Construyendo la esperanza del migrante. La participación de la sociedad civil en la migración: el caso de “Las Patronas”

Primera época, número 8, julio-diciembre 2019, pp. 118-124.

Autora: Alejandra Uribe Aguirre 1.

Building the hope of the migrant. The participation of civil society in migration: the case of «Las Patronas»

Introducción

En los últimos años los tránsitos migratorios se ha convertido en un tema ampliamente estudiado debido a su complejidad, en esta ocasión, la intención es rescatar la participación de la sociedad civil dentro de estos contextos; ya que las situaciones de peligro y vulnerabilidad que las poblaciones en movimiento viven al transitar por México se ven disminuidas gracias a los espacios específicos creados por la sociedad que se ha organizado para responder a las necesidades que situaciones así exigen. Es entonces necesario resaltar y comprender la importancia de estas organizaciones en un país que carece de voluntad política y de programas efectivos que atiendan las violaciones de los derechos humanos de las personas  migrantes y de sus defensores. A partir del trabajo etnográfico referiremos a los retos, roles e importancia del papel que tiene para las personas migrantes el  albergue­­-comedor “La esperanza del Migrante” dirigido por “Las Patronas”, en Amatlán, Veracruz, México.

El cambio constante que caracteriza a  nuestra época exige analizar la migración de tránsito como un proceso social con múltiples causas y múltiples dimensiones que no se alcanza a entender desde una sola disciplina; por ello consideramos que es necesario visibilizar a todos los actores que participan en este fenómeno, para entender cómo es que se han ido construyendo las redes que brindan apoyo a estas personas y sin las cuales no podríamos entender su realidad.

Si bien no profundizaremos en concepciones teóricas sobre la sociedad civil, sí consideramos necesario explicar cómo es que la entendemos, ya que en este caso hablamos de un grupo de mujeres organizadas, que si bien no son una asociación civil, con el paso de los años han logrado conformar una organización sólida y respetable que brinda ayuda a las personas migrantes. Lo que pretendemos, es más bien  destacar la labor humanitaria que se realiza en este comedor y su relación con los cientos de mujeres, hombres, niños y ancianos que son recibidos diariamente por este grupo de mujeres, conocidas como “Las Patronas”, quienes llevan más de 25 años atendiendo migrantes procedentes en su mayoría de Guatemala, Honduras, El Salvador y más recientemente de Haití, Cuba y Nicaragua.

Contexto

Este comedor-albergue forma parte de una red de organizaciones que brindan apoyo a las personas migrantes, nacionales y extranjeros que están de paso por México. Nuestro país es uno de los principales corredores migratorios en el mundo, se estima que cada año alrededor de 400,000 personas en situación irregular atraviesan el país en su camino a Estados Unidos, y que más de 90% proviene de Centroamérica (Kuhner, 2017).

La migración centroamericana en tránsito no es un fenómeno reciente, ya que por lo menos desde hace tres décadas encontramos flujos de centroamericanos usando nuestro territorio para llegar a Estados Unidos. Los conflictos armados, las crisis económicas, la falta de empleo, la violencia, las pandillas centroamericanas y los grupos delictivos, son algunos de los elementos que los orillan a dejar su lugar de origen. Lo que resulta relevante, más allá de estos factores causales, es que la migración siga siendo constante y que incluso, sin importar los costos que pueda tener, esté aumentando, valdría la pena resaltar que el precio no sólo refiere a la aparte económica que implica el desplazamiento, también considera los costos emocionales que trae consigo la migración, así como el desgaste físico que implica atravesar México; que en tiempos recientes es cada vez mayor debido a la presencia de autoridades y grupos de la delincuencia organizada.

Tan sólo en el último año las “caravanas migrantes” han sido mucho más grandes y más recurrentes, lo que ha traído problemas, no sólo en las fronteras Sur y Norte, sino a lo largo de todo el territorio mexicano. Ello significa que la participación de organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles y colectivos sea cada vez más necesaria, pues en estos lugares no sólo se les ofrece comida y descanso, además, se les proporciona información para que puedan continuar su camino, cumpliendo en cierto sentido las funciones que el Estado es incapaz de hacer. Estos lugares se convierten entonces en pequeños oasis en los que las y los migrantes encuentran un poco de paz, apoyo, respeto y esperanza.

La sociedad civil organizada

Las situaciones que las personas migrantes locales y de tránsito viven actualmente representan un drama humano en un escenario geopolítico que carece de leyes para su protección; o las existentes son confusas y pocas veces se aplican de forma adecuada, ya que no existen garantías para su ejecución, lo que hace aún más complicado el tránsito por México.

Informes de derechos humanos y de organismos internacionales coinciden en que desde 2007 los riesgos se han incrementado por dos factores, la lucha territorial entre organizaciones criminales y entre ellas y el Estado, esto se ve reflejado a través de delitos como el secuestro masivo de migrantes y/o la trata de personas, lo que dificulta su paso por México, obligándolos a tomar nuevas rutas y exponiéndolos a lugares desconocidos en dónde se vuelven más vulnerables.

En este contexto surgen organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles, casas, albergues y comedores para migrantes, que les brindan apoyo, protección e información, de forma gratuita a lo largo de todo México. Estos espacios están formados por diferentes sectores de la sociedad que ante la ausencia de las instituciones federales, y debido a los abusos de las autoridades competentes, decidieron organizarse y ser sujetos activos en el apoyo las personas migrantes. Si pensamos en el término sociedad civil, encontraremos que existe un sinfín de definiciones provenientes de diversas disciplinas que pueden dar luz acerca del tema, pero para nuestros fines consideramos que Ernesto Inzunza nos puede ayudar a comprender a qué nos referimos cuando hablamos de la sociedad civil:

una institución donde toman forma las solidaridades interpersonales y grupales. Es el espacio de sociabilidad que media entre el Estado y la familia, no centrado en las motivaciones de dominio o de ganancia. De esta forma, la sociedad civil es una red de relaciones entre sujetos que se reproducen de manera relativamente autónoma frente al Estado y al mercado. (Isunza: 2001: 114).

Esta visión de la sociedad civil nos permite pensar también en una sociedad organizada que participa en problemáticas nacionales y en este caso internacionales, pero que no está necesariamente motivada por fines económicos y/o políticos, lo que nos permite destacar su participación ya sea trabajando en conjunto con organizaciones más grandes o por medio de recursos propios aunque éstos sean limitados, incluso desde una pequeña comunidad como en el caso de “Las Patronas”.

En este sentido para Felipe Hevia la “sociedad civil mexicana puede ser leída según los espacios de su autonomía o dependencia en relación al Estado” (Hevia: 2009:53), esto resulta interesante pues nos invita a observar y describir los espacios donde interactúan y despliegan sus proyectos y capacidad de agencia los actores sociales. Y permite considerar que la esfera de la sociedad organizada abarca más que asociaciones y grupos legalmente constituidos; pues existen una gran cantidad de ciudadanos que participan en las relaciones sociedad-Estado y que integran diversos tipos de alianzas informales o coyunturales para conseguir un propósito común.

Sin embargo, somos conscientes que no existe un distanciamiento total entre este tipo de organizaciones y el Estado, ya que en este caso, la sociedad se está haciendo cargo de cumplir una función que es parcialmente cubierta por él, pero que como no logra alcanzar sus objetivos hace que sea necesaria la intervención de ciudadanos organizados. A pesar de ello, muchos activistas y personas al frente de este tipo de organizaciones son criminalizados, pues su labor se ve como una forma de “desobedecer” las políticas migratorias y de fomentar la migración irregular. Ésta es desde luego, una visión errónea, pues lo que se busca es ayudar a quien no tiene nada y dar información de manera directa a los afectados.

No negamos que dentro de estas redes existen lugares que tienen otras intenciones, y que han encontrado en los migrantes un negocio redondo, por eso es importante que se construyan organizaciones serias, que estén verdaderamente comprometidas con la causa y no con una intención de lucro. Por ello habría que tener claro que no hay una sola “sociedad organizada”, sino múltiples formas de organización que permiten lograr un objetivo común, en este caso resaltamos su importancia como lugares que permiten la humanización de un sector de la población que es constantemente des-humanizado.

Construyendo la esperanza del migrante

En la zona central del estado de Veracruz se encuentra el municipio de Amatlán de los Reyes y dentro de este, la localidad de Guadalupe la Patrona, que hoy se ha convertido en un punto de referencia para las y los migrantes que pasan por México.

Desde ese pequeño lugar, la familia Romero Vázquez comenzó una labor, que hoy es reconocida a nivel nacional e internacional. Era 14 de febrero de 1995 cuando dos de las hermanas de la familia regresaban con una bolsa de pan y leche, las vías del tren siempre habían estado ahí, pero esta vez algo era diferente, sobre los vagones de carga venían personas, seres humanos que no eran de “por ahí” que hablaban diferente, pero “tenían hambre”.

Cuando conversamos con ellas recuerdan con nostalgia ese día: una voz extraña gritaba desde el tren “tenemos hambre madre”, lo primero que se les ocurrió fue regalarles el pan y la leche que llevaban, al llegar a casa le contaron lo sucedido a su mamá, Doña Leonila “Nila” Vázquez, quien de inmediato sugirió que al día siguiente preparan “lonches” para los que venía en el tren. Desde su infancia  ellas tenían la idea de que ese era El tren de las moscas, ya que los migrantes parecían ir colgados como dicho insecto sobre el lomo y los costados del tren. Fue así como poco a poco, con los elementos que había en su cocina, que Las Patronas comenzaron a preparar comida, sin importar la nacionalidad, color o región de origen de aquellas personas, ellas sólo pensaban en ayudar con lo que tenían a los que venían en el tren.

Por esos años los flujos migratorios se incrementaron, y la complejidad de la situación requirió de una mayor organización, fue necesario salir a buscar ayuda para poder tener arroz, frijoles y pan para compartir. Las mujeres fueron a los mercados de Córdoba, Veracruz, y ahí consiguieron que les donaran las verduras que no se lograban vender, fueron a varias panaderías y tiendas cercanas, en busca de donaciones, poco a poco fueron encontrando gente buena, que día con día las ayudaba para continuar con su labor.

Con Doña Nila a la cabeza, Bernarda, Norma, Toña, Rosa y Lupe comenzaron la incansable labor de preparar kilos de comida para alimentar a los migrantes. Con el tiempo algunas amigas de la familia se incorporaron al grupo, amigas como la incansable Julia que hoy es fundamental para el funcionamiento del comedor. Con el paso de los años, las hijas y sobrinas, así como de otras mujeres de la comunidad se fueron incorporando, hoy Karla y Mariela son la tercera generación de la familia que realiza esta labor, guiadas por sus madres, abuela y tías, este grupo de mujeres sostiene uno de los albergues que se encuentran a lo largo de la ruta migratoria.

El trabajo fue aumentando y la labor se hizo cada vez más visible[1] , por eso en la actualidad Norma ha asumido el papel de coordinadora del grupo, y ella junto con sus hermanas, sobrinas, vecinas y voluntarios se encargan también de impartir charlas, a nivel nacional e internacional, con el objetivo de relatar las vivencias de los migrantes, la labor del grupo, así como explicar cómo es que opera el comedor para así generar conciencia sobre la migración

Por esta titánica tarea, por el abrazo fraterno que ofrecen y la humildad que les caracteriza han recibido donaciones de frijol, arroz, abarrotes, de empresas como MASECA que dona masa para tortillas, o a la tienda de autoservicio Chedraui que dona el pan; también han recibido donaciones de carretas, materiales de curación, ropa y hasta una camioneta conocida como “La Paloma” que les sirve para transportar el pan, pero también cuando es necesario con ella se traslada a los migrantes enfermos, o se sigue a La Bestia para poder llevar comida si es que el tren no hace parada en el cambio de vía; cómo ellas dicen: “el chiste es que nadie se quede con hambre”.

Con el paso del tiempo el equipo ha ido aprendiendo y creando estrategias para entregar la comida con el menor riesgo posible, antes de que “pase el tren” ellas enseñan a los voluntarios cómo empacar y cómo debe ser entregada la comida, pues pocas veces el tren para, por lo que toda la acción se lleva a cabo mientras el tren está en movimiento.  El nudo de la bolsa del lonche se ideó con el paso de los años,  y pasó de ser un simple nudo ciego, y ahora se toma por el cuello la bolsa con una mano, con la otra se saca una punta y se envuelve por debajo de la palma de la mano, se teje entre la comisura que forma esa asa de la bolsa y los dedos y se jala hacia arriba, esto permite que un el nudo sea fácil de abrir y a la vez que la tomen con facilidad. El agua se empaca en botellas recicladas, que son donadas por las escuelas cercanas, o que se recogen de la calle o mercados, se lavan con jabón y cloro, se seleccionan las mejores y se rellenan, se tapan y se amarran de las esquinas con hilo rafia en forma de nudo ciego, dejando un espacio suficiente entre botella y botella para hacer más ergonómica la toma del líquido, Destaca que el amarre de las botellas lo ideó don Chóforo, padre de las hermanas Romero Vázquez , que al ver las complicaciones para tomar y entregar las botellas, sugirió esta forma de amarre.

Toda esta preparación sirve para que durante los 2 ó 3 minutos que toma el tren en atravesar por la vía no haya accidentes, se dé el mayor número de comida posible y se cumpla la labor que tienen, dar alimento al migrante. Cabe señalar que el tren no tiene una hora establecida de salida, por lo que la espera es siempre una constante en el comedor de Las Patronas. Este espacio funciona con precisión, por las mañanas se recoge el pan, se revisa que toda la comida esté en buen estado, se lavan botellas y se llenan, para después preparar las bolsas que se repartirán cuando pase el tren. Para poder realizar todas estas tareas cada una de las mujeres tiene asignado un día, en el que se encargará de realizar comida, incluida la de los voluntarios, deben también atender a los migrantes que llegan, a los documentalistas, los investigadores, gente del sector salud, gente del Instituto Nacional de Migración (INM), grupos escolares, de académicos, grupos religiosos y personas que las visitan de forma independiente para conocer la labor.

Hoy el grupo está conformado por: Julia, Norma, Doña Leonila, Toña, Bernarda, Rosa, Karla y Uriel; “Las Patronas” realizan de manera desinteresada esta labor a diario y sin descansos; para ellas ayudar a los migrantes es lo importante. Resaltamos que el comedor se sostiene gracias a las donaciones en especie de universidades, tiendas locales, aportaciones de las mismas patronas y personas en general. El reconocimiento que tienen se debe a la apertura y transparencia con la que se manejan.

Este grupo de “mujeres organizadas” se ha consolidado como uno de los albergues más confiables dentro de la ruta migratoria, su labor se ha extendido y en ocasiones ayudan a las personas migrantes con la obtención de visas humanitarias, revisiones médicas o cualquier otra cosa que puedan necesitar. Pero la ayuda no termina ahí, desde la visión de Norma, no sólo hay que ayudar “al de afuera”, hay que ayudar de igual forma a la comunidad, por lo que muchas veces se reparte ropa, comida y víveres con la población de La Patrona y de las comunidades cercanas, constantemente se donan medicinas para la clínica local, y más recientemente se trabaja en conjunto con la “Junta de Mejoras” de la comunidad, lo que ha potenciado la organización de talleres para fomentar el empoderamiento de las mujeres, la convivencia ente miembros de la comunidad y los migrantes y la recreación infantil en un contexto seguro y sano. En el patio del comedor se imparten talleres de baile, pintura y belleza, para ayudar a la población. Se ha fomentado la creación de un equipo de futbol para mantener a los jóvenes al margen de la intensa crisis de violencia que vive la comunidad. Favoreciendo así a diversos sectores de la población

Conclusiones

La labor que realizan “Las Patronas” está más allá de ofrecer alimentos a la población migrante en tránsito, la intensificación de los flujos migratorios obligó a la construcción del “albergue”, lo que deja ver no sólo el aumento de los migrantes, sino también la necesidad de espacios para que ellos puedan descansar durante su tránsito por México. Organizaciones como estas cumplen funciones que el Estado se niega a hacer, o para las cuales no tiene capacidad.

Estas mujeres han logrado mantenerse al margen de cualquier grupo político, no pertenecen a ningún partido, pero han tenido la capacidad de crear redes con instituciones centrales, como el Instituto Nacional de Migración, Protección Civil, y la policía estatal y local para poder darle a los migrantes un apoyo más integral.

“Las Patronas” han creado un espacio incluyente, donde el migrante no tiene que moldear su personalidad, ideología e identidad por el simple hecho de ser migrante, en el comedor se crea un terreno neutral, en donde toda esa carga simbólica y violenta se aleja, dando paso a un momento de paz, de cariño maternal y tranquilidad, humanizándolos por lo menos durante el tiempo de su estancia en este lugar.

La creación de este tipo de iniciativas no representa una solución, sino un descanso, es una propuesta esperanzadora, que en la práctica logra mostrar que hay más vertientes, más opciones. Lugares como el comedor, que son espacios micro y casi aislados geográficamente, son muy útiles para los científicos sociales y comunidad en general, ya que nos permiten visibilizar otra cara del fenómeno. El comedor sirve en ocasiones como punto de reunión para que se realicen brigadas de salud y eventos culturales, cumpliendo la función de un centro comunitario. Por lo que la ayuda no sólo está concentrada en los migrantes sino en todo el que la necesite.

Finalmente queremos rescatar también la visión de las personas migrantes, que no sólo narran historias desventuradas del viaje, también de las alegrías que llegan a vivir montados en el tren, cuando van cantando, o cuando encuentran trabajo, o cuando alguien les ayuda. Platicando con varias personas migrantes que se encuentran en el comedor identificamos que todas llegan a un punto común y que las palabras de Francisco resumen muy bien: “El comedor de las Patronas es el mejor, donde mejor nos tratan, nos sentimos más tranquilos ya no queremos irnos, ellas son como unas madres, todas y cada una de ellas, el lugar, es imposible no encariñarse, no llenarse de fe, de fuerza…”.

Ya sea un migrante que está ahí por un par de días para descansar, o quien lleva ya tiempo, ese sentimiento, de no sentirse vigilado y castigado sino protegido, es lo que caracteriza a esta organización de mujeres, que surgió gracias a la indiferencia de las instituciones, de los medios y de la gente, ellas  tomaron la fe, la voluntad, el amor al prójimo y la organización, como una herramienta y un medio de rebeldía hacia la comunidad que al comienzo las juzgó por ayudar migrantes, creando así, la esperanza del migrante.

Referencias bibliográficas

  • Hevia de la Jara, F. (2009), “Relaciones sociedad-Estado: análisis interactivo para una antropología del Estado”, Espiral, XV (45), pp. 43-70.
  • Isunza Vera, Ernesto, (2001), Las tramas del alba. Una visión de las luchas por el reconocimiento en el México contemporáneo (1968-1993), México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa.
  • Kuhner, Gretchen, (2017), “Y las gafas violetas para la migración”, Animal Político, 24 de enero de 2017, disponible en: https://www.animalpolitico.com/columna-invitada/las-gafas-violetas-la-migracion/.

Fecha de recepción: 30 abril de 2019.

Fecha de aceptación: 24 de junio de 2019.


[1] Desde 1995 y hasta 2005 se han realizado varios documentales, pero fue a partir del documental “De nadie” dirigido por Tin Dirdamal que se hicieron más conocidas y comenzaron a recibir donaciones y voluntarios. En 2010 “El tren de las moscas” de Nieves Prieto y Fernando Castillo tuvo mayor reconocimiento. Su labor ha tenido tanto impacto que en el año 2015 estuvieron nominadas para recibir el premio Princesa de Asturias. En 2018 recibieron un doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Autónoma de Aguascalientes.


 

  1. Licenciada en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco. Actualmente maestrante del programa en Estudios Regionales del Institutito de Investigaciones Doctor José María Luis Mora. Miembro de la Red Mexicana de Estudios de los Movimientos Sociales. Líneas de investigación: migración de tránsito, sociología del cuerpo y acción colectiva. Contacto: leauribe@gmail.com.