeno migratorio.

En otras palabras, es como si los pobres mediante sus formas culturales, que autores como Nels Anderson u Oscar Lewis han documentado y puesto de manifiesto a través de la vida de los Hobos y de las vecindades populares del barrio de Tepito en la ciudad de México, terminasen por construir la pobreza, lo cual tiende a ocultar, desde luego, el peso de las estructuras sociales y económicas y las determinaciones que éstas dejan como impronta indeleble en la configuración de las relaciones sociales. Es como si el capitalismo y su modo de producción no ejerciesen algún constreñimiento social y económico y que el escenario de las migraciones lo ocupasen únicamente los migrantes en calidad de actores principales de este reparto sociológico. En este sentido, Hernández y Massey parecen estar en sintonía, ya que para ambos autores el capital parece ser una variable entre otras y no la relación social cardinal que construye el mundo y sus habitantes, sedentarios mismos que migrantes.

El trabajo de Hernández León si bien no es inédito (Hernández, 2012, p. 42-44), ya que descansa en investigaciones previas como las de Stephen Castle y Mark J. Miller (1998), profundiza la veta que consiste en industrializar el fenómeno migratorio. En otras palabras, el autor hace hincapié en las dos facetas que producen las migraciones mexicanas a Estados Unidos, esto es, la agencia y organizaciones de los propios migrantes a partir de sus variadas experiencias colectivas e individuales depositadas en tradiciones migratorias establecidas con el paso del tiempo por un lado y las estructuras económicas que configuran las condiciones logísticas del proceso migratorio en tanto que traslado de México a Estados Unidos, estadía y trabajo en ese país y envíos de bienes y dinero (remesas) al lugar de origen del migrante, por otro.

Todas estas necesidades que manifiestan personas en situación migratoria (PSM) son atendidas de una u otra forma por la industria de la migración. Además, dicha estructuración entraña en su seno contradicciones, ya que albergan fuerzas cuyo único fin es el lucro y otras cuyo objetivo es moral y humanitario y consiste en ayudar, asesorar y solucionar los problemas legales, de discriminación y abusos que sufren los migrantes en tránsito o una vez establecidos en el lugar de destino. Considera Hernández León que su investigación contribuye a alumbrar y detallar la otra cara del proceso migratorio mexicano hacia Estados Unidos y de esta manera, ponderar la capacidad de agencia de los propios migrantes para construir dicho proceso, haciéndose camino al andar.

La contribución del autor, al parecer, descansa en una objetivación del proceso migratorio concomitante al enfoque subjetivista, es decir, accionalista, el cual establece el acto migratorio como un acto de voluntad propia.[8] Dicho de otra manera, Hernández León refina y amplia al mismo tiempo las tesis de Douglas Massey sobre la estrecha relación entre migración y redes sociales (reales mismos que virtuales). Para apuntalar su argumentación, el autor detalla su planteamiento teórico (esto es, su visión y explicación sobre lo que son las migraciones en general, como las que atañen en particular a la relación México-Estados Unidos) a través de una observación minuciosa realizada en la ciudad mediana de Dalton (Georgia), la cual, en años recientes y mediante su desarrollo económico local (pollerías y alfombras), se convirtió en lugar de destino “en boga” para cierto tipo de mano de obra mexicana, en la primera década del siglo XXI (Hernández, 2012, p. 53-55).

Sin duda, quien desconozca este trabajo aprenderá mucho a partir de sus hallazgos y descripciones sobre la industria de la migración, sus formas, sus lógicas, su funcionamiento y sus tendencias, pero podrá pensar también que existe en este trabajo un cabo suelto que analítico y teórico. En el artículo de Hernández León, puede sorprender la omisión constante al temario del capitalismo y la reflexión teórica que entraña para problematizar la industria de la migración como una concreción del capitalismo migratorio. La palabra “capitalismo”, sus derivados paradigmáticos (capital, capitalización, capitalista, etcétera) y articulaciones sintagmáticas (trabajo, producción, acumulación, consumo) no aparecen en esta prosa.

El capital se convierte en el illusio de la argumentación en este artículo, esto es, el tema del que se habla sin jamás tocarse. Todo en el artículo apunta a la organización de la circulación de los hombres por el capital que ideológico, económico y políticamente se convierte en el constructo “migración”, y, sin embargo, nada se elabora a partir de estas múltiples indicaciones teóricas y empíricas que señalan la presencia y el juego del capital.

El planteamiento del autor pretende construir dos niveles de análisis que corresponden al juego recíproco de fuerzas subjetivas y objetivas que configuran las migraciones mexicanas a Estados Unidos, como si se tratará de dos fenomenologías que aun estando vinculadas, son muy distintas y específicas: una superficial (relacionada con el mundo de actores situados dotados de voluntad, emociones, intereses y deseos), y otra profunda (articulada con la esfera de estructuras y fuerzas económicas y morales). La interacción entre ambas es precisamente lo que instituiría la migración como fenómeno contemporáneo e histórico; como experiencias vividas y juego de estructuras; y como acciones de acuerdo con fines por un lado y fuerzas de coerción, por otro. La comprensión de este andamiaje es lo que daría pie a una teoría social de la migración. En este sentido, el artículo de Hernández León contribuye a la elaboración de tal teoría. Sin embargo, la articulación, la interacción o la relación no son conceptos teóricos equiparables a la dialéctica y la crítica de la economía política. Explicar así la migración como un estrecho juego entre acciones y estructuras, entre migrantes e industria de la migración es como construir un paradigma dotado de un prisma teórico y lentes metodológicos mediante los cuales se elabora, se mira y se representa un mundo que oculta la presencia y el papel del capitalismo convirtiéndolo en una abstracción real.

La ruptura con la argumentación de Hernández León consiste en partir de otras premisas:

  • La industria de la migración es una manifestación del poderío del capital.
  • Significa que es el capital el trasfondo del teatro migratorio y no la industria de la migración.
  • Ésta no se entiende como un simple fenómeno laboral y demográfico, sino como el resultado de una relación social dictada por el capital: la accesibilidad de una mano de obra de un país determinado para un modo de producción situado en otro.
  • En este sentido, el autor del artículo recurre a una fenomenología de primera instancia que consiste en “la agencia del migrante a través de sus organizaciones y redes sociales” y “la industria de la migración” y no vislumbra una fenomenología de segunda instancia, (o mejor dicho, de última instancia) que consiste en analizar el capital en la migración como una organización política y económica del desplazamiento de la mano de obra al servicio del crecimiento y de la reproducción del modo de producción capitalista.
  • Por tanto y en vez de hablar de industria de la migración resulta más fecundo y heurístico plantear la noción de capitalismo migratorio. Éste se entiende como la relación social estrecha entre trabajo y migración, a través de la orquestación del capital.
  • El CM no se reduce a la industria de la migración, sino que abarca también aspectos políticos a través de su institucionalización como acción pública, tal como se observa en la existencia en México de secretarías estatales del migrante (Zacatecas o Michoacán)[9] o de centros de estudios de la migración. Dicha institucionalización contribuye a perpetuar la migración como “desplazamiento natural” de personas de un país a otro, eludiendo así la construcción del derecho de libre circulación.
  • Este capitalismo consiste en:
    1. Atender la cuadratura del círculo del capital, esto es la valoración del valor a través de la explotación del trabajo humano a nivel global. En este sentido, la globalización y las “revoluciones tecnológicas” achican las distancias de la explotación.
    2. Si bien la migración es históricamente el medio a través del cual el modo de producción capitalista centralizado (es decir principalmente occidental) se ha allegado una mano de obra exterior, aparentemente dócil y más barata, este medio se ha convertido en sí en un nicho económico más para la extracción de la plusvalía y el surgimiento prolijo de actividades afines a ello. Al igual que el Rey Midas que convertía todo en oro, el capital transforma todas las relaciones sociales, en relaciones basadas en la producción, la acumulación y la explotación.
    3. Al igual que el capitalismo contemporáneo que termina topándose con sus propias contradicciones (esto es, la baja tangencial de la tasa de ganancia), el capitalismo migratorio, como logística e industria adicional del capital, enfrenta una serie de sobresaltos (desindustrialización de las otrora potencias económicas occidentales; terciarización de dichas economías, es decir, la tercer-mundialización y bipolarización de sus actividades productivas)[10] que configuran las llamadas crisis migratorias actuales.

El capitalismo es una fuerza sin rostro, una agencia sin agente, una orquesta sin jefe de orquesta. Un sujeto autómata como decía Marx que induce el fetichismo de la mercancía como alienación suprema. El capitalismo migratorio es una hechura del capital y se enmarca en un proceso histórico que supedita los modos de libre circulación de los hombres al modo de producción capitalista y cuya concreción mayor hoy día es la migración laboral y el viaje turístico, es decir, el tiempo laborado en otra región o país y el tiempo libre utilizado en otro espacio geográfico. Significa que la circulación de los hombres se ha vuelto actividad de producción o de consumo, trabajo u ocio. No obstante, lo anterior, y como resultado de las crisis recientes de producción y acumulación del capital después de 2008, la migración laboral se ha escindido en varias expresiones dramáticas como son los desplazamientos forzados, los éxodos, las crisis y los caos migratorios. Todas éstas dictaminan a través de la mediatización de su fenomenología la reconfiguración utilitarista del capital (Morice, 2009), el cual plantea que, detrás de cualquier trabajador empleado aquí y ahora, existe, en algún lado, su equivalente en el ejército de reserva correspondiente a su desempeño.

De acuerdo con lo anterior, resulta necesario cambiar de prisma y ponerse otras gafas. El paradigma es otro. La migración no aparece como un fenómeno naturalizado parecido al larguísimo recorrido de las mariposas monarcas que llegan desde Canadá a su santuario michoacano. La migración de seres humanos no es una expresión más de la modernidad, la marcha ininterrumpida del progreso o contraparte del desarrollo socioeconómico de las naciones, sino que se convierte en una dialéctica y consiste en una perversión de la (libre) circulación. La contradicción que subyace dicha dialéctica consiste analíticamente en identificar dos movimientos distintos: la circulación viva y la circulación muerta. Es decir, una circulación emancipada y otra enajenada; una con libertad y otra privada de ella. Esta dimensión psicoanalítica de la migración es una arista que, a menudo, pasamos por alto los estudiosos del tema y cabe subrayarla aquí.

Otro elemento que interesa resaltar en el artículo de Hernández León es el continuum que se puede establecer a partir de su observación y análisis entre migración mexicana a Georgia y el flete de bienes y divisas que efectúan pequeñas compañías de transporte, entre ese Estado de la Unión Americana y varias regiones de México. Estas empresas familiares, a menudo conformadas de personas de origen mexicano, atienden necesidades varias de envío de la comunidad mexicana instalada ahí. Esta extensión de la industria de la migración a actividades de transportación entre ambos países si bien puede ser cuestionada metodológicamente hablando por algunos estudiosos de las migraciones, ya que la migración de hombres no es estrictamente equivalente al comercio de bienes, considero que pone de relieve una de las principales facetas del capitalismo migratorio a través de su industria que describe Hernández León. Consiste esta vertiente del capital en la mercantilización del trabajo humano y de los bienes no sólo los que puede producir la PSM, sino los que puede consumir y adquirir. He ahí un empate entre el traslado laboral de personas a otro país y el trasiego de mercancías que éstas pueden enviar a su lugar de origen. El Capitalismo migratorio, al igual que otras formas del capital, convierte todo en mercancía: el hombre a través de su fuerza de trabajo, de lo que produce y de lo consume. La mercancía es el elemento articulador de las relaciones sociales en el capitalismo y su forma migratoria no escapa al alcance de esta lógica global. Esta articulación dialéctica es lo que no detecta Hernández León en su observación y análisis de la industria de la migración como si ésta no estuviera directamente conectada y sujetada al modo de producción capitalista.

“El Balance crítico” de Durand

Jorge Durand es, sin duda hoy día, uno de los más renombrados estudiosos de las migraciones mexicanas a Estados Unidos. Es una referencia insoslayable para quienes quieren aprender de este campo de conocimiento. Su obra es testigo de este elogio al igual que la calidad de la trayectoria académica de Jorge Durand. La importancia de dicho programa como hito esencial en la constitución e institucionalización de las migraciones a nivel mundial es un comentario que comparto con Durand. Sin embargo, discrepo de él sobre la orientación que cobra su crítica, la cual podría considerarse “reformista” y no “revolucionaria”.[11] El problema de la construcción de un aparato crítico para examinar sucesos históricos como el programa bracero tiene que ver con la posibilidad de desplazar el cursor del cuestionamiento para no dejar al margen realidades que terminan por conformarse en puntos ciegos de la crítica.

Si leemos el artículo de Durand con las gafas de Marx, es evidente que las migraciones internacionales no son más que una expresión cardinal de la organización por el capital y para el capital del tráfico de mano de obra. Lo que interpela en este trabajo no es tanto que Durand no esté consciente de ello, sino que lo considera como una sencilla variable entre otras. En este sentido, sorprende que la orientación de este texto apunta —como bien lo dice el subtítulo— a sacar un balance maniqueo entre aspectos positivos y aspectos negativos que resultaron de este programa y todo ello en aras de aprender de él para poder diseñar a futuro nuevos programas de trabajo temporal inspirados en el “gran ejemplo que ha sido el programa bracero” (Durand, 2007, p. 27). Las migraciones son, a final de cuentas, un mal necesario para las sociedades contemporáneas tanto las que proveen de brazos e intelecto a otras cuya economía requiere esta ausencia temporal o duradera de personas como para las sociedades de destino que se enfrentan, en los últimos años, a crisis de endeudamiento, de producción y consumo con efectos sociales manifiestos como el desempleo, el subempleo, la pauperización, el racismo, la xenofobia y finalmente el incremento irreversible de la brecha económica entre “ricos” y “pobres”.

Al igual que Hernández León, Durand no conecta directamente el problema de las migraciones con el tema del capitalismo y su forma actual que es el neoliberalismo cuyas características principales son el reino de la mercancía, la abstracción del trabajo y la acumulación sin fin del valor. La relación capitalismo-migraciones aparece en la prosa de Durand bajo los rasgos de la modernidad, el desarrollo agroindustrial estadounidense y las relaciones históricas de dependencia de México con respecto a Estados Unidos. Es decir, que el capitalismo no aparece como tal sino a través de estos avatares. Pero estos avatares constituyen también cabos sueltos como si el desarrollo económico de Estados Unidos poco tuviera que ver con la historia de las dependencias que guarda México con los Estados Unidos y que por mucho emblematizan las migraciones mexicanas al Norte.

En este sentido, el programa bracero, según Durand, aparece como una disposición política y económica repentina para enfrentar la escasez de mano de obra en el campo, a raíz de la segunda conflagración mundial, y no como la expresión objetiva de la expansión del capitalismo norteamericano hacia otras geografías (Durand, 2007b, p. 35-36). Esta visión del experto en temas migratorios tiende a reproducir la narrativa oficial sobre la existencia y justificación del programa bracero. Existe, sin embargo, otra lectura que hace hincapié en la constitución del fenómeno migratorio como fenómeno laboral orquestado por el capital y plantea la idea que la migración ha ensanchando, desde luego, los mercados laborales nacionales y regionales provocando un alza de la oferta de mano de obra sin que ésta corresponda necesariamente a un alza de la demanda de trabajo, permitiendo así la configuración de una competencia entre trabajadores locales sustituibles por la cuantía de trabajadores procedentes de otro horizonte.

Así pues, no es la falta de mano de obra agrícola en Estados Unidos a raíz de la Segunda Guerra Mundial la explicación principal del surgimiento de los acuerdos braceros, sino la posibilidad, mediante el conflicto mundial, de abaratar el costo de la mano de obra agrícola nacional al recurrir a millones de brazos procedentes de México. Prueba de ello, es que no es en agosto de 1945 (con la rendición del imperio nipón y el regreso a casa de los Boys) cuando concluye el programa bracero, sino que se prolonga 19 años más hasta 1964.[12] Como dice Marx el programa bracero ejemplifica la idea de sustituir “Un yanqui por tres chinos” (Marx, 1867, p. 9) e impeler a que “el hombre trabaje mediante máquinas o como máquinas” (Marx, 1844, p. 69). En definitiva, el programa bracero ha conllevado la constitución paralela de otro programa bracero compuesto de jornaleros indocumentados a veces expulsables (como en el caso de la operación Wetback de 1954) o utilizables de acuerdo con las necesidades del momento de los granjeros. He ahí el famoso secado de “mojados” que consistía en convertir a indocumentados en documentados, mediante una operación fronteriza de abracadabra. Por ende, cuando se ha de analizar el programa bracero es preciso tener presente tres figuras de trabajadores agrícolas compitiendo entre sí: el nacional, el trabajador migratorio con contrato y el “mojado”.

Otro elemento que llama la atención en el artículo de Durand es la contraposición que señala entre el programa bracero y el sistema de enganche que argumenta a favor de los acuerdos braceros sin percatarse de que su análisis refiere a dos formas históricas del capitalismo migratorio siendo la primera incipiente, por más crudas que hayan sido las condiciones laborales para los candidatos para la emigración a Estados Unidos; y la segunda una expresión cardinal del capitalismo migratorio agro-industrial que convirtió, aunque de modo temporal, a campesinos en obreros (jornaleros) agrícolas, de tal manera que la finalización de los acuerdos tuvo mucho que ver con la tecnificación y la mecanización de la producción agrícola. Esto es, se produjo el desplazamiento de la extracción de la plusvalía de una forma absoluta (a través del juego sobre el volumen de horas laboradas y la flexibilidad del salario devengado) a otra relativa (implicando la sustitución del trabajador por máquinas que, aunque no producen valor, lo cristalizan mediante la conversión de cosechas en mercancías).

Tampoco Durand se cerciora de que la jerga utilizada en su artículo rima con el juego de lenguaje neoliberal y capitalista que tiende a convertir al Hombre en fuerza de trabajo a secas. En este sentido expresiones como “La exportación de 1000 trabajadores” o “La importación masiva de mano de obra” o “Un programa acotado y flexible” (Durand, 2007, p. 28, 30 y 34) no son fórmulas muy felices para dar cuenta críticamente de lo que las migraciones mexicanas a Estados Unidos han sido: un sistema de explotación derivado de otro sistema que es la acumulación de capital que corresponde a lo que Marx llama el apilamiento de trabajos muertos. Es más, considera Durand que la flexibilidad laboral es una virtud y coloca esta característica del lado de los aspectos positivos del programa, un elemento que habría de retomarse pensando en el diseño de programas migratorios a futuro. La flexibilidad laboral y social en el lenguaje neoliberal equivale al concepto darwiniano “de adaptación”, como si el modo de producción capitalista fuese la concreción del medio ambiente y sus leyes naturales. Asimismo, cabe preguntarse a qué tendría que adaptarse la PSM, ya que el capitalismo no es como lo describe la narrativa neoliberal, esto es, un mundo moderno armónico, sino el acopio histórico de sus propias contradicciones, algunas de las cuales resultan insuperables: el crecimiento infinito de la riqueza, es decir del valor, en un mundo finito y con recursos limitados.

Así pues, Durand confunde llevar a cabo una crítica de un programa laboral como el programa bracero con establecer un diagnóstico que detecta síntomas mas no las causas que lo engendraron y transformaron la condición de cientos de miles de campesinos mexicanos y de sus familias en su región de origen. Con un planteamiento tal, es muy difícil entender la lucha de los ex braceros que, a pesar de cortapisas burocráticas y políticas, buscan recuperar el dinero de su fondo de ahorro campesino y su dignidad social y ejemplifican la continua historia de la humanidad como una lucha de clases entre el capital y quienes intentan alzarse contra él (Schaffhauser, 2019a).

El actual conflicto bracero que lleva 23 años de existencia, esto es, más que la totalidad del programa bracero constituye, a mi juicio, una consecuencia directa de la explotación laboral y vulneración de sus derechos sociales a los cuales han sido sometidos los ahora ex braceros. El problema bracero, es decir, la no reintegración a sus beneficiarios del Fondo de Ahorro Campesino es una “papa caliente” que se echan entre sí los gobiernos mexicanos y estadounidense que se han sucedido en el poder político desde 1964. La mala gestión, la falta de trasparencia en relación con el número de braceros beneficiarios y la corrupción han caracterizado la administración binacional de este fondo. Sin embargo, para Durand este tema socialmente relevante constituye tan sólo un problema adicional (Durand, 2007b, p. 37). A manera de comentario general sobre la relación entre migraciones y luchas de clases, continúa diciendo que: “Los conflictos son un elemento cotidiano en la lucha de clases y debemos acostumbrarnos a que sean considerados como algo normal en un mundo globalizado (Durand, 2007b, p. 41)”.

Esta postura teórica muy próxima a la sociología del conflicto de Georg Simmel alude a mis comentarios de arriba acerca de la distinción entre fenomenología de primera instancia y segunda instancia. Esta descripción naturalista sobre la existencia de conflictos sociales y políticos exime la reflexión crítica de todo tipo de cuestionamiento que consiste en historicizar sus causas y orígenes: identificar la emergencia y documentar la conformación de bloques antagónicos. Con base en este tipo de concepción se puede, luego entonces, plantear que las migraciones, los conflictos, la explotación, el valor y hasta el propio capitalismo no son el producto de una historia moldeada por relaciones de fuerza sino la expresión de “formas naturales” constitutivas de organizaciones sociales de todo el tiempo y de cada lugar, que tiene por principal consecuencia el pensar a contracorriente de la historia.

No basta decir que por adoptar estas premisas se menoscaba considerablemente el alcance del balance crítico del programa bracero que pretende llevar a cabo Durand, a través de su artículo. Su problematización crítica del programa bracero —como lo señalé párrafos arriba— es reformista[13] y no revolucionaria y, por tanto, aparece como la expresión de una experticia sobre qué es lo que se puede rescatar del programa y qué es lo que se habrá de descartar para elaborar mejores programas laborales migratorios venideros. Si bien existen algunos guiños (no explicitados) con el pensamiento de Max Weber (en relación con su obra magna que constituye La Ética protestante y el espíritu del capitalismo), carece la crítica de Durand de un aparato teórico crítico que le dé cuerpo conceptual, fuerza analítica y profundidad reflexiva.

Marx, Freud o Nietzsche[14] son autores que han propuesto sendas perspectivas críticas, en el entendido que el único, de entre los tres, que consiguió problematizar el capital y sus facetas múltiples y cambiantes es el nativo de Tréveris. En términos deontológicos, Durand no está en contra de las migraciones porque considera que, a final de cuentas, no son un fenómeno netamente histórico y dialéctico, sino cuasi “natural”. En este sentido, su enfoque podría ser considerado convencional y remitir a una fenomenología de primera instancia. El horizonte de una crítica de las migraciones internacionales —y en este caso de su ejemplificación a través del programa bracero— no consiste teóricamente en rescatar lo mejor de los programas migratorios para asegurar su continuidad económica y política, sino en abolir las migraciones para promover la libre circulación de las personas entre los países. Si bien tal horizonte es ciertamente hoy en día una utopía, la autoperpetuación de las migraciones a nivel global en la perspectiva del capital constituye, sin duda, una distopía.

Finalmente, el programa bracero es una expresión de la hegemonía selectica que caracteriza el capital hoy día y desborda por mucho los límites de la bipolaridad geopolítica México-Estados Unidos. Conforme lo señala Gavin Smith (2011), no se trata, como fue el caso durante el periodo colonial (siglos XVI-XIX), de controlar territorios enteros a través de una hegemonía extensiva encubierta por un proyecto colonial civilizatorio, sino de acaparar de manera utilitarista sus recursos incluyendo el más preciado de todos: la mano de obra. He ahí una de las expresiones del actual neocolonialismo a través de múltiples formas de extractivismo.

Barrenderos africanos

Le Musée de l’Histoire de l’Immigration (El museo de la Historia de la Inmigración) es un espacio conmemorativo para celebrar el fenómeno migratorio y las historias colectivas e individuales que lo constituyen.[15] Se localiza en el Palacio de la Porte Dorée, en Paris. Se inauguró en 2007 y su instauración procede de proyectos anteriores dedicados en buena medida a la celebración del colonialismo francés y su “obra civilizatoria”. Éste es un espacio modesto a pesar del alarde de lujo y prestigio que envuelve el recinto palaciego del museo. Al igual que otros museos de otra índole consta de colecciones permanentes y otras temporales que corresponden a iniciativas históricas y artísticas. Asimismo, su misión principal consiste en reconocer el aporte significativo de las migraciones y las PSM para el beneficio nacional; promover la integración social de las mismas; y sensibilizar a la población local y nacional a los temas y problemáticas de la inmigración. Para ello, el museo combina materiales diversos: fotos, documentos administrativos, leyes, numerarias, dibujos, notas periodísticas del siglo XIX a la fecha.

Ahora bien, quisiera detener la atención en un cartel de la colección permanente que, a mi juicio, ejemplifica la idea política según la cual la inmigración es una necesidad para países que son potencias económicas y políticas como es el caso (dentro del marco de la Unión Europea) de Francia.

La composición de este cartel nos indica que la escena se sitúa de noche y desde la plaza del Trocadero, un espacio ilustre que abre paso hacia la conspicua Torre Eiffel y alberga, asimismo, el Museo del Hombre. Se trata de un sitio que simboliza y celebra la arquitectura de Paris. Tres empleados del aseo público de origen africano (tal vez de nacionalidad senegalesa o congoleña por los vínculos postcoloniales que unen a esos países con Francia) que barren y recogen basura y excrementos y, mientras que, en el fondo, una dama y un señor blancos europeos andan paseando a sus perros. Contrasta la labor de unos con el tiempo libre de otros; contrasta también la oscuridad de la noche y la tez de estos trabajadores que los convierten en agentes parisinos invisibles que consiguen mantener limpia la ciudad-luz.

Fotografía 1. París está limpia

Fuente: fotografía propia. El pie del cartel dice: “París está limpia. Gracias a nosotros los inmigrados a quienes no nos gusta ver orinas y excrementos perros. Sin nosotros, esta ciudad sería tal vez una escoria de heces.

El trabajo de unos y el paseo de otros; la “extranjereidad” de unos y la europeidad de otros; la inmigración de unos y la “sedentariedad” de otros; la explotación de unos y el goce de otros. Todo ello provoca una dualidad, una contradicción entre unos y otros que actualiza la dialéctica hegeliana del maestro y del esclavo, donde el trabajo de unos por más indispensable que sea para la higiene de todos y la calidad de vida de estos transeúntes termina siendo ocultado, negado, relegado y olvidado. Cada amanecer en París con calles limpias, andenes del metro aseados son la expresión de un naturalismo hedonista propio para el goce del parisino de estirpe y, desde luego, del turista.

Sin embargo, sin estos trabajadores africanos de la oscuridad la situación no sería tal. Lo que el cartel procura poner de relieve y reconocer no es tanto la inmigración africana sino el trabajo de éstos que recibe su justa recompensa social: el aprecio. Si bien estos africanos dejan ver sus rostros, éstos parecen tejer entre sí un aire de familia como si fuesen hermanos o primos cuando en realidad terminan siendo idénticos unos con otros para ejemplificar, muy a su pesar y lejos de su utilidad inmediata, el carácter abstracto de trabajo que puede ser ejecutado por quien sea, es decir, quien venga de fuera y pueda ser desechable en cualquier momento. “La sencillez” y utilidad del aseo realizado en algún espacio público determinado, por un lado, y la inserción de dicha actividad como empleo en un mercado laboral internacional por otro, constituyen las dos facetas del trabajo: concreta y abstracta. La paradoja radica en este cartel entre la necesidad de contar el trabajo de estos inmigrados solícitos y el cuasi nulo reconocimiento social que se les otorga por asear la ciudad. Cuanto más útil, necesario y vinculante sea el trabajo, menos prestigio se le confiere a quien lo desempeñe (Graeber, 2018).

Durante la pandemia por Covid-19, el mundo, es decir, las clases sociales privilegiadas que utilizan las redes sociales para imponer sus valores y su visión del mundo al resto de la sociedad descubrieron repentinamente cuánto dependen sus vidas de la labor que ejecutan los de abajo: barrenderos, repartidores de comida, cajeras de las tiendas, empleados municipales inmigrantes mismos que nacionales. He ahí otra forma de alienación que constituye otra arista del capitalismo migratorio: la integración laboral sin el reconocimiento social; el trabajo bien hecho en un mundo moldeado por el trabajo abstracto y ejecutado en serie infinita. En otras palabras, la explotación del hombre en situación de trabajo migratorio por el modo de producción capitalista no es sólo un asunto económico sino conlleva también una dimensión sumamente moral que consiste en restar al hombre lo que lo vincula con otro: su común humanidad.

Comentarios finales

En este artículo quise explorar otra expresión del capitalismo a través de su arista migratoria. Se trata, por lo pronto, de una veta de investigación que necesita ser prolongada, documentada y analizada a través de observaciones directas e indirectas. Existe, sin embargo, un preámbulo para iniciar este cometido que consiste en volver a “marxizar” las ciencias sociales, es decir, dotarlas de un aparato crítico que parta de una lectura remozada de la obra de Marx. En las últimas décadas han surgido una serie de iniciativas y proyectos al respecto entre las cuales destacan, a mi juicio, la crítica del valor impulsada por Robert Kurz y prolongada por Moishe Postone y Anselme Jappe. Esta propuesta marxista plantea la existencia de una prosa esotérica en la obra de Marx al lado de otra considerada exotérica que consiste en rebasar el enfoque sobre el materialismo histórico, la lucha de clases y el papel del proletariado para destacar, en su lugar, el rol central del valor (de cambio), de la mercancía y del trabajo abstracto en el ordenamiento actual del mundo por el capital. Otra pista remite al economista francés Frédéric Lordon (2019), al igual que Alfred Sohn Rethel con Kant y Marx, busca construir una serie de puentes entre Espinoza y Marx para volver a pensar el proyecto social que permitiría configurar nuestras vidas fuera del reino del capital. La bisagra de su reflexión gira en torno a una sociología de los afectos que constituyen el cimiento para la reinstitucionalización de la vida en sociedad.

Lo anterior significa que el capitalismo migratorio no es un objeto de estudio que proceda de una rebanada del pastel social, sino la articulación estrecha entre un fenómeno de movilidad, de circulación y de desplazamiento acotado por las directrices de la producción y la acumulación y un fenómeno económico y cultural global que ha convertido el mundo en el mundo del capital. El capitalismo migratorio es una concreción del capital. Una de sus múltiples aristas empíricas. La problematización del capital sigue constituyendo un reto mayor para la investigación ya que no es un objeto al que se accede únicamente por la vía empírica, sino también a través de la exploración de sus múltiples abstracciones tal como el propio Marx lo identificó mediante la mercancía y su secreto (Marx, 1975 [1867], p.  81-95). El capitalismo migratorio no es un capitalismo más, sino una concreción de éste. Los rasgos distintos de un mismo rostro.

Las ciencias sociales y los investigadores que pretendemos formar parte de ellas se encuentran, cada vez más, ante una terrible encrucijada: convertirse en peritos de la realidad social o ambicionar la construcción de una reflexión crítica con una finalidad emancipadora y transformadora de dicha realidad. En lo que respecta al campo de los estudios migratorios, lo anterior significa una disyuntiva: bien continuar a observar el fenómeno migratorio, acompañar las PSM atrapadas en él y documentar lo ocurrido ahí, bien, con base en lo anterior, procurar con creces y trabajo la abolición de las migraciones, es decir, la abolición del capitalismo migratorio, y plantear así las condiciones para una libre circulación de los hombres y las mujeres entre los países del orbe. Con todo, parece preferible apostar por esta utopía intelectual que por la ineluctable distopía a la que conduce el modo de producción capitalista.[16] He ahí las dos fenomenologías, de primera y segunda instancias (empírica e histórico-dialéctica) que señalé arriba para sentar las bases teóricas de una exploración del capitalismo migratorio. El análisis de los artículos de Hernández León y Durand, si bien detectó fortalezas y virtudes en ambos trabajos, empezó a trazar a partir de sus respectivas fenomenologías el camino para “una revolución teórica” por el cual transitar en aras de conseguir dicha abolición. Finalmente, el cartel expuesto en el museo de la Historia Nacional de las Migraciones en París plantea de nuevo la pregunta antropológica fundamental que, de principio a fin, atraviesa el fenómeno migratorio, esto es, la cuestión de la relación con el otro y el trato que recibe en tiempos del capitalismo migratorio.

Así pues, observar las migraciones hoy día es identificar la acción del capitalismo. Sería ingenuo pensar que el fenómeno migratorio en general y sus múltiples concreciones geográficas escaparán a la impronta e influencia del modo de producción capitalista. Existe una doble concepción académica dominante acerca de la dinámica migratoria que encubre o minimiza el rol del capitalismo en ello:

  • bien las migraciones son un fenómeno ahistórico característico de un instinto humano de movilidad, el cual se expresa a través de los desplazamientos, poblamientos y circulaciones múltiples. En este sentido, las migraciones serían el término moderno para describir procesos ancestrales;
  • bien las migraciones —de acuerdo con un enfoque relacionado con el individualismo metodológico[17]— serían la agregación de decisiones individuales guiadas por voluntades de sujetos “libres” y racionales (esto es, la utilidad “subjetiva” esperada) arrojados a un mercado laboral globalizado.

Agentes o actores de acuerdo con la primera o segunda teoría migratoria, los individuos experimentarían entonces una suerte de fetichismo migratorio, al creer en un fenómeno migratorio con características propias, por un lado; y su emigración sería el resultado de la suma de ajustes coherentes a partir de decisiones individuales heterogéneas definiendo así un juego complejo de acciones y reacciones digno de una suerte de mano migratoria invisible, por otro. En ambos casos, la orquestación histórica de las migraciones por la lógica del capital se desvanece.

En este artículo, se procuró plantear el capitalismo migratorio como una lógica social, política y económica sin rostro, a través de la configuración de una reserva de mano de obra internacional y disponible en ciertos países para el beneficio de otros cuya ilustración son el programa bracero y la industria de la migración. Asimismo, el capitalismo migratorio construye las posibilidades del desplazamiento de mano de obra de un espacio a otro induciendo, cual más, cual menos, el carácter forzado de las migraciones. He ahí una diferencia conceptual y sensible entre migrar y circular. Por ello, se puede plantear la existencia de un vínculo sociológico entre migraciones laborales y refugio; es decir, a manera de concreción, entre el capitalismo migratorio y el Capitaloceno como manifestación de un ecocidio (Moore, 2016). En este sentido, el capitalismo migratorio es un hecho social global. Su estudio descansa en dos fenomenologías: la primera es socio-antropológica y recurre a la observación directa, etnográfica y documental de las formas situadas de este capitalismo (es lo que realizan Durand y Hernández León en sendos artículos); la segunda es histórica y crítica. Descansa en el materialismo dialéctico y consiste en identificar las etapas históricas constitutiva de este tipo de capitalismo, a través de sus contradicciones. Es lo que no hacen ambos autores y empieza a acotar este artículo.

Así pues, plantear la hegemonía actual del capital en todas las actividades humanas al nivel global significa tener siempre presente que ésta aplica también cuando de migraciones contemporáneas se trata. Migrar sigue siendo entregar el fruto de su trabajo para el beneficio de otro. “Una vida mejor migratoria” es una existencia constreñida por el capital, de una u otra manera: como trabajador, integrante del ejército de reserva internacional o en tanto que excluido por siempre de la producción del valor. “Una vida mejor migratoria” es el envés de la moneda global que corresponde a la actual economía-política y cuyo revés es la acumulación sin fin de los frutos del trabajo migratorio.

Referencias bibliográficas 

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[1] Se habla comúnmente en la jerga periodística “del trasiego de drogas” por un lado y del “traslado de personas” de un lugar a otro, por otro.

[2] Se trata de una representación del trabajo que pierde su singularidad, significado y orientación para convertirse en una actividad física y/o intelectual entre otras perfectamente intercambiable con cualquier otra y destinada a generar plusvalía.

[3] William Lacy Swing, entonces director (2008-2016) de la OIM (Organización Internacional de las Migraciones que depende de la ONU) externó la siguiente opinión, hace algunos años en un acto público: “La migración es inevitable, necesaria y deseable.” Lo cierto es que se podría perfectamente sustituir la palabra “migración” por la de “capitalismo” sin alterar mucho la estructura discursiva de esta declaración perentoria y profundamente moral.

[4] En ciertos países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) como Canadá después del periodo de desempleo masivo total o parcial provocado por la pandemia, muchas empresas, en particular las del ramo de la construcción, enfrentan ahora dificultades serias para encontrar mano de obra. Las causas son diversas: desde una desilusión y desmotivación de trabajadores que aprovecharon la pandemia para repensar su vida y cómo ganársela, hasta jubilaciones anticipadas de cuadros y mandos superiores, pasando por el crecimiento de las formas de teletrabajo.

[5] Véase La Jornada (6/9/2021): “Desarticulan 4ª caravana de migrantes en Chiapas”, Néstor Jiménez, enviado, https://www.jornada.com.mx/notas/2021/09/06/politica/desarticulan-cuarta-caravana-de-migrantes-en-chiapas/.

[6] La llamada ley Inmigration Reform and Control Act establece un mecanismo de control —borrón y cuentas nuevas— sobre las migraciones indocumentadas, mediante la amnistía y la regularización; construye, además, a partir de 1986 una nueva demarcación utilitarista entre migraciones políticamente deseadas y otras no deseadas.

[7] Este departamento de Estado con sede en Washington D.C. compagina varias tareas de seguridad, inmigración, defensa nacional y control de las poblaciones y cuenta con un personal de más de 220 000 empleados federales.

[8] Es precisamente, el argumento que permite construir la dicotomía entre migración forzada y no forzada, ya que la primera es el ejercicio libre de una voluntad, en tanto que la segunda es el resultado de una coerción y una privación del libre albedrío.

[9] Cabe aclarar que el nuevo Gobernador de Michoacán Alfredo Ramírez Bedolla decidió el cierre de dicha secretaría, terminando así con la atención a PSM.

[10] Como ser ingeniero creativo y dinámico en uno de los GAFAM o atender llamadas, repartir comida como Uber-eats, y cortar el pasto del jardín de una casa millonaria.

[11] La utilización de los adjetivos “reformista” y “revolucionario” si bien alude a posturas políticas, se refiere también a la idea kuhniana de “paradigma” o mejor dicho de forma de pensar y problematizar lo real. Una crítica revolucionaria ha de entenderse, aquí, como una manera diferente de observar y comprender fenómenos sociales como son las migraciones. Un cambio de paradigma.

[12] En realidad, se suscitan decenas de miles de contrataciones después de ese año y hasta 1967 como lo registra el DOL (Secretaría del Trabajo) de Estados Unidos.

[13] Dicho de otra manera, el reformismo parte de la premisa que el capitalismo puede y debe reformarse, mejorarse, enmendarse. En este sentido y a diferencia de Marx esta postura tiene mucho que ver con el pensamiento de Proudhon.

[14] Estos autores han sido considerados por Paul Ricoeur como “los maestros de la suspicacia”.

[15] En noviembre de 2017, visité el museo en el marco de un año sabático que realicé en la Universidad de París 7, a través de Unidad de Investigación sobre Migraciones y Sociedad (URMIS por su acrónimo en francés).

[16] Una de las características mayores de este capitalismo distópico es el reino de la escasez de recursos naturales.

[17] Véase la obra del sociólogo francés Raymond Boudon.


 

  1. Francés. Doctor en Sociología por la Universidad de Perpignan, Francia. Profesor-investigador en el Centro de Estudios Rurales en El Colegio de Michoacán (EL COLMICH), México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. Líneas de investigación: migraciones, movilidades y procesos transnacionales, vida pública, movilidades identitarias y enajenaciones contemporáneas. Contacto: schaffhauser@colmich.edu.mx.