Cuando los mitos e imaginarios incentivan la migración, el caso de los barcelonnettes en México

Segunda época, número 15, enero-junio 2023, pp. 62-86.

Fecha de recepción: 09 de abril de 2022.
Fecha de aceptación: 13 de abril de 2023.

Autora: Marie Nicole Thouvard.1

Resumen

La migración francesa a México durante los siglos XIX y XX incluyó a un grupo que se hizo famoso en virtud de su éxito: los barcelonnettes. Dichos comerciantes provenientes de los Alpes fijaron rumbo hacia el Nuevo Mundo con el objetivo de buscar un trabajo temporal con el cual mejorar sus condiciones de vida y regresar a su terruño al cabo de una o dos décadas con los bolsillos llenos de esperanza. Este artículo analiza uno de los mecanismos que entraron en juego para promover la migración hacia esas tierras tan lejanas y desconocidas: el mito y el imaginario del éxito para todos. Sin lugar a duda, éste fue uno de los motores más fuertes para la toma de decisión de los jóvenes migrantes y marcó un hito en la historia local.

Palabras clave: migración, mito, imaginario, Francia, México.

When myths and imaginaries incentivize migration, the case of the Barcelonnettes in Mexico

Abstract

French migration to Mexico during the 19th and 20th centuries included a group that became famous thanks to their success: the Barcelonnettes. These merchants from the Alps set their course for the New World, looking for a temporary job that could improve their living conditions and allow returning to their homeland after one or two decades with their pockets full of hope. This paper analyzes one of the mechanisms that came into play to promote migration to such distant and unknown lands: the myth and the imaginary of success for everyone. Without a doubt, this was one of the strongest drivers for decision-making by young migrants and marked a milestone in local history.

Keywords: migration, myth, imaginary, France, Mexico.

Introducción

Las migraciones son por definición multifactoriales, varían tanto en sus razones como en sus formas y resultados en función de las coyunturas sociales, políticas y económicas concretas en las que se enmarcan (a escala local y global). El caso de la migración que ocurrió entre Barcelonnette, en los Alpes franceses, y México desde la primera mitad del siglo XIX hasta inicios del siglo XX no es la excepción. Cada caso es único y responde a una situación dada, sin embargo, podemos observar elementos recurrentes, contextos similares y deducir mecanismos generales que incitan a optar por la migración, considerándola como una solución viable a problemas de diversas índoles. Si bien el factor económico tiende a ser clave para una gran parte de los movimientos migratorios, pues se busca mejorar las condiciones de vida, también es sabido que nunca es el único (ni el mayor) motivo a la hora de tomar la decisión de marcharse.

En el caso de los barcelonnettes, Patrice Gouy (1980) expone en su obra que decidieron emigrar en grupo, en vez de esparcirse individualmente a lo largo y ancho de Francia o Europa en búsqueda de oportunidades y desaparecer, con el propósito de salvaguardar su identidad y los rasgos que unían su comunidad bajo características distintivas. Hay que aclarar que dicha identidad se relaciona con los procesos históricos y la situación geográfica con los cuales se asocia el valle que los vio nacer. Ubicado en un enclave geográfico estratégico, el valle del Ubaye sufrió repetidos cambios de soberanía y fue anexado sucesivamente por lo que ahora corresponde a los territorios de Francia, Italia y Alemania desde el fin del Imperio romano hasta 1713, hasta que con el Tratado de Utrecht se definió como parte de Francia de forma definitiva (Proal, 2008, p. 60-65; Thouvard, 2016, p. 6-10). A lo largo de esos siglos, los habitantes del valle encontraron la forma de subsistir construyéndose a escala local, sin buscar pertenecer a una nación, pues esas iban y venían. Así es como conformaron su identidad, reconociéndose entre ellos como “personas del valle del Ubaye” que habían superado tantas adversidades manteniéndose unidas y solidarias, lo cual se tradujo en “barcelonnettes”, por ser la ciudad de más influencia del valle, a partir de la migración a México.

Lejos de concebir la migración como un fenómeno anormal y el establecimiento en un asentamiento de forma definitiva como lo normal,[1] en este artículo, el interés está en presentar uno de sus motores que suele asumirse, sin estudiarse directamente: el mito, lo cual va de la mano con el imaginario. En ese sentido, el objetivo es desentrañar la influencia de la presencia de un imaginario que sirvió de base para fortalecer un mito respecto a la posibilidad de una emigración exitosa, en la disposición de los oriundos de Barcelonnette para emprender esa empresa tan arriesgada llamada migración transatlántica.

El argumento se fundamenta en la revisión de diversas fuentes. La primera constituye relatos históricos de los propios migrantes publicados en aquella época (en libros, folletos, artículos de prensa y testimonios de viajeros que siguieron a los migrantes). La segunda se enmarca en una etnografía realizada, implicando una estancia en Barcelonnette años atrás y la aplicación de entrevistas con sus descendientes hoy en día en Francia y en México a manera de testimonios y memoria familiar sobre la migración barcelonnette.[2] La tercera y última fuente corresponde al acervo de obras académicas de estudiosos de dicha migración, desde diversas disciplinas. Se eligió una metodología interdisciplinar que retoma elementos de la historia, de los estudios migratorios y de la antropología para atender el problema en cuestión. En ese sentido, se toman prestadas teorías y herramientas de las tres. Es de recalcar que este artículo forma parte de un trabajo de investigación más amplio y presenta avances preliminares de la tesis doctoral que actualmente estoy desarrollando.[3] Por lo tanto, se trata de una reflexión en proceso que pretende abrir el camino hacia nuevos horizontes de interpretación acerca del fenómeno migratorio en cuestión y abrir el diálogo hacia nuevas perspectivas.

El trabajo se articula en dos ejes: después de presentar a grandes rasgos el proceso migratorio de los barcelonnettes a México, se entabla una discusión sobre el mito detrás de esa tendencia, la cual se mantuvo durante más de 100 años.

Unos datos sobre el caso migratorio

Los barcelonnettes y la migración

Entre los extranjeros que llegaron a México en los siglos XIX y XX, se distingue a los barcelonnettes por su renombre. Se trata de un grupo de franceses originarios del valle del Ubaye, en los Alpes franceses (mapa 1), una zona cuyas tierras no contaban con las características mínimas, ni la fertilidad necesaria, para permitir que sus habitantes las cultivaran. De forma adicional, el relieve dificultaba la vida cotidiana de la población al aislarla del resto del país, especialmente durante el invierno. En aquella época ese cúmulo de elementos no permitía el auto-sustento ni el crecimiento económico del valle, por lo que las migraciones temporales hacia otras partes de Francia o Europa se manifestaron como un medio alternativo de subsistencia desde tiempos remotos, particularmente durante el invierno.[4]

Mapa 1. Ubicación de Barcelonnette

Fuente: Google Earth, 2021.

Por lo tanto, los habitantes del Ubaye eran comerciantes acostumbrados a realizar migraciones de corta distancia durante el invierno para complementar sus ingresos: vendían productos de la industria rural local. A inicios del siglo XIX, fijaron nuevos rumbos buscando oportunidades en lugares más lejanos, hasta optar por el Nuevo Mundo.[5] El éxito de los montañeses no tardó en ser notorio. Los primeros barcelonnettes en llegar a la Ciudad de México no dudaron en emprender un negocio relativo a la venta de telas, también conocido como cajón de ropa (fotografía 1), pues era una actividad en la cual ya tenían experiencia y pudieron desenvolverse sin problemas. Al vislumbrar una oportunidad de crecimiento concreta, esos pioneros invitaron a otros jóvenes del valle a unirse a la odisea en la década de 1830. Estos jóvenes barcelonnettes que llegaron a México en respuesta a dicha invitación iniciaron la migración en cadena, sobre todo cuando regresaron en 1845 a su terruño portadores de un sueño y de esperanza para los habitantes del valle. En otras palabras, los primeros barcelonnettes en llegar a México no necesariamente habían migrado con la intención de propiciar tal movimiento en cadena, sino que vieron la oportunidad de reunir a sus coterráneos en esas tierras y los mandaron a llamar, lo demás es historia.

Fotografía 1. Referencia al cajón de Las Siete Puertas, primera tienda de los migrantes en México, placa conmemorativa en Barcelonnette

Traducción: “Las Siete Puertas, Los 3 hermanos Arnaud, primeros hijos del Valle en haberse ido a México ‘1821’, abrieron en el centro de la Ciudad de México una tienda de telas: ‘Las 7 Puertas.’ La prosperidad de esa tienda dio a luz a la formidable emigración de los barcelonnettes a México.”

Fuente: imagen propia, diciembre 2014.

La comunidad barcelonnette se quedó unida en su tierra de recepción, vivían y trabajaban juntos con el objetivo de regresar a casa. Si bien no era numerosa, desarrolló cierto renombre en México, particularmente en la capital, y creció. Empezó únicamente con varones, los jóvenes llegaban de alrededor de 17 años y permanecían solteros hasta regresar a su tierra; más adelante, algunos decidieron casarse en su lugar de origen al cabo de unos años de ahorro y regresar a México para trabajar otra temporada con su esposa y formar una familia. Al cabo de unas décadas, importaron una moda que estaba floreciendo en París, el concepto de las tiendas departamentales que ofrecía una variedad de productos (fotografía 2) y desplazaron a su competencia hasta obtener, en algunos casos, el monopolio de toda la cadena de producción —o de importación— y venta —inclusive al mayoreo— (Anglade, 2011). Notemos que ese éxito se ubicaba a nivel de grupo y que no todos los barcelonnettes pudieron hacerse de una cantidad de dinero tan alta. Con el tiempo, el grupo originario del Ubaye se diseminó a través de todo el país, especialmente en Guadalajara, Puebla y Michoacán, conforme las redes de transporte fueron creciendo y las oportunidades se ofrecían a los miembros de la llamada colonia francesa. Entre sus legados más conocidos podemos destacar hoy en día el “Palacio de Hierro” y el “Liverpool”.

Hay que aclarar que sus actividades no se restringieron al comercio, se fueron diversificando. Por ejemplo, estuvieron presentes en los sectores de los bancos, las finanzas y algunas fábricas con diversos giros, como los cigarros “El Buen Tono”, la fábrica textil de “Santa Rosa”, “Río Blanco”, salsas y condimentos “Clemente Jacques”, por mencionar algunas (Proal y Martin-Charpenel, 1998, p. 28-52). Parte de su facilidad en crecer en todos esos sectores tiene que ver con el hecho de que los miembros de ese grupo de migrantes eran ajenos a los problemas políticos generados por las intervenciones francesas, no solían tomar partido, o lo hacían en contra del ejército francés, por lo que no se vieron tan afectados ni por la agitación política, ni por represalias que estas situaciones delicadas pudieron provocar en contra de los franceses presentes en México (Proal y Martin-Charpenel, 1998, p. 11 y 25).

En otro tenor, como se mencionó en la introducción, debido a su historia local, estos migrantes tenían un apego particularmente fuerte con su lugar de origen, su valle, más que con Francia, al menos en un primer momento. Por un lado, esa peculiaridad es una consecuencia de los sucesos bélicos y políticos en los cuales estuvo implicado (en contra de su voluntad) el pequeño valle del Ubaye. En efecto, este fue el campo de batalla de múltiples guerras y sufrió anexiones sucesivas a lo largo de su historia, pasando de una potencia a otra, tambaleando entre soberanos que lo reclamaban como propio debido a su ubicación geográfica oportuna (Coste, 1995; Proal, 2008, p. 76-77). Por otro lado, es de remarcar que las naciones apenas estaban en proceso de construcción, la identidad y la cohesión interna aún no se desarrollaban lo suficiente para alcanzar todos los confines de la joven Francia y enraizarse en los espíritus. En este sentido, los corazones de nuestros migrantes latían por Barcelonnette y su valle (aunque, con el paso de las generaciones, las adscripciones cambiaron y Francia ocupó un lugar más importante en sus círculos de pertenencias). Como resultado de su profundo amor por su terruño, la intención original de los migrantes era regresar a su hogar en cuanto hubieran ahorrado lo suficiente para retirarse o para gozar de cierta estabilidad. Es decir, era una migración temporal a pesar de su larga duración (entre 10 y 20 años).[6]

Habrán notado que en este breve relato no se enumeraron fechas exactas, cifras, ni actores específicos, pues esos elementos están vinculados de forma tan estrecha al mito que se retomarán en el segundo apartado del artículo para poder matizarlos y analizar su potencial.

Fotografía 2. Palacio de Hierro, centro de la Ciudad de México

Fuente: imagen propia, 2015.

Una coyuntura favorable

Es necesario detenernos un momento en una serie de elementos que reflejan tanto la situación que atravesaban los barcelonnettes en su lugar de origen, como en el ámbito global que favorecía el desarrollo de movimientos migratorios a escala mundial. También es imprescindible mencionar la naturaleza oportuna del contexto mexicano en el que llegaron. En efecto, analizar el marco en el cual se dio el proceso migratorio entre Barcelonnette y México es relevante para tener conocimientos tanto sobre el lugar de egreso, como sobre el de recepción. El país de llegada juega un papel primordial en la selección del destino y en la decisión misma de migrar: sus políticas de inmigración deben ser lo suficientemente favorables para propiciar el movimiento de población y hay que analizar bajo qué circunstancias es conveniente o no el movimiento para evaluar la posibilidad de migrar (Meyers, 2006).

Como ya se hizo alusión, el valle del Ubaye conformaba un enclave marcado por una situación económica delicada y un acceso difícil debido a su ubicación geográfica (fotografía 3).  En una Europa donde el crecimiento demográfico y económico estaban a la orden del día, las migraciones laborales temporales solían servir de complemento para la subsistencia del hogar; esta circunstancia se complicó particularmente a inicios del siglo XIX cuando las ciudades adquirieron un papel preponderante con sus fábricas, opacando la industria rural que antes permitía el auto sustento local (Sassen, 2013; Moya y McKeown, 2010). En este escenario, se dio un giro respecto a los destinos de los flujos migratorios: pasaron de una escala local a migraciones de larga distancia gracias a los avances significativos en materia de transportes y comunicaciones (Moya y McKeown, 2010, p. 21). Así fue como se suscitó la primera ola de migración masiva entre 1840 y 1930 a escala global (Moya y McKeown, 2010). En suma, la migración transatlántica adoptó un nuevo sentido en Europa a mediados del siglo XIX al ofrecer una solución a los problemas económicos internos con un aparente abanico infinito de oportunidades abriéndose, especialmente en las américas (Sassen, 2013, p. 65). El caso particular de los europeos se caracteriza por la búsqueda de destinos favorables donde tuvieran oportunidades de crecimiento y donde, potencialmente, pudieran beneficiarse de cierta movilidad socioeconómica (Moya y McKeown, 2010, p. 23). Ese punto explica en parte la elección del destino de los barcelonnettes.

Fotografía 3. Vista de Barcelonnette, rodeada por montañas

Fuente: imagen propia, 2014.

Si bien no está clara la razón por la cual México haya fungido como destino de los montañeses, hay que reconocer que existían circunstancias favorables para su recepción. En general, los franceses eran bienvenidos desde antes del porfiriato. Esta realidad se debe a diversas circunstancias: por un lado, la ideología fomentaba el mestizaje, sobre todo con europeos con capacidad de blanquear la población y, por otro lado, el afán modernizador indujo diversos proyectos gubernamentales y políticas migratorias orientadas a atraer a europeos considerados “portadores del progreso” a las tierras mexicanas para aprovechar sus conocimientos técnicos y beneficiarse de su experiencia.

En efecto, apenas independizada, la joven nación mexicana se dedicó a conformar una identidad nacional e imaginar una forma de establecer una unidad (aunque esa concepción se concretó posteriormente, con la Revolución).

La convicción de que ser mestizo constituye la manera más genuina de ser mexicano puede interpretarse como la consagración de un relato nacional que funda sus orígenes en la mixtura del más remoto pasado indígena con los siglos virreinales. Imaginar al mestizaje como el compendio de la nacionalidad fue un dispositivo de enorme eficacia para enfrentar la heterogeneidad social y cultural que amenazaba la empresa de construir una auténtica patria. Promover una mixtura que borrara diferencias respondió a imperativos políticos interesados en legitimar el ejercicio de un poder en nombre de una nación que necesariamente debía reconocerse y reclamarse única (Yankelevich, 2019, cap. 2).

De forma paralela, hay que tomar en cuenta la convicción en boga que se tenía de que el progreso se encontraba fuera y que, por lo tanto, era de suma importancia atraer a extranjeros para permitir el desarrollo local, importar capitales y saberes (Yankelevich, 2019). Dicho empeño en atraer a extranjeros se sistematizó,

En efecto, los hechos sociales y la política nacionalista buscan la construcción de un país moderno, a semejanza de los europeos. Los indios, símbolo del pasado, si bien son exaltados por su papel en la historia de conquista y explotación, en aquel presente eran signo de atraso; un problema para consolidar la nación mexicana. Por ello, la colonización ofrecida a los países europeos es la respuesta para impulsar el desarrollo y progreso de la nación (Pérez, 1995, p. 25).

Ese anhelo apuntó a la existencia de una política migratoria de puertas abiertas para recibir a los extranjeros ávidos de ingresar a México, aunque, en los hechos, se limitara a grupos estimados deseables y, en especial, a franceses. No hay que olvidar que el contexto socioeconómico de Europa antes descrito incitaba a la emigración, pues las condiciones de vida en las provincias eran austeras: “Mientras que en México se busca al europeo para modernizar el país, en el viejo mundo el pequeño agricultor, el artesano, el tendero y el comerciante resienten los efectos de la Revolución Industrial” (Pérez, 1995, p. 25).

Sin lugar a duda, no es coincidencia si la preferencia para el ingreso de franceses a México se incrementó durante el porfiriato: además del afrancesamiento propicio a su presencia, las facilidades aumentaron de tal forma que corresponde a la época dorada de la migración barcelonnette a México.

La toma de decisión, primera pieza del engranaje migratorio

Al ser un fenómeno complejo, no podemos afirmar que un factor en particular haya motivado la partida de los barcelonnettes, sino que esa salida es el reflejo de todo un entramado de hechos y situaciones. En efecto, como bien lo explica Saskia Sassen (2013, p. 21), la pobreza no conforma una explicación suficiente para explicar la decisión de migrar: no es ni el único causante, ni tampoco es el más relevante. Las características enunciadas en el apartado anterior son algunas de las piezas que constituyen el engranaje migratorio, los elementos externos. Ahora se enumerarán algunos de los motores internos que propulsaron esta migración y que permitieron que se mantuviera a lo largo de décadas, aunque el énfasis se hará únicamente en el mito.

Un mecanismo recurrente en los movimientos migratorios es el sistema de redes entre el lugar de origen y de recepción dentro de todo el espacio transnacional que conformó la migración. Efectivamente, los barcelonnettes, como tantos otros migrantes, optaron por la fórmula de seguir los pasos de unos paisanos aventureros que decían haber encontrado un lugar oportuno para su desarrollo (fotografía 4). El hecho de que los pioneros decidieran solicitar el apoyo de sus familiares y amigos del valle es relevante en la definición del movimiento, la imagen de su éxito grupal y su duración. La migración en cadena instauró redes y levantó expectativas por parte de los habitantes del valle: sabían que existía la posibilidad de una vida mejor si seguían los pasos de sus mayores y se ausentaban un determinado tiempo hasta poder retirarse al añorado valle una vez cumplido su objetivo. Desde Barcelonnette, parecía tener sentido, parecía ser viable, incluso parecía ser seguro. Eso se debe a que las redes permitían la circulación de información, de saberes y de confianza: los jóvenes iban a alcanzar un familiar (o conocido) en respuesta a una invitación formal. Los esperaban. Este espacio transnacional permitía un intercambio constante donde unos migrantes permanecían en México (los dueños de los negocios) y mandaban a llamar a otros jóvenes que iban a trabajar con ellos un tiempo y se regresaban a su tierra; los que se establecían en México por una razón u otra procuraban regresar al valle puntualmente, ya sea para vacaciones o para negocios (una ocasión perfecta para reclutar a muchachos y fortalecer la red, por ejemplo). En ese sentido, existía un ir y venir de barcelonnettes en el espacio transnacional, donde algunos se quedaban en México e iban a Francia de visita, mientras que otros permanecían en México durante una década sin posibilidad de viajar antes de regresarse a Francia. Ese flujo permanente permitía también ofrecer un apoyo constante, un acompañamiento y una sensación de estar en permanente comunicación. En dicho espacio conformado por las redes fluía un capital social y humano que preparaba de alguna forma al joven para su experiencia migratoria, nunca se cortaba el contacto (Massey et al., 2000; Hagen-Zanker, 2008; Harzig y Hoerder, 2009). En este sentido, los riesgos eran menores comparado con otros destinos desconocidos.

Fotografía 4. Placa conmemorativa de donde nacieron los Arnaud, Jausiers

Traducción: “En esta casa nacieron los hermanos Arnaud, iniciadores del movimiento de emigración hacia México, fuente de la prosperidad” del valle del Ubaye. Homenaje de la colonia mexicana a esos valientes pioneros”

Fuente: imagen propia, 2014.

Partiendo de la premisa de que tanto el costo como los riesgos eran demasiado altos para entender la decisión de migrar,[7] pese a que disminuían gracias a las redes, aparece un segundo mecanismo para incentivar la salida de tantos jóvenes. En efecto, la migración se revistió de un mito, el cual se basaba en un imaginario social para darle fuerza y una especie de garantía. Comprobar la posibilidad de una vida mejor materializada en el retorno triunfal de unos compañeros en 1845 empujó a los jóvenes hacia México. A la larga, la veracidad de los detalles que conforman la narrativa alrededor de este hecho es lo de menos, lo que fue significativo es la función que desempeñó el mito en la toma de decisiones.

Mitos e imaginarios

Definiciones, características e implicaciones

Retomemos la discusión acerca del papel del mito en la consolidación y perpetuación del movimiento migratorio de los barcelonnettes. En ese caso específico, se trata de un imaginario vinculado al supuesto éxito económico relativamente fácil que iban a encontrar los jóvenes montañeses al expatriarse temporalmente a México, lo cual se conecta con el mito que elogia a unos precursores que regresaron coronados por el éxito. El hecho se confirmaba a través de las décadas a los ojos de los futuros migrantes que todavía estaban en el valle en vista de la repetición de la hazaña por personas que conocían personalmente. Antes de seguir, es conveniente aclarar el planteamiento anterior. Se califica de “supuesto” el “éxito fácil” ya que, como veremos adelante, en realidad fueron pocos los barcelonnettes que se enriquecieron de la forma en la que el mito les prometía.

Antes de examinar el contenido de ese mito, es necesario detenerse a revisar qué se entiende por mito y por imaginario en este contexto. En una entrevista, Claude Lévi-Strauss (1984) señalaba que el mito es en sí una construcción social. El antropólogo explica que se trata de una historia o de un relato del cual se beneficia un grupo específico y que entrelaza componentes de su pasado para dar cuenta de los orígenes de todo lo que le rodea (de las cosas, de los seres y del mundo). En este sentido, el mito tiene el poder de resolver situaciones actuales al dibujar líneas que conectan dichos elementos pasados con el presente de tal forma que permiten explicarlo y, a la par, facilita la imaginación de un futuro para el grupo y sus individuos. No necesariamente se debe tratar de un pasado remoto. Asimismo,

Aun si la historia mítica es falsa, no por ello deja de exhibir, en estado puro y en la forma señalada […] los caracteres propios del acontecimiento histórico, los cuales dependen, por una parte, de su contingencia: el ancestro apareció en tal lugar; fue aquí, y luego allá; hizo tal y cual gesto […]; por otra parte, de su poder de suscitar emociones intensas y variadas (Lévi-Strauss, 1964, p. 352).

El mito es acompañado por lo tanto de un imaginario social. En términos de Gilbert Durand (1981), el imaginario está compuesto por representaciones sociales específicas propias de un contexto sociohistórico particular; este cúmulo de representaciones engloba y mezcla elementos tanto ficticios como reales de forma coherente con el fin de persuadir y de generar comportamientos o acciones. En consecuencia, el mito tiene una acción positiva en cuanto al fortalecimiento de la cohesión grupal y a la propagación de la identidad. En otras palabras, “nosotros entenderemos por mito un sistema dinámico de símbolos, de arquetipos y de esquemas, sistema dinámico que, bajo el impulso de un esquema, tiende a componerse en relato (Durand, 1981, p. 56)”.

Para afianzar el mito, el imaginario se concibe como una forma de comprensión de las sociedades, de sus representaciones, de sus valores, de sus creencias y de sus acciones colectivas: juega un papel importante en la toma de decisión en la cotidianidad y en la respuesta social a fenómenos específicos (Wunenburger, 2013, p. 10). En ese sentido, en el caso presente, el imaginario influyó en la decisión de migrar al definir los valores asociados a esa aventura, las creencias acerca de cómo iba a resultar esa experiencia, etcétera. Este hecho se debe en gran medida a la influencia que el mito ejerce sobre las conciencias individuales y colectivas al ser un producto estratégico de actores pertenecientes a grupos sociales: se puede traducir en representaciones utilitarias en una primera etapa, aunque, con el paso del tiempo y su incorporación, apropiación e interiorización social, parecería que el mito goza de su propia existencia (Bouchard, 2013, p. 254-260).

En el caso de los barcelonnettes, es difícil saber si prevalecía un interés de un grupo en particular en iniciar ese mito, a parte de la intención generalizada de querer aprovechar una veta en lo que parecía ser una mina de oro que valía la pena explotar para permitir el desarrollo del valle. Bien pudo surgir del interés de unos cuantos empresarios barcelonnettes establecidos en México, quienes se beneficiarían de la llegada de trabajadores leales que podían mandar, sin pagarles mucho en una primera etapa, bajo la premisa de que era para un bien común mayor (Gouy, 1980). Para entender esa idea, hace falta recordar que se hizo mención arriba de que la comunidad tenía reglas estrictas en cuanto a relaciones laborales. En consecuencia, durante mucho tiempo prefirieron trabajar entre ellos, sin contratar a mexicanos, ni a otros franceses. Con el paso de los años eso cambió, pero seguía existiendo una preferencia por unirse con personas del mismo origen, principalmente para cargos altos.

Sin importar cuál sea la respuesta a esa inquietud sobre la identidad de los actores que originaron el mito, lo relevante es que, como lo apunta Gérard Bouchard (2013, p. 260-261), es un constructo social que responde a una necesidad compartida (aunque podemos vislumbrar en este caso intereses diferentes según las escalas de observación: los dueños de los negocios buscaban sacar provecho de esa mano de obra conocida e incondicional, mientras que los muchachos que querían migrar esperaban mejorar las condiciones de vida de su familia en el valle, a cualquier costo). Vale decir que eso equivale a afirmar que el mito es dependiente de esos componentes que lo enraízan en una sociedad dada, por lo que pierde fuerza si ya no remite a una situación vivida por el grupo: si ya no se ajusta a su realidad, desaparece. En virtud de ello, se puede interpretar el giro que dio la migración barcelonnette cuando la situación en México dejó de jugar a su favor ­­­­­en las primeras décadas del siglo XX con las crisis económicas, la xenofobia creciente junto al nacionalismo revolucionario y los cambios en leyes migratorias y laborales. Además, de forma paralela, el valle empezó a valorar sus recursos internos de otra forma y resignificar su geografía: la montaña de antaño, símbolo de dificultades u obstáculos, podía entonces ser la respuesta con el desarrollo de una nueva actividad económica vinculada al deporte y al turismo en la década de 1930 (Thouvard, 2016, p. 37). Un nuevo amanecer se levantó en las consciencias y el mito migratorio ya no encajaba con sus expectativas: el escenario había cambiado en ambos lados.

La expatriación temporal como paso para un triunfo asegurado

Las narraciones sobre la migración barcelonnette están repletas de mitos de todo tipo, tanto coetáneos a la experiencia migratoria, como subsecuentes a ella, conforme se fue escribiendo la memoria de aquellos tiempos gloriosos en el valle y entre los descendientes que permanecieron en México. Sin embargo, en este momento, no nos interesa la memoria posterior, sino el imaginario construido en sincronía con la migración, sin percibirla como algo pasado, sino como una posibilidad atemporal, aplicable dentro del presente, la cual se repetía y comprobaba regularmente con el regreso de algunos afortunados. Algunas de las piezas que componen estos mitos se entrelazaron, buscando la permanencia del mito general a través de su adaptación a los cambios contextuales. Con el paso del tiempo, se fueron desmintiendo algunos elementos que configuraban los relatos, separando el mito de la realidad (Cfr. Pérez, 2008). Sin embargo, en este artículo, el foco está en analizar un mito en particular, debido a su implicación en la decisión de migrar, a la fuerza que le dio al movimiento en aquella época, a su poder y a sus repercusiones. En pocas palabras, se alude al mito que sirvió de motor y fue generador de movilidad: la creación de un El Dorado propio a los barcelonnettes elaborado inicialmente en función de su concepción y representación de una vida mejor, de forma colectiva, orientada hacia su lugar de origen.

Este mito sobre el origen de la migración y la conformación de su propio El Dorado se podría dividir en dos partes: por un lado, la leyenda sobre el origen con la promoción de una imagen y una historia sobre los pioneros y, por otro lado, el relato del triunfo de unos sucesores, repetido una y otra vez, omnipresente en las conversaciones entre los pobladores del Ubaye. Los motivos que incentivaron la difusión de esos mitos cambiaron a través de las décadas: desde fomentar y sostener la migración, hasta comprobar los orígenes (para los descendientes de migrantes, décadas después del fin de la migración) y justificar un estatus heredado, pasando por crear una identidad, justificar la dureza del trabajo, etcétera.

La siguiente cita es muy ilustradora de esas dos facetas del mito migratorio y nos ayudará a entrever sus elementos principales:

A principios del siglo XIX la competencia extranjera causó el cierre de una fábrica de telas de Jausiers. Entonces, Jacques, el hijo mayor de la familia Arnaud, dueña de esa fábrica, salió de Jausiers —corría el año de 1805—, para ir a Luisiana,[8] donde se hallaban en esa época muchos franceses, por tratarse de un territorio conquistado anteriormente por Francia […] En México, el país vecino al sur estalló una guerra para separarse del reino de España, logrando su independencia en 1821. Jacques Arnaud había comenzado a viajar a este país y con la ayuda de sus dos hermanos abrió en el centro de la ciudad de México —en la calle Portacelli, muy cerca del Zócalo— un almacén de telas llamado Las Siete Puertas. En poco tiempo este establecimiento prosperó y los hermanos Arnaud llamaron a varios amigos del valle para que trabajaran con ellos. Después estos amigos abrieron otros negocios por su cuenta y tuvieron éxito.

En 1848[9] dos de ellos regresaron al valle con una fortuna que puso a soñar a los jóvenes del lugar. Así empezaron las salidas de los barcelonnettes a México […] (Proal, 2008, p. 67)

Respecto a la primera parte, correspondiente al relato sobre el origen de la migración, se hace constante mención de los tres hermanos Arnaud, originarios de Jausiers, cerca de Barcelonnette, en el valle del Ubaye (fotografías 4, 5, 6 y 8). Son los pioneros oficiales, son glorificados en los relatos más detallados y se resaltan las cualidades que permitieron su éxito. Así como sucede en muchos casos migratorios, fueron convertidos en leyendas y su experiencia en mito iniciático, un paso obligatorio para que los jóvenes del valle se transformaran en hombres: “Se trata, pues, de un mito que activó el flujo migratorio y que fortaleció la idea de éxito” (Pérez, 2008, p. 104). El perfil de los hermanos Arnaud, esos trabajadores que perdieron su fuente de ingreso, permitió la identificación y empatía de la mayoría que podían reconocerse en ellos. El hecho de que no hayan sido los primeros barcelonnettes en probar suerte en México (Cfr. Gamboa, 1998) no es tan relevante para el funcionamiento del mito, pues ellos son los primeros según el mito, además el perfil de los hermanos Arnaud era más adecuado. Se puede suponer que se escogieron como símbolos debido a que ellos fueron los que empezaron a abrir caminos a sus paisanos al solicitarles que los alcanzaran para que la aventura fuera creciendo (fotografías 1 y 4). Promovieron el movimiento y crearon las redes entre el Ubaye y México. Aunque no necesariamente migraron con esa idea en mente en un principio, el mito les atribuyó esa cualidad y misión.

Fotografía 5. Placa en Jausiers donde se encontraba la fábrica de los Arnaud, rememorando su salida

Traducción: “Lou Filadour (el nombre en occitano del lugar donde hilaban) Antiguo molino de seda donde nacieron Jacques, Dominique y Marc-Antoine Arnaud, quienes emigraron a Luisiana en 1805. Ahí fundaron Arnaudville y se instalaron en México alrededor de 1820.”

Fuente: imagen propia, 2014.

La segunda parte del mito es el relato de un acontecimiento que se suele considerar como el punto de inflexión del movimiento migratorio, pues a partir de ahí, lo que era una posibilidad remota de éxito económico en el Nuevo Mundo se transformó en un hecho comprobable para todos, al menos dentro del imaginario. Hace referencia a la idea de un éxito al alcance y se basa en el regreso antes aludido de Eugène Caire y Alphonse Jauffred alrededor de 1845, después de 15 años de trabajo en México, con una cantidad de dinero que nunca hubieran soñado reunir en su lugar de origen. Se trata de una historia portadora de esperanza, de anhelo y de prosperidad: “La idea de que en México era posible hacer fortuna fácilmente se repitió de boca en boca, penetró en las creencias colectivas y se instaló en el imaginario (Pérez, 2008, p. 104)”. Gracias a esta promesa del mito y su amplificación gracias al imaginario, el dolor de dejar atrás el terruño se compensaba con el augurio de un regreso glorioso: era el premio que todos esperaban (Gouy, 1980). A ello se le debe agregar las escenas típicas de contrataciones por los dueños de grandes empresas de paso en el valle, parecen sacadas de películas:

Un buen día soleado de septiembre de 1910, estaba segando una pradera a más o menos un kilómetro de mi casa, cuesta arriba, cuando un paseante se acercó a hablarme. El señor S. Robert, quien había emigrado a México en 1860, era el fundador de “El Centro Mercantil” de la ciudad de México, una de las tiendas más grandes de novedades, ropa […] Él también era hijo de una familia numerosa de Certamussat y desde unos años atrás, regresaba a Francia por temporadas de tres meses cada dos años, aproximadamente. Ese viaje era requerido por la oficina de importación-exportación que él mismo había establecido en París para responder a las necesidades de su tienda y de sus fábricas.

Me interpeló de la siguiente forma:

– ¿Cuántos años tienes, pitchoun?

– 18 años Señor Robert.

– ¿No quieres venir a México?

Lleno de alegría, con los ojos iluminados, no dudé en responder con un “sí”.[10] (Charpenel, 1980, p. 32)

Desafortunadamente para los muchachos ilusionados, los que regresaban con un gran patrimonio eran más la excepción que la regla, el imaginario se había desarrollado alrededor de casos aislados de éxito resaltados por el mito. En efecto, muchos jóvenes nunca alcanzaron esa holgura económica anhelada, pero, aun así, en general regresaban con un peculio que les otorgaba mayor estabilidad, aunque otros ya no se atrevieron a volver, ya sea que su desgracia fuera resultado de la mala suerte o, como algunos lo caracterizaron, por culpa de las prácticas esclavistas de la “colonia” con sus nuevos reclutas (Gouy, 1980, p. 85). Dichas adversidades están descritas en la correspondencia que mantuvo León Martin con su familia, un joven del Ubaye que migró a inicios del siglo XX y confesa a sus padres sus frustraciones y desilusión en México, el trato de sus jefes y de la comunidad barcelonnette según las jerarquías internas, los horarios y el trabajo pesado, así como las pocas posibilidades que veía de subir de rango y salario para poder ayudar económicamente a su familia en el valle (Martin-Charpenel, 2014). Si bien el mito migratorio resultó ser un idilio que pocos alcanzaron y la mayoría no pudo subir los escalones para mejorar su situación económica, la minoría que triunfó, monopolizó el poder y el capital, fue la que tuvo voz y difundió el imaginario (Pérez, 2008; Salazar, 2019; Gamboa, 2004). Este imaginario tenía una fuerza incomparable y no se levantaron las voces de los migrantes para desmentirlo, los demás callaron y no quedaron muchos rastros de ellos, ni de su infortunio. Existe la posibilidad de que entre los migrantes que alcanzaron su cometido hayan tomado esa experiencia de vida como un paso necesario para su éxito posterior, o que hayan olvidado esa época difícil al alcanzar una mejor situación tras años de trabajo arduo. En cierto sentido, los que lo lograron se encargaron de difundir esa imagen positiva y sus voces predominaron.

El proceso de mistificación

Con esa breve contextualización, es momento de entrar más a detalles en los elementos que conforman ambas facetas del mito y que se usaron como propulsores para el fenómeno migratorio. Bouchard (2013) propone un listado de elementos básicos para el proceso de mistificación, los pilares de cualquier mito, los cuales se pueden resumir a los siguientes siete puntos:

  • Se ancla en eventos pasados que forman parte de la memoria del grupo al que se destina;

  • Deja una huella en la conciencia colectiva, provocando una emoción duradera;

  • Transforma esta huella en un ethos, creencias, valores, formas de ser y de ver el mundo;

  • Se sacraliza;

  • Deriva en la creación de una narración que se repite y conmemora con el fin de anclarse en la memoria del grupo;

  • Se apoya en técnicas de persuasión para ganar fuerza y no ser cuestionado;

  • Los actores sociales tienen un papel fundamental en la creación y mantenimiento del relato (Bouchard, 2013, p. 255-262).

De forma paralela al proceso de mistificación, se deben revisar las propiedades internas del mito en construcción para garantizar su funcionamiento y permanencia. Su eficacia depende de la coherencia que manifiesta (que sea claro y firme), de su polisemia (integrando los múltiples discursos existentes de forma consensuada), de su polivalencia (respecto a sus objetivos y a los intereses en juego), de su adaptabilidad (para redefinirse), de su pertinencia (adecuándose a las necesidades y exigencias del grupo en cuestión), de su capacidad en fundamentarse en un acontecimiento previo (como subsecuente de un elemento que ya está presente en el imaginario social), de la presencia de símbolos que remitan al mito, voceros y promotores con credibilidad, así como sanciones para los transgresores (Bouchard, 2013). A continuación, se desglosa cada uno de estos estadios, junto a las cualidades requeridas para su eficacia con el fin de presentar el proceso de mistificación por el cual pasó la migración barcelonnette.

En este caso, no se afianza en un evento único —como ya se venía diciendo—, sino que se fundamenta tanto en el anclaje histórico de la práctica ancestral que tenían en el valle de enviar a parte de los varones a migrar durante los inviernos para vender productos de la industria rural para subsistir, como en dos acontecimientos que marcaron la historia del valle del Ubaye: el origen con la salida de los hermanos Arnaud a inicios del siglo XIX y el detonador con el regreso memorable de Eugène Caire y Alphonse Jauffred en 1845. La huella que dejaron esos sucesos se tradujo en un sentimiento de esperanza y de alivio al entrever la oportunidad naciente de un porvenir más ameno, de un futuro providencial, es decir, el fin de las carencias. Pero el éxito estaba circunscrito a los migrantes que cumplieran con características y valores específicos. Tenían que ser trabajadores (dispuestos a todo sin quejarse), ahorradores (pese a las privaciones provisionales que pudiese provocar), honestos a toda costa, solidarios con sus compañeros, familiares, paisanos y con la colonia en su conjunto, valientes, perseverantes y fuertes frente a cualquier adversidad, levantándose siempre después de la tempestad (fotografía 6). Esas descripciones del migrante ideal se pueden observar en relatos o testimonios como los de Arnaud (2014, reedición del texto de 1891), Charpenel (1986) y Chabrand (1987), por mencionar algunos. Un ejemplo típico de esos rasgos se ve claramente en el siguiente segmento:

Paso a paso acompañaremos al joven montañés de Francia. Veremos, como se dice vulgarmente, cómo se hace su agujero, y cuando regresemos con él de vuelta a sus montañas natales habremos aprendido de qué manera, con mucha honestidad, trabajo, sentido de la economía y buena voluntad, se puede volver al terruño convertido en millonario después de quince o veinte años de haber salido (Chabrand, 1987, p. 191).

Así se exaltaban las cualidades necesarias en forma de advertencia dirigida a los migrantes potenciales para que se ajusten a esa imagen y sus exigencias. Si no cumplían, de alguna forma, se les podía imputar su propio fracaso, eran los únicos responsables de su desgracia en el imaginario de la época. Simultáneamente, esa prevención eximía a los empresarios de toda culpa por los bajos salarios pagados a los recién llegados y por la carga laboral.

De forma adicional, para sacralizar la experiencia migratoria y que ésta se abra camino entre las representaciones sociales altamente significativas para el grupo en cuestión, fue necesario crear una leyenda sobre los pioneros y su gran gesto altruista de haber invitado a sus conocidos del terruño para ofrecerles la oportunidad de gozar del mismo éxito que ellos. Este proceso los convirtió en héroes, más que en simples aventureros: son los que asumieron el riesgo y zarparon hacia lo desconocido en busca de oportunidades para sacar su valle de la situación tan difícil de la que siempre había sufrido. En palabras del mito, y hay que reconocer su mérito en los hechos, fueron los que le dieron al valle la oportunidad de gozar de un nuevo amanecer: le permitieron descansar y tomar un respiro después de una larga carrera por su supervivencia. El mito remarca que esos héroes no pensaron en los riesgos que ellos incurrían, sino en un bien mayor. Al sacralizar esos inicios e implementar la idea del sacrificio individual por el bien común, se dio una pauta para todos los migrantes que siguieron. El mito profesó la unión y lealtad del grupo, orientando los comportamientos y actitudes de los migrantes dentro de este esquema de obediencia a la comunidad y entrega al proyecto común.

Fotografía 6. Artículo en el segundo número del Journal de Barcelonnette*

*Presentando el éxito seguro que iban a tener los jóvenes que acababan de salir a México, resaltando sus cualidades, asegurando que no valía la pena preocuparse, que ya no tenían las mismas dificultades, ni enfrentaban los mismos riesgos que sus predecesores.

Fuente: F. Arnaud, Journal de Barcelonnette, (1882).

Sin lugar a duda, al ser repetida constantemente, esa narración sinónimo de salvación se enraizó en las conciencias y se adoptó como tal. Para ello, es imprescindible contrastar esa historia con las condiciones de vida anteriores y rememorarlas periódicamente. Con ese fin, se resaltaron las dificultades de la vida cotidiana previas, las inclemencias de las montañas durante el invierno interminable, las desdichas y las continuas carencias. Para mantener presente esa visión de la migración bondadosa, los periódicos locales se encargaron de hacer la promoción constante de los sucesos de la colonia y de todo lo relacionado (fotografía 6).[11] De hecho, la red transnacional permitió una más amplia difusión del mito al propagar contenidos positivos sobre la migración dentro del espacio transnacional que ocupaban los barcelonnettes:

Dichos medios, que a veces se acompañaban de revistas bimensuales o anuarios si bien decían que se consagraban a proteger los intereses de su colonia, al publicitar sus negocios, actividades, difundir noticias relevantes sobre lo que sucedía en Francia, en México o en otra nación, también buscaban alentar las inversiones galas en México y fortalecer los vínculos amistosos con los mexicanos (Salazar, 2019, p. 39).

La efigie del éxito no se limitó a la prensa, sino que existían manifestaciones concretas de esa minoría enriquecida, símbolos a la vista de todos los pobladores: por un lado, esos migrantes retribuyeron al valle levantando edificios con fondos juntados en México para el beneficio de la comunidad (como la iglesia y el hospital) y, por otro lado, construyeron mansiones al regresar a su terruño, las famosas villas mexicanas (fotografía 7) esparcidas por el valle (así como las tumbas monumentales que erigieron en sus cementerios). La cantidad de esas huellas dejaba pensar que todos tenían la misma fortuna. Hoy en día, se pueden ver placas explicativas en muchas partes del valle (fotografía 1, 4, 5 y 8), se empezaron a poner en 1921 en el festejo del centenario del inicio del movimiento migratorio, reflejan los elementos recurrentes del mito cuando ya estaba en proceso de transformarse en memoria con el declive del proceso migratorio (Thouvard, 2016). Como lo demostramos, la migración era omnipresente, pues era difícil no contar con un conocido que estuviera o hubiera estado en México y, aun si fuera el caso, era imposible no notar todas esas marcas descritas antes.

Fotografía 7. Villa La Sapinière, construida en 1878 en Barcelonnette, alberga el Museo del Valle desde 1984 (abrió al público en esta ubicación en 1988)

Fuente: imagen propia, 2014.

La repetición del mito nutrido por el imaginario en tantos aspectos de la vida cotidiana del valle del Ubaye fue la carta que se jugó para persuadir a los jóvenes de unirse a las filas de la migración. Según el perfil de la persona a la que se buscaba convencer (un empleado de bajo rango o un inversionista), algunos elementos del discurso se adecuaban, aunque el mensaje era el mismo: confíe, es seguro. Los ajustes solamente se enfocaban en tocar las fibras que hacían vibrar a cada persona, según su perfil, para afianzar su convicción en la necesidad de este movimiento migratorio y su bondad. En este orden de ideas, los diferentes actores tuvieron el papel de mantener a flote el mito y de dirigirlo hacia ciertos intereses para que no perdiera fuerza.

Para entender la conexión entre los elementos del mito global sobre la migración y la aceptación de cambios internos, podemos usar la distinción que hace Bouchard (2013) entre mitos directores (de larga duración, que estructuran la sociedad, los cuales muestran un consenso y manifiestan sus miedos, esperanzas y sueños) y los subalternos (que ofrecen un apoyo contextual de corta duración, efímero, para resolver una situación específica o adaptarse). El mito director es el tronco narrativo: el origen con los hermanos Arnaud y el regreso exitoso de 1845; los subalternos corresponden a sus ramificaciones, para alcanzar a más gente y mantenerse visible y fuerte, corresponden a facetas específicas del mito general que lo convierten en un árbol frondoso.

De forma paralela a esos componentes favorables para emprender la migración y alimentar el deseo de los jóvenes de ser parte de esa experiencia colectiva, no hay que descartar la posibilidad de la influencia de una inquietud más allá del mito local de migración exitosa. Ciertamente, esa narrativa tiene tintes de mito iniciático en el cual el viajero se vuelve hombre a través de esa aventura en tierras lejanas. Este fue un pensamiento generalizado en las primeras décadas del siglo XIX, el cual se prolongó a través de remanentes del romanticismo. Pero agregado a ese aspecto, es interesante remarcar que el mito tenía otra faceta, antes mencionada, que alcanzó tal fuerza que se volvió parte de la identidad local: este migrar para seguir el camino marcado por los mayores ya no solo se inscribía en aquella efervescencia romántica, sino que respondía a un patrón de conducta local, una especie de cometido. El viaje a México era como un bautismo nos dice Patrice Gouy (1980), era necesario para convertirse en un barcelonnette, por lo que se encontraba en México una identidad barcelonnette peculiar que reproducía modos de vida del valle:

Alrededor de 1870, México se tornó sinónimo de Barcelonnette, hasta el punto de crear una nueva identidad del barcelonnette, la de ser “mexicano”, es decir, haber probado suerte del otro lado del océano. Ya se vislumbraba que la formación de la colonia barcelonnette en México seguiría un esquema idéntico al que regulaba la vida en el valle entre el siglo XIII y el siglo XIX (Gouy, 1980: p. 42).[12]

En ese sentido, más que un bautismo, se podría ver como una confirmación (en términos cristianos): es decir, la renovación de la aceptación de la fe y de la promesa bautismal, considerada como una prueba de madurez religiosa. Aquí, la renovación de la identidad barcelonnette adquirida al nacer. También constituyó un factor de cohesión, de inclusión a una comunidad específica:

Los mitos sobre los hijos del Ubaye ayudaron a crear “una comunidad imaginaria” entre esos desenraizados, la de los poderosos barcelonnettes, y una imagen de su “imperio mexicano” […] Pero fue durante el porfiriato, cuando ese anhelo de toda una época encontró un eco en el imaginario popularizado por la migración barceloneta (Pérez, 2008, p. 133).

Retomando nuevamente a Bouchard (2013), debido a su entramado creado socialmente de realidad y de ficción, el resultado del mito se debe medir en función de su eficacia simbólica y social, mas no según su veracidad o imprecisión. En virtud de ello, no caben dudas de que el mito de la migración barcelonnette rindió frutos, pues se grabó en el imaginario social local de tal forma que trascendió a varias generaciones (inclusive se podría decir que permanece hasta la actualidad, aunque ya no sea generador de migración laboral, sino de orgullo familiar sobre los orígenes, especialmente entre los descendientes que permanecieron en México). Su nexo con las expectativas de una vida mejor persuadió a muchos jóvenes y le otorgó fuerza y reconocimiento. Se puede apreciar esa perspectiva en el siguiente fragmento:

Toda esta juventud ha sido arrullada con relatos más o menos objetivos respecto a la vida de estos hijos varones del valle, los valéians, quienes se habían expatriados a México en grandes cantidades y que a menudo habían reunido allí fortunas extraordinarias, como lo atestiguan las magníficas villas que rodean Barcelonnette y el lujo ostentado por sus propietarios en mi juventud (Charpenel, 1986, p. 19).[13]

En suma, es cierto que “Los mitos surgen de la propia creación humana y se escurren en la sociedad de generación en generación para convertirse en soportes psicológicos que se proyectan en nuestras praxis” (Riffo-Pavón, 2019: p. 103) y así fue como la migración se mantuvo en un vaivén fuerte entre los que iban a México, los que permanecían y los que regresaban a Francia durante alrededor de un siglo.

Fotografía 8. Placa conmemorativa de la salida de los hermanos Arnaud en Barcelonnette, colgada en 1921

Traducción: Avenida de los tres hermanos Arnaud. Los primeros hijos del valle que se marcharon a México. 1821.

Fuente: imagen propia, (2014).

Conclusiones

El hecho de que un relato se califique de mito no significa que sea un “sarta de mentiras”, pues como hemos podido ver a lo largo de este artículo, si bien existen algunas distorsiones, algunos datos inexactos, otros ficticios, exacerbados o embellecidos, el sustento siempre se apoya en elementos reales y comprobables. Los elementos que rodean esa base sirven para convertirla en una narrativa atractiva y convencer a los destinatarios. En los estudios migratorios, como ya se avanzaba en la introducción, el papel del mito suele dejarse de lado, como un elemento secundario que está presente y apoya las conjeturas, pero no se estudia directamente. Sin embargo, lo planteado en este artículo es que cuando el mito comparte un imaginario, tiene un papel preponderante en la generación y mantenimiento de un movimiento migratorio dentro de una red: ayuda a tomar la decisión de migrar, da seguridad a los involucrados, fija reglas y moldea al migrante al definir un perfil, una forma de ser y actuar. La historia que cuenta se mantiene viva. Así, migrar parece una obviedad, se convierte en el camino a seguir, no hay necesidad de reflexionarlo. En otras palabras, el mito es orientador de la acción, conformador de modelos de prácticas y comportamientos, creador de expectativas y fija un marco de acción e imaginación. Conforma los límites para el desenvolvimiento del individuo dentro de su grupo social, las fronteras para la creatividad dentro del marco de lo permitido. Esa narrativa convierte la migración barcelonnette en una historia épica donde el migrante es el héroe que se sacrifica para una causa mayor sin vacilar.

Fue oportuno estudiar esa migración bajo la lente del mito sobre su origen vinculado a un imaginario sobre su potencial debido al hecho de que tal relato y forma de relacionarlo con la cotidianidad de los habitantes del valle potenció conductas (para generar esquemas sociales que incitaron a migrar) y fortaleció la imagen asociada al hecho de migrar como única alternativa para el bienestar colectivo. El mito se apoyaba en un acontecimiento, el origen del movimiento, que constituía un pasado cercano y percibido como contemporáneo para darle mayor sentido y se mantenía efectivo gracias a elementos actualizados como el regreso de algunos migrantes exitosos que confirmaban el imaginario alrededor de esa migración. El peso de la identidad colectiva de un enclave como el valle del Ubaye también fue esencial para promover ese mito y algunas características internas como el perfil del migrante y la unión de la comunidad donde sea que se encuentre, pues como lo decíamos, la cuestión económica no era el único motivo para migrar: la preservación del grupo y de su identidad fue un argumento de peso que se inmiscuyó en el mito.

Pese a que no todos hayan alcanzado el éxito presagiado, esta realidad se omitía, el mito no se veía afectado: su mensaje y la esperanza que ofrecía eran más fuertes. En este sentido, el imaginario vinculado es un motor influyente, no hay que menospreciar el poder de un mito sobre un fenómeno social como la migración. En el caso de los barcelonnettes, fue un instrumento eficaz mientras era conveniente migrar; cuando esa acción dejó de tener sustento, entonces el movimiento perdió fuerza y las expectativas se desplazaron hacia otra forma de desarrollo económico local, el imaginario sobre lo que generaba éxito cambió. En suma, el mito, junto al imaginario, es el aliento que llena los vacíos (de las inconsistencias) y justifica las acciones de muchos grupos, como los barcelonnettes que nos sirvieron de ejemplo.

Por último, retomaré la siguiente metáfora: “La migración es un puente entre dos mundos” (Sassen, 2013, p. 17). Este puente requiere de muchos elementos para sostenerse, planteo que los mitos y el imaginario son fundamentales en esa construcción. Sin duda se podrá extrapolar esa premisa a otros casos migratorios con la experiencia de la constitución de un mito contemporáneo al fenómeno en sí. Con esto cierro, dejando la reflexión abierta.

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[1] En efecto, en los albores de la humanidad la migración ha sido una de las actividades esenciales del ser humano, la cual desempeñó un gran papel en la evolución de la especie (Moya y McKeown, 2010, p. 9).

[2] Aunque se decidió no presentar fragmentos textuales por cuestiones de espacio, las entrevistas orientaron el trabajo y la reflexión atrás de la propuesta.

[3] En el Posgrado en Antropología adscrito al Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), becaria del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCyT). agradezco a ambas instituciones, sin las cuales este trabajo no sería posible.

[4] Para saber más acerca de la historia social, económica y política del valle y sus condiciones geográficas, véanse los trabajos de Coste (1995), Arnaud (2014), Gouy (1980), Charpenel (1986), Martin-Charpenel (2014) y Proal (2008).

[5] Para indagar más al respecto, véanse los trabajos de: Arnaud (2014), Gouy (1980), Charpenel (1986), Chabrand (1987), Pérez (2008), Gamboa (2008), Gamboa, Rodríguez y Munguía (2011), Surmely y Homps-Brousse (2014), Thouvard (2016), Antiq-Auvaro (1992), Proal (2008) y Proal y Martin-Charpenel (1998).

[6] A pesar de que se pueda considerar una temporalidad larga, la intención de regreso al lugar de origen juega un papel sustancial en las actitudes al migrar, en la forma de seguir reglas dentro del grupo y en la generación del mito. Veremos más adelante que el hecho de que regresaran migrantes al valle o lo visitaran de forma periódica con cierta fortuna alimentó el mito y el imaginario que propiciaron la migración. Si bien muchos barcelonnettes decidieron establecerse en México a final de cuentas, no era la intención original, no se ahondará en ese aspecto en este artículo, pues va más allá de los objetivos establecidos.

[7] Hay que aclarar que el viaje no carecía de peligros, incluyendo riesgos letales, sin mencionar las dificultades a las que se enfrentaban una vez instalados en México, como el trabajo agotador sin sueldo ni descanso los primeros meses y el hecho de que iban a tener que seguir reglas estrictas de la comunidad barcelonnette de México en todos los aspectos de su vida si querían tener una oportunidad (de lo contrario se les podía expulsar y los echaban desamparados a la calle sin hablar el idioma). Hay que subrayar que no necesariamente tenían conocimiento de esas condiciones al salir de su pueblo.

[8] Los hermanos Arnaud, los pioneros según el mito, no eligieron México como primer destino. No existe una fuente fiable que explique exactamente por qué decidieron trasladarse a México, sin embargo, el movimiento migratorio entre ambos países se inició una vez que estos precursores se instalaron en México. En otras palabras, a partir del momento en el que el movimiento se puso en marcha, México era el destino y se llegaba directamente desde el valle del Ubaye.

[9] En la cita se fecha el regreso en 1848, sin embargo, hay mayor consenso en la academia en decir que fue en 1845 (Arnaud, 2014; Gouy, 1980; Chabrand, 1987; Gamboa, 2008; entre otros), por lo tanto, aquí se acepta que 1845 es la fecha correcta.

[10] Traducción libre de la autora.

[11] Hélène Homps-Brousse y Pascal Mongne (2006, p. 191-204) se han encargado de rastrear todas las apariciones de notas relacionadas con México y los migrantes en el periódico local llamado Journal de Barcelonnette distribuido en ambos lados entre 1882 (fecha de fundación del periódico) y 1938, registraron más de 300 notas. Por su lado, Hélène Homps-Brousse (2015) analizó su contenido y determinó que se enfocaban principalmente en lo relacionado con noticias sobre México, sobre la colonia barcelonnette en México y sobre algunos migrantes que habían regresado y sus acciones, todo se relataba de una forma que alentaba la migración, enfocándose en los éxitos. La autora destaca tres momentos y funciones del periódico: impulsar la migración, mantener presente el deseo de migrar a lo largo de los años trayéndolo a discusión y difundiendo el mito y, más adelante, mostró la cara negativa de la migración exponiendo los problemas políticos y de seguridad existentes en México cuando la migración ya iba en declive.

[12] Traducción libre de la autora.

[13] Traducción libre de la autora.


  1. Francesa. Maestra en Antropología y Licenciada en Desarrollo y Gestión Interculturales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México. Actualmente es Candidata a Doctora en el Posgrado de Antropología de la UNAM. Líneas de investigación: migración francesa a México, identidad, memoria, futuros, relaciones sociales, representaciones sociales y lenguas. Contacto: marie.thouvard@gmail.com